Agencias / La Voz de Michoacán. Dialogó con las tradiciones europea, oriental y latinoamericana. Maduró su voz en lapsos de autoexilio y fue centro de polémicas públicas y culturales durante las últimas tres décadas de su existencia. Nacido el 31 de marzo de 1914 en el pueblo de Mixcoac, Octavio Paz respondió a los estímulos de su tiempo, escribió una de las obras más representativas de las letras mexicanas -El Laberinto de la soledad-, y en 1990 recibió el máximo reconocimiento al que puede acceder un escritor: el premio Nobel de Literatura. Odiado y admirado, a Paz se le considera el primer intelectual mexicano netamente cosmopolita, con una constante labor autocrítica y una posición tutelar en la literatura mexicana por su trabajo como ensayista, poeta y editor. Fue nieto de Irineo Paz, escritor y periodista del “Porfiriato”, e hijo de Octavio Paz Solórzano, asesor jurídico de Emiliano Zapata y posterior diputado en los años que siguieron a la Revolución Mexicana. Tres periodos marcaron la presencia de Paz en la vida cultural de México y descubren su desarrollo intelectual: la década de los 30, en la que coquetea con el socialismo; la publicación de “El Laberinto de la soledad” y “El arco y la lira” en la década de los 50; y el Premio Nobel de literatura en 1990, con el antecedente de la revista Vuelta, que inició su tiraje en 1976 y concluyó con la muerte de su editor y fundador en 1998. En su primera etapa, Paz perteneció a la generación de escritores mexicanos como José Revueltas y Efraín Huerta, entonces jóvenes simpatizantes de izquierda pero que se enfrentaron por las controversias ideológicas de su tiempo. Paz y Revueltas fueron figuras incómodas e inclasificables. De ser un poeta novel, comprometido, arrojado, que incluso asistió a España para manifestar su apoyo al bando republicano durante la Guerra Civil, Paz vertió estas inquietudes, acompañado de la oleada de poetas españoles recientemente transterrados en la fundación de la revista Taller. Con su propia tesitura, esta publicación se posicionó como heredera de la revista Contemporáneos de Jorge Cuesta, Salvador Novo y Xavier Villaurrutia. Durante las décadas de los 40 y 50 la vida de Paz vira hacia un éxodo en Europa y Estados Unidos. Ahí madura su perfil poético e intelectual, del que regresa con una distancia crítica con respecto a la realidad mexicana. A este periodo pertenecen “El laberinto de la soledad”, publicado en 1950 por Cuadernos Americanos, y “El arco y la lira”, de las prensas del Fondo de Cultura Económica. En el primero, Paz se une a la tradición de escritores latinoamericanos, como Alfonso Reyes, José Enrique Rodó, Pedro Henríquez Ureña y otros, que abordaron la introspección de las almas nacionales, y resume el debate en boga sobre la identidad mexicana. En “El arco y la lira” analiza ambiciosamente la naturaleza y la función de la poesía, que lo hace merecedor del Premio Xavier Villaurrutia en 1956. “Su obra poética cultivó distintas formas, innovó y dialogó con todas las tradiciones, hasta desarrollar un pensamiento original sobre el origen y función de la poesía. En otros géneros construyó un importante enfoque sobre la identidad del mexicano e intuiciones y posiciones tan valiosas como controvertidas sobre política nacional e internacional”, escribe el poeta y ensayista Armando González Torres, conocedor de la obra de Octavio Paz. Al concluir su faceta como diplomático, donde laboró en las embajadas de México en París y Japón, y después de renunciar a su puesto como representante en la India, Paz fundó en 1976 la revista “Vuelta”, que en 1993, recibió el premio Príncipe de Asturias. En esa revista, que retomó la tarea de Plural en la divulgación y foro a los debates en temas literarios y políticos participaron escritores como Enrique Krauze, Gabriel Zaid, Milan Kundera, Jorge Luis Borges, Mario Vargas Llosa, entre otros. Con el nacimiento de “Vuelta” inicia una de las etapas más polémicas en la vida de Octavio Paz. Sus enfrentamientos con la izquierda mexicana, cuyos antecedentes datan de principios de los años 50 cuando denunció la existencia de campos de concentración en la Unión Soviética, se acentúan a la par de su acercamiento a posiciones más liberales. Una de las polémicas que precedieron el premio Nobel de Literatura fueron las declaraciones de Paz a la prensa extranjera al recibir el Premio de la Paz del Comercio Librero Alemán, en Frankfurt, en 1984. En esa ocasión, el mexicano criticó abiertamente las taras antidemocráticas de las dirigencias guerrilleras en El Salvador y Nicaragüa. La izquierda mexicana desató fuertes críticas contra el autor de “El laberinto…” y quemó su efigie a unos pasos de su residencia en la ciudad de México. Después llegó el premio Nobel. El anunció llegó al poeta durante una estancia en Nueva York y dos meses después, al recibir el galardón, hizo un llamado a la humanidad, que por sus ansias del progreso ha causado estragos a la naturaleza. “Las poderosas democracias que han conquistado la abundancia en la libertad ¿serán menos egoístas y más comprensivas con las naciones desposeídas? ¿Aprenderán éstas a desconfiar de los doctrinarios violentos que las han llevado al fracaso?… Imposible saberlo”.