A 46 años de los Juegos Olímpicos de México 68 aún quedan en la memoria deportiva pasajes que hacen rememorar lo ocurrido en inmuebles como la alberca “Francisco Márquez” con la medalla en natación de Felipe Muñoz o la plata de José Pedraza en el Estadio Olímpico. Como olvidar a la espigada Enriqueta Basilio subir aquella escalinata del estadio México 68 para encender el pebetero y pasar a la historia para ser la primera mujer en hacerlo. De la mejor actuación de México en una justa veraniega al conseguir tres medallas de oro, plata y mismo número de bronce. Pero las que más se recuerdan y están en la mente imborrable de la historia olímpica es la presea de oro de aquel joven delgado que tenía todo en contra y que a base de garra y determinación, venció a los favoritos como al soviético Vladimir Kosinsky y al estadounidense Brian Job. Ese joven fue Felipe “Tibio” Muñoz, quien hizo vibrar la pileta de División de Norte en la delegación Benito Juárez de la capital mexicana, al detener el reloj en 2:28.07 minutos en los 200 metros estilo pecho. O qué decir de la manera de salir a flote del sargento José Pedraza, quien en la distancia de los 20 kilómetros de caminata, salió del tercer sitio al segundo para dar a México una de plata de pundonor y coraje en el Estadio Olímpico ante el bullicio de la gente que expresó su devoción. Pero hablar de las medallas es hacerlo en torno a una serie de anécdotas y manera de ganar, de cómo el ser humano y los deportistas nacionales se crecieron en esa época para dar al deporte la mejor actuación en unos Juegos Olímpicos con nueve. La más cercana actuación fue en Londres 2012 con siete medallas de las cuales una fue de oro, tres de plata y mismo número de bronce. El récord para México era de seis, conseguidas en Los Ángeles 84 y Sydney 2000. Por eso a 46 años de distancia, la actuación de los deportistas mexicanos aun ha sido la mejor en la historia, porque además de las preseas antes mencionadas están los dos oros en boxeo de Antonio Roldán y Ricardo Delgado. De las otras dos preseas de plata de Álvaro Gaxiola en clavados y de Pilar Roldán en esgrima. Así como los bronces de María Teresa Ramírez en natación, de Joaquín Rocha y Agustín Zaragoza en boxeo. Estas presas fue lo que dio a México un legado en instalaciones como el velódromo Agustín Melgar, el Palacio de los Deportes, la Villa Panamericana, que ahora es un complejo multifamiliar, la alberca Olímpica Francisco Márquez, y desde luego el estadio Olímpico Universitario. La Arena México, el Auditorio Nacional con la gimnasia, la Pista Olímpica “Virgilio Uribe” de Cuemanco, el Frontón México y el Deportivo Chapultepec, así como la sala de Armas de la Magdalena Mixhuca. Fue un sábado 12 de octubre cuando cientos de personas presenciaron la ceremonia de apertura en donde una fanfarria de 40 trompetas fue la antesala de las notas del Himno Nacional y luego un enorme globo con los cinco aros se elevó al cielo para dar inicio a la fiesta deportiva. No sin antes tener como recuerdo los pasajes políticos en la plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco. Han pasado 46 años de aquella justa olímpica, en la cual México mostró su capacidad organizativa y desde luego la entrega de sus atletas por lograr, hasta el momento, la mejor actuación en una justa veraniega.