El nivel de algunos rejoneadores es tal en la actualidad que son capaces de brillar con el toro bueno y con el malo. Sergio Galán y Hermoso de Mendoza lo han vuelto a demostrar una vez más, en esta ocasión en la corrida que ha cerrado este viernes la Feria de Vitoria. Lo han hecho en sus primeros enemigos, dos descastados ejemplares de Castilblanco, que en manos de otros rejoneadores habrían provocado un tedioso trance, pero el navarro tapó las carencias del primer episodio con solvencia. Disparate y Baco pusieron su parte, a pesar de que el equino de nombre griego pareció un tanto forzado. Cuando los toros ayudaron, fue Sergio Galán quien brilló a más altura. En ese quinto, un toro sin ningún trapío, pero de excelente condición, todo acompañó al éxito del caballero. Desde que un sensacional Trópico pisó el ruedo, los tendidos se entregaron en una sensacional carrera templada a dos pistas, que centró la atención de forma unánime. Los sones del célebre pasodoble Valencia interpretado por una de las fanfarrias que este viernes los blusas sí han metido en la plaza, ha calentado el ambiente y el manchego ha sabido compaginar momentos de alta escuela con instantes de baile acompasado con la música. Lo mejor ha llegado a lomos de Apolo, con un riesgo exagerado como en el par a dos manos en el que se entregó de forma suicida. Donde no ha estado acertado fue con los aceros. Se ha estrellado una y otra vez hasta dejar un bajonazo que no le impidió pasear una oreja, nada para lo que debió suponer su buena actuación. Antes, Hermoso ya había demostrado su calidad ante el único toro con presencia que salió al ruedo. Ha destacado Beluga, un caballo con el que el navarro se ha metido en las distancias cortas y ha conseguido auténticos muletazos de hocico a rabo. Ha estado variado hasta que se fue rajando el ejemplar de la ganadería de González de Caldas, uno de los empresarios que ha tenido que soportar la historia reciente de la plaza de Vitoria. Tan alto nivel que vive el arte del rejoneo no tiene correspondencia en la seriedad de sus festejos. Los toros que se han lidiado en Vitoria fueron unos novillos de escasa presencia, dignos de unos principiantes y no de figuras. Además, esa falta de rigor quedó patente cuando Joao Moura decidió salir en hombros haciendo caso omiso de que el reglamento vasco exige dos orejas en un mismo toro y no, como fue su caso, una en cada faena.