Las favelas cariocas, de Sao Paulo, Belo Horizonte, Brasilia, Porto Alegre, Recife y otras grandes ciudades de Brasil han sido lugar de origen de muchos futbolistas, héroes descalzos que, con esfuerzo y espíritu de superación, llegaron a estrellas en sus clubes y en la selección nacional, hoy tan requerida de ellas. La nación brasileña se había sentido orgullosa de esos niños de la calle convertidos en grandes jugadores quienes, con ahínco, buscaron acomodo en las fuerzas básicas de los equipos reconocidos del país, como lo demuestra el hecho de que de ahí partieron de la pobreza a la fama, y de ésta a una riqueza jamás intuida. En el caso de la excapital del país, sobre una población de diez millones de habitantes que ocupan su vastísima y conflictiva área metropolitana, se estima que tres millones de personas viven en favelas, barrios marginales precarios a los que se asocian serios problemas de inseguridad, delincuencia común y tráfico de drogas. Desde hace años, distintas asociaciones y entidades civiles trabajan en programas de apoyo y cooperación para mejorar las condiciones de vida de esas comunidades, entre ellas la Confederación Brasileña de Futbol (CBF) que, dicen sus dirigentes, no quiso mantenerse ajena a esa realidad lacerante y decidió actuar de algún modo. Por ello, a partir de 1996, la CBF –entonces presidida por Ricardo Teixeira, yerno de Joao Havelange, poderoso personaje perteneciente a la élite que gobierna la Federación Internacional de Futbol (FIFA)-, se involucró en proyectos que deseaban utilizar al futbol como factor de integración social. Los planes se enfocaron en niños y adolescentes, componentes de un sector de alta vulnerabilidad, al cual el futbol ha ofrecido numerosas posibilidades, aprovechando que, en Brasil hay un enorme potencial, debido a la pasión que desata este deporte, religión y cuestión de vida o muerte en muchos casos. “El Campeonato de Favelas de Río de Janeiro inaugurado en 1996 ha formado ciudadanos entre los moradores de comunidades carentes, educándolos para progresar en el deporte y en la vida”, dice Jorge Amorim de Oliveira Campos. El lateral derecho de la selección brasileña ganadora del Campeonato Mundial de Futbol de Estados Unidos en 1994, “Jorginho”, se empeñó en la fundación del Instituto de Assistência ao Futebol Brasileiro (IAFB), con el fallecido Josimar Higinio Pereira, mundialista en México 1986. La organización no gubernamental fue creada con respaldo de la CBF, para promover y divulgar la práctica del futbol con carácter educativo e integrador: “Desde entonces –precisa el mundialista de Italia 1990 y 1994- se desarrolla anualmente un campeonato de futbol para adolescentes, con jugadores que proceden de comunidades sin recursos”. La meta de “Jorginho” y sus compañeros de trabajo, es educar a través del futbol, como una forma de prevenir el consumo de drogas, integrar a comunidades “faveladas” (marginadas), disminuir la discriminación social y favorecer el acceso de los participantes a los clubes profesionales. Ante el fracaso sin paliativos del futbol brasileño en el Campeonato Mundial de Futbol desarrollado en doce urbes de Brasil en junio y julio de 2014, con la salida permanente de numerosos profesionales de clase mundial a las ligas europeas y asiáticas, de Centroamérica, Estados Unidos y el Caribe, “Jorginho” tiene propuestas serias a futuro. “Por más de una década y media –señala Jorge Amorim- más de una cuarta parte de las mil favelas que existen en Río de Janeiro han participado con sus jóvenes -hombres y mujeres- en nuestras actividades, quienes deben provenir de comunidades marginales, sin afiliación a ningún club y estar escolarizados”. La organización proporciona zapatos, uniformes, transporte y vales de comida para los días de partido; pero a cambio exige el cumplimiento de horarios, acatar una disciplina rigurosa y tener el comportamiento deportivo adecuado en el torneo de las favelas. La competencia se desarrolla en cuatro canchas del Centro de Educação Física Almirante Adalberto Nunes (CEFAN), situado en la zona norte de Río de Janeiro, conflictiva y con altos índices delictivos, no obstante la presencia de las fuerzas del orden enviadas por las autoridades citadinas. “Hay que voltear a las favelas y rescatar al futbol de la ciudad y del país”, sugieren Amorim y exfutbolistas que surgieron de los suburbios pobres, como la cuádruple “R” –Rivaldo, Romário, Ronaldo y “Ronaldinho”-, campeona en torneos mundialistas desde Estados Unidos 1994. Al finalizar el campeonato, la CBF elige a los jugadores más destacados de cada torneo, para formar una selección y continuar entrenando, viajando por el país y disputando partidos amistosos, estimulándolos para seguir adelante. Con la presencia de Arthur Antunes Coimbra, “Zico”, quien tiene su propia escuela, en marzo de 2011 se conmemoró el décimo quinto aniversario de la implantación del proyecto y se dieron a conocer datos relevantes sobre la historia del torneo. Más de 21 mil jóvenes han participado en esos planes desde su puesta en marcha, y cada año, debido a la lista de espera, se renueva la mitad de equipos participantes, refiere “Jorginho”. Aproximadamente 120 juveniles se han hecho futbolistas profesionales con el apoyo de la FIFA, interesada en los proyectos, aplicándolos en otros lugares del país, formándolos y recuperándolos para volver a ser los primeros en Brasil y en el mundo.