ENTREVISTA | Leopoldo González, un poeta en travesía nocturna

El poeta es el Robin Hood de la palabra, porque siembra y agita en el aire una idea o una metáfora que puede cambiar el mudo. La naturaleza de la poesía tiene la piel de la utopía, porque su hacedor, el poeta, es un soñador o un buscador de lo imposible

Foto, Samuel Herrera Jr.

Jorge A. Amaral / La Voz de Michoacán

El poeta, ensayista, politólogo, maestro de literatura y articulista Leopoldo González, recientemente publicó “Cuaderno para atravesar la noche”, un libro en edición bilingüe ya disponible en Amazon, que por la calidad y hondura de su poesía se coloca en un nivel destacado en las letras michoacanas.

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“Cuaderno para atravesar la noche” es el libro número 28 de la serie de poemarios publicados por la editorial Dark Light Publishing, con sede en Nueva York, y estuvo bajo el cuidado del editor y poeta Roberto Mendoza Ayala. Se presenta al lector en edición bilingüe gracias a la traducción al inglés por parte de Arthur Gatti y el propio Roberto Mendoza.

La ilustración de la portada estuvo a cargo del artista visual Juan Vázquez, y en interiores está ilustrado con imágenes de Alonso Venegas Gómez.

El prólogo fue escrito por el poeta y catedrático de la Universidad Michoacana Francisco Javier Larios.

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A propósito de su obra como pretexto, sostuvimos una charla de café para ahondar más en la poesía y su pertinencia y necesidad en una época llena de claroscuros.

Foto, Samuel Herrera Jr.

Hablemos de “Cuaderno para atravesar la noche”, ¿cuál es su leitmotiv?

Fue pensado a partir de los tiempos feos, turbios, oscuros que se han vivido desde principios del siglo. Fue pensado a partir del paisaje del siglo XXI y las partes que lo integran se refieren a los temas que más inquietan y más preocupan al ciudadano al lector, al hombre del siglo XXI. Entonces, en cierto modo el libro es un eco y una respuesta a la oscuridad del siglo XXI.

El libro está dividido en varios apartados. ¿Cada uno fue concebido así?, ¿se fue dando o fue un ejercicio de curaduría de los textos? Porque son apartados muy bien delimitados, aunque conectados entre sí.

Comencé con una idea preconcebida del libro hace 6 o 7 años, pero afortunadamente esa idea fue alterada por el golpe de la realidad, que me hizo cambiar la idea original y al final termina siendo esto.

Estos apartados realmente se fueron dando con base en la vivencia, la historia cotidiana. Si, por ejemplo, hablo de Dios (“Dios no está disponible”), no hablo desde el punto de vista mocho o mojigato, sino que hablo del Dios filosófico de Spinoza: Dios está en todas partes: en la planta, en el aire, en el agua, en los ojos, en las presencias, en la oscuridad y en la luz. Pensé en todo eso al hablar de Dios y este es un tema de la realidad del siglo XXI.

En la primera parte, “Sendas de andar y ver”, hablo un poco de la vivencia personal y de mi inserción personal en el mundo. Dice el primer poema “tiene la noche un toque de oscuridad”, y dicen los primeros versos: “la más cerrada oscuridad no llega aún con sus fauces de luna negra a morder el torso de la noche”. Esa es una manera de describir críticamente al mundo.

Yo creo que la mejor manera de escribir, el criterio más recomendable para escribir libros de poesía o filosofía es la actitud crítica. Sin ella, la poesía está incompleta. Sin actitud crítica, los libros de historia, los ensayos políticos, están incompletos, algo les falta. Sin actitud crítica no podemos iluminar al mundo. De hecho, la bombilla eléctrica de la literatura es la actitud crítica. Sin ella no hay luces de mercurio ni luces de neón. Por eso la actitud crítica define este libro en el desarrollo de cada una de sus partes.

En este poemario se lee un ejercicio de introspección constante, pero mirando hacia afuera, lo que no es privativo del hombre del siglo XXI. Por eso tiene mucho de atemporal el libro, su aliento, la cadencia, las imágenes. Podría haberse escrito hace 30 años como pudo haberse escrito ayer.

El libro es un paseo por los interiores humanos, y esos interiores humanos, tanto del lector como del autor, están poblados de espectros, demonios y fantasmas. Entonces el libro habla de espectros, demonios y fantasmas y de otros especímenes del planeta tierra porque es un libro con raíces en esta tierra. Desde ese punto de vista es un libro que explora el interior humano del autor y del lector.

Como sabemos, cualquier libro es prolongación de quien lo escribe, y por eso este libro es una prolongación, tradición y eco de quien soy, desde el punto de vista filosófico, lo existencial, lo estético, histórico genético. Pero también intenta entender al otro, al prójimo, entender al que está más allá de mí. Eso por la parte de los interiores, ahora vamos a la parte de lo exterior.

Cuando me enfoco en el exterior, en el exterior de mí, del lector, del hombre, me topo con el mundo y la realidad del mundo y para enfocar, para interpretar poéticamente, para reflejar poética y estéticamente la realidad del mundo, acudo a un mecanismo que tú conoces: ese mecanismo se llama sinestesia. La sinestesia es la capacidad de oír y sentir al mundo a lo largo de los años, quizá 6 o 7 que duré escribiendo este libro, tuve que estar muy colgado, fielmente casado con la sinestesia. ¿Para qué? Primero, para denunciar los claroscuros que hay en el mundo y tratar de iluminarlos; en segundo lugar, para que en este libro haya un registro de las fealdades, de las oscuridades y de los pliegues ocultos del mundo. Por eso hablo de Dios, por eso hablo de la mujer, por eso hablo de las sendas de andar y ver, por eso hablo del contexto social, histórico, político, cultural, filosófico, existencial del siglo XXI.

Obviamente el libro es una combinación de la sensibilidad y de la capacidad de imaginación del autor, sin esto no hay un buen libro.

Percy Bysshe Shelley, en “Defensa de la poesía”, que es un libro que todos lo poetas debemos leer, dice que “el atributo profético es de poetas. Un poeta participa de lo eterno, de lo infinito y de lo uno”. Cuando habla de sí está hablando de dos coordenadas de la filosofía que permean este libro: lo uno o la sustancia del uno, que es de Plotino, el más clásico y profundo de los filósofos griegos, y cuando habla de lo otro, estamos hablando de dos filósofos fundamentales: Pitágoras y Heráclito, que como filósofos de lo otro y del otro, y Plotino, como filosofo de lo uno, son los rieles conceptuales y estéticos de “Cuaderno para atravesar la noche”.

El poeta enfrentado al mundo para a partir de ahí hacer un ejercicio introspectivo, me lleva a la idea de que el poeta es un ciudadano del mundo, en el sentido de que el poeta se gesta y se amamanta del mundo para, a partir de ahí, crear su universo poético.

Estamos en el mundo, y esa responsabilidad, poéticamente hablando, consiste fundamentalmente en reflejar sus pliegues de oscuridad, pero también iluminar al mundo. Si el poeta sólo se solaza, se llena y se permea de la oscuridad del mundo pero no lo ilumina, no hay poeta. Si hay oscuridad en el mundo, y en el mundo del siglo XXI abundan los pliegues de sombra, el deber esencial, ético, estético y existencial del poeta es iluminar el mundo, labor que busco hacer como poeta, politólogo y como maestro de literatura.

Y sin embargo el poeta tiene una deuda con la belleza

Todo el chiste de escribir poesía, todo el chiste de dedicarle tiempo noble y tiempo rudo a la literatura radica en que la vida nuestra, como autores, y la vida del lector no es sino una travesía en busca de la belleza.

Es tanta la fealdad del mundo, que la belleza se nos tiene que convertir en obsesión a la hora de escribir, y si en esa obsesión por encontrar la belleza logramos conjurar la fealdad del mundo, logramos borrar un poco los pliegues de sombra del mundo, ya vamos de gane, porque a esos rincones de oscuridad ya les pusimos la pócima literaria de la iluminación. Pero esa iluminación tiene que ver con la búsqueda obsesiva de la belleza para contrastar con la fealdad del mundo, y lo dice el mismo Shelley: “El objetivo fundamental de la poesía es buscar el sentido de las cosas y de la vida, y ese es el sentido de las cosas y de la vida, encontrar la belleza”.

El poeta como catalizador, termómetro, espejo...

Veo al poeta como un cable de alta tensión en busca de ser el nervio más sensible de su tiempo, de su generación, para aventurarse en la tarea de captar y reflejar al mundo, y tentativamente de iluminarlo buscando esa belleza.

Me parece que la poesía no termina en ella misma. Un libro se completa cuando tiene lectores, y si el lector se vuelve cómplice del autor, entonces ya estamos realizando el libro de manera bilateral. Mientras haya autor pero no haya lector, el libro está inacabado. Eso, por un lado. Por el otro lado, me parece que el gran deber de la poseía es convertirse o ser en un acto de servicio al hombre y al tiempo del hombre.

La necesidad y la pertinencia de la poesía, ¿siguen vigentes?

Sin poetas la cultura estaría incompleta. La poesía nació como “poiesis” en la antigua Grecia, junto con la polémica (“polemos”) en la misma época de la génesis de la Grecia antigua. La poesía ha sido un soporte y una guía y un trazo para moverse en el mundo.

La gente que vive la historia, cualquier anónimo que vive la historia, la padece. Por eso la historia es padecer, aunque también es disfrute, pero ese disforme no se da si no hay un contacto con la poesía. La poesía sirve para ver el mundo con los ojos del corazón, para conectarnos con la parte que de dioses tenemos, la poesía nos abre la ventana para reencontrarnos con el dios que llévanos dentro.

Cualquier noche del hombre tiene una sola salida posible: hacia la luz en tanto que solución, como sinónimo de cultura, de ejercicio de la racionalidad y la sensibilidad.

La noche no es un callejón sin salida ni una encrucijada, es una de tantas pruebas que tiene que pasar la vida del hombre en la tierra.

Por otro lado, se tiene la idea de que la noche es fatalidad, que es un reto infranqueable, que es invencible, pero ninguna noche es invencible, parte del sentido de la vida radica en demostrar como seres humanos y demostrarnos a nosotros mismos que la vida vale la pena vivirse y que ninguna noche es invencible.

Entonces, con este cuaderno atraviesas la noche hacia la luz del alba…

Tenemos una gran urgencia en el siglo XXI de fuentes de iluminación, asideros de luz. Yo traté de contribuir un poco con un pequeño libro que puede no ser trascendente, traté de contribuir a que encontramos un gramo de luz en la palabra.