EFE / La Voz de Michoacán Madrid. Un análisis detallado de todas sus obras, una selección espectacular de fotografías, páginas de su diario personal, dibujos y cartas. Todo eso está en el volumen que Taschen dedica a Frida Kahlo y con el que quiere mostrar el trabajo de la pintora mexicana “en toda su complejidad y atractiva seducción”. Editado por el historiador de arte Luis Martín Lozano y dirigido por Benedikt Taschen, esta monografía incluye sus 152 pinturas, algunas pertenecientes a colecciones privadas de difícil acceso y reproduce obras que no se exponen desde hace más de 80 años. Porque la obra de Kahlo (1907-1954) ha resurgido con fuerza en los últimos años, con un interés centrado en su vida, su casa, su relación con Diego Rivera o su feminismo, pero no tanto en todas sus pinturas, que van más allá de los cuadros más conocidos. La artista se ha convertido en “un baluarte de libertad, de elección de la condición femenina, sobre todo en lo referente a la sexualidad” y sus pinturas se han estudiado desde el punto de vista sociológico y psicológico. Por eso el volumen de Taschen se plantea como una recuperación del análisis de su obra, de todas y cada una de las pinturas que existen de Kahlo, partiendo del catálogo razonado publicado en 1988 (Prignitz-Poda/Grimberg/Kettenman) pero ampliado a todos los cuadros que realizó entre 1924 y 1954 y de los que se tiene absoluta certeza de la autoría, incluidas las destruidas o en paradero desconocido. Foto: EFE. En el trabajo de desarrollo del libro han resurgido además los títulos originales de las obras porque Kahlo utilizó el nombre “Autorretrato” o “Naturaleza” para varios de sus cuadros, a los que posteriormente se añadieron adjetivos para diferenciarlos. También se han utilizado las entrevistas realizadas por Raquel Tibol a Frida Kahlo en 1953. La escritora argentina supo de la obra de la pintora mexicana por Diego Rivera, que le habló de “la belleza mutilada” de sus pinturas. Tibol se propuso redactar una biografía de Kahlo, a la que encontró muy enferma. Las conversaciones que mantuvieron le permitieron publicar “Fragmentos para una vida de Frida Kahlo”, que son la base para conocer la familia, la infancia y la juventud de la artista. Una época que queda bien reflejada en el libro con las numerosas fotografías tomadas de Frida de niña por su padre, Guillermo Kahlo, un alemán emigrado a México, fotógrafo oficial del porfiriato y con quien la joven aprendió las bases de la iluminación, composición y color, aunque como pintora fue autodidacta. El volumen está igualmente salpicado con imágenes de Ciudad de México, la portada del diario “La prensa” en la que aparece la boda de Frida Kahlo y Rivera en 1929, o cuadros de artistas como Leonardo Da Vinci, Tiziano Vecellio, Sofonisba Aguissola, Julio Romero de Torres y Otto Dix, en los que ella se fijaba para componer los suyos. Bocetos, imágenes de la pintora trabajando en su estudio, dibujos arrancados de cuadernos, estudios de movimientos, noticias de sucesos que le sirvieron de inspiración, muchas fotografías con Diego Rivera o una de Dolores del Río y Marlene Dietrich frente a un retrato de Frida Kahlo, son muchas de las curiosidades que se pueden ver en el libro. Un “mundo excepcional que Frida creó para sí misma” y que quedó reflejado en su diario, lleno de anécdotas, de cartas -algunas publicadas por primera vez en esta monografía-, de poesías y dibujos o de frases rotundas como cuando habla de ella y de Rivera como una “pareja extraña del país del punto y la raya”. Rivera lo fue todo para Kahlo, como queda reflejado en el “Retrato de Diego” que aparece en el libro. “Quiero en tal forma a Diego que no puedo ser 'espectadora' de su vida, sino parte, por lo que -quizá- exageraré lo positivo de su personalidad única tratando lo que, aún remotamente, puede herirlo”, señala la artista al inicio del texto. Foto: EFE. Y, por supuesto, en el libro también aparece la famosa Casa Azul de Frida Kahlo, que actualmente alberga el museo dedicado a su obra, en Coyoacán. Allí pasó su infancia e instaló su estudio, acogió a León Trotski cuando recibió asilo político en México y acabó por volver a vivir allí tras el divorcio de Rivera. Fue entonces cuando empezó a transformarla en la Casa Azul. Y allí se quedó cuando volvió a casarse con Rivera, ya convertida en el “escaparate de un universo fantástico cargado de historias y significados emocionales”. Más de 300 páginas en un volumen de gran formato que está dividido en ocho capítulos: “Los años de aprendizaje 1925-1929”, “La pintora que expande horizontes 1930-1938”, “Las lecciones de la madurez y la experiencia 1936-1946”, “La voluntad de pintar hasta el final 1947-1954”, “Diarios y cartas de Frida”, “Biografía”, “Frida y Diego” y “La casa azul”. Además de un catálogo de pinturas realizado por Lozano junto a Andrea Kettenman, del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Hamburgo, y Marina Vázquez Ramos, historiadora del arte especializada en arte moderno mexicano.