Ciudad de México.- “México me adoptó y yo lo adopté; los 40 años que he estado aquí sacrifique mi trabajo y carrera para dedicarme a un proyecto social y he tratado de devolver a México lo que me ha dado, un hogar básicamente”, aseguró la artista visual de origen estadounidense Carla Rippey (1950). En entrevista, la actual directora de la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda” charló con Notimex en torno a su pasión y agrado por radicar en este país, el cual, aseguró, “posee una apertura cultural”. Originaria de Kansas, Estados Unidos, recordó que a México llegó en 1973, luego del golpe de Estado en Chile, el cual concluyó con el derrocamiento del presidente socialista Salvador Allende. “Nací en los Estados Unidos y viví en Kansas, Nebraska y Iowa. Me gustó salir del este (de esa nación) y conocer el mundo y a los 18 años me fui a París, con dinero que había juntado como operadora de teléfonos durante la preparatoria. “Fue en 1968 cuando anduve por allá y luego ingrese a la Universidad en Nueva York, donde asistí a una escuela estatal experimental muy barata. Ahí había mucha gente interesante, entre ellos el hombre con quien me casé, Ricardo Pascoe, que es mexicano y con quien años más tarde me fui a Chile, donde me convertí en política y feminista, pues mi estancia allá me interesó mucho el proceso de Allende”, recordó. Cuenta que tras su regreso del país sudamericano, decidió radicar en México, toda vez que su esposo es mexicano y porque este país posee una riqueza cultural fuerte, la cual le permitió desarrollar su trabajo artístico. “Lo que más me gusta de México, es que hay una especie de apertura en la cultura, la mentalidad mexicana va con la mía, se tiene un poco de desorden y libertad para hacer más cosas y ello me es muy afín, es un desorden muy creativo. Encuentro, entonces, una sociedad muy creativa. “Este país es un punto de encuentro de muchos culturas. Siempre trabajo con imágenes, de archivos, y encuentro volcanes, paisajes, y ello lleva mi obra, es un lugar que representa una mezcla de culturas”, comentó. Madre de dos hijos y abuela de cuatro nietos, la artista cuenta haberse involucrado en el taller colectivo de grabado del Molino de Santo Domingo, Tacubaya, de 1974 a 1976. De 1978 a 1984 fue integrante del grupo de arte experimental Peyote y la compañía. Asegura que en México ha pasado tanto alegrías, como tristezas, fue el caso de su separación de su esposo, Ricardo Pasco a finales de los años 70, pero no obstante, sostuvo, nunca tuvo en mente regresar a su país de origen. “Regresé a Estados Unidos pero sólo para cuidar a mi madre, hace tres años, fue una estancia corta y me convenció de que me fuera a México. Mi carrera es en México, mi vida es aquí. No regresé porque estuve involucrada en procesos culturales, además de que no deseaba alejar a mis hijos de su padre, regresar a Estados Unidos hubiera sido muy fuerte en ese sentido”, relató. De 1980 a 1985 Rippey tuvo la oportunidad de vivir en el interior de la República, en Xalapa, Veracruz, donde se desempeñó como maestra en grabado por la universidad de esa ciudad. Recordó que fue un lugar que le brindó la paz y tranquilidad que requería en ese momento, pues además de trabajar en su caso, a sus hijos les permitió crecer y jugar en un sitio fuera de los peligros de la ciudad. Carla Rippey aseguró que tras cuatro décadas de vivir en México, su vida y obra llevan el sello de un país que le brindó cobijo desde el momento en el que lo pisó. “Soy mexicana, si no fuera por la pinta y mi acento; dos terceras partes de mi vida las he pasado en México. Traigo ya una carga cultural del país. “Este país me ha recibido bien y he trabajo para que esa recepción sea muy buena; he dado todo de mi parte, he participado desde los 70 en el mundo del arte”, concluyó con una sonrisa que iluminó todo su rostro.