Agencias / La Voz de Michoacán La época de las familias numerosas en América Latina está concluyendo, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). Mientras que en 1950 se documentaban en promedio 5.8 nacimientos por mujer, este año apenas se registran 1.8. La tasa de fecundidad, que hoy es inferior a la necesaria para el reemplazo poblacional (2.1), no solo deja en evidencia la acelerada transición demográfica de LatAm respecto al resto del planeta, sino que plantea retos en la economía a mediano y largo plazo. La reducción en el número de nacimientos impactaría a los sistemas de seguridad social y a la fuerza de trabajo, como explicó un experto a Bloomberg Línea. En Brasil, el país más poblado de Latinoamérica, la tasa de fecundidad está por debajo de 2.0 desde 2002. Y México, que ocupa el segundo lugar, hoy registra 1.89 nacimientos por mujer, mientras que en 1950 documentaba 6.71. Otro país que ejemplifica este fenómeno es Colombia, que de enero a abril de 2024 registró la tasa de nacimientos más baja de la última década, 145 mil 416, es decir, 14.6% menos en comparación con el mismo periodo de 2023, de acuerdo con el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane). ¿A qué se debe este fenómeno? Andrés Giraldo Palomino, profesor del Departamento de Economía de la Pontificia Universidad Javeriana, afirmó que la disminución acelerada en la tasa de fecundidad en Latinoamérica es algo que todavía está en estudio. Sin embargo, expuso algunos indicios. “Uno de ellos tiene que ver con el hecho de que la participación laboral de la población femenina en Latinoamérica es levemente más alta que en el resto del mundo (...), y cuando la mujer participa activamente en el mercado de trabajo, hay una reducción de las labores asociadas al hogar, entre ellas, tener y cuidar los hijos”, explica. Otro indicio es que los latinoamericanos están teniendo hijos en edades relativamente avanzadas, contrario a lo que sucedía antes, y como a mayor edad, menor la probabilidad de tener hijos, las familias están siendo cada vez menos numerosas. “En América Latina, el promedio de edad para tener el primer hijo estaba alrededor los 20 años, y ahora es cercano a los 26. Al alejarse de edades más tempranas, las mujeres no desean tener más hijos”, agrega. La tercera región con menor tasa de fertilidad Latinoamérica es la tercera región del mundo con menor tasa de fertilidad (1.8), superada solo por Norteamérica (1.6) y Europa (1.5), conforme con los datos de la Cepal, pero lo que llama la atención es su disminución en los últimos 74 años. “La misma transición demográfica la vivió Europa hace unos 30 o 40 años, solo que más lenta. ¿Por qué? Porque allá las mujeres tenían mayor acceso a la educación, ya hacían parte de un mercado laboral, y la introducción de mecanismos para manejar la fertilidad habían entrado hace mucho tiempo. Cuando decidieron no tejer hijos, estaban más educadas”, argumenta Andrés Giraldo. En Latinoamérica, por el contrario, el acceso de las mujeres a la educación era muy bajo, de ahí que cuando comenzó a incrementar, “la acumulación de años de educación fue acelerada, y eso hizo que empezaran a tomar rápidamente la decisión de tener hijos a edades avanzadas”. En el caso de Oceanía, la reducción fue menos rápida, puesto que la tasa de fecundidad solo se redujo en 1.6 nacimientos por mujer en los últimos 74 años. Algo similar sucedió África, con una disminución de 2.5, aunque este continente registre el mayor promedio mundial, 4.1. Asia, por su parte, vive una situación similar a la de América Latina: su población está envejeciendo y los jóvenes están teniendo pocos hijos, como lo evidencia la tasa de fecundidad de 1.9, y una transición demográfica veloz, representada en el gráfico superior. Sistema de seguridad social, en riesgo Andrés Giraldo explica que el aumento de la participación de las mujeres en el mercado laboral tiene un impacto positivo en la producción y, “dado que en promedio las mujeres son más educadas que los hombres, pueden contribuir con una mayor productividad en la economía”. No obstante, a largo plazo la reducción en la fecundidad puede impactar el sistema de seguridad social en los países. “Si hay una baja natalidad, va a haber pocos jóvenes contribuyendo con los sistemas de seguridad social, y al haber poca contribución, se requerirá que los sistemas sean privados o, si siguen siendo públicos, que el Estado contribuya cada vez más con presupuesto público para financiar, lo que a su vez puede generar problemas fiscales”, comenta. El dato no es menor si se tiene en cuenta que en la región solo Chile tiene un sistema pensional puramente privado, mientras que el resto son públicos o una combinación de público-privados. Por otra parte, las personas están viviendo más tiempo, pero que cada vez haya menos personas contribuyendo al sistema de salud va a implicar que la población mayor esté sujeta a enfermedades de alto costo, asociadas a la edad. “Ese panorama puede generar que las personas deban ahorrar de manera significativa para financiar el gasto en salud. Esa es una consecuencia muy importante relacionada con la reducción de la fertilidad”, agrega el experto. Lo dicho por Giraldo toma importancia si se tiene en cuenta que el 18.9% de la población de LatAm estará constituida por personas mayores de 65 años en 2050, o sea, casi el doble de lo observado en 2024 (9.9%), según las proyecciones de la Cepal. Pero hay más: mientras que en 1950 la esperanza de vida global era de 46.5 años, ahora es de 73.7 años, que puede ser positivo si se toma como un indicador de calidad de vida, pero retador para los gobiernos. Impacto en la fuerza de trabajo Aunque la población de Latinoamérica comenzará a disminuir solo hasta 2054 por cuenta de la baja en la tasa de fecundidad, pasando de 729 millones de habitantes a 607 millones a finales de siglo, si se tienen en cuenta las previsiones de la Cepal, el desafío estará en buscar cómo mantener la fuerza de trabajo. En ese contexto, es importante generar incentivos para que los jóvenes talentos se queden en la región. “Estamos viviendo que muchos de nuestros jóvenes, de nuestros talentos, desean migrar a países más desarrollados a buscar un mejor futuro. Nos enfrentamos a la disminución significativa de la de obra talentosa que puede contribuir a la generación de productos y aumento de la productividad”, plantea Andrés Giraldo. En ese sentido, se hace indispensable mejorar las condiciones económicas de los países para que en lugar de expulsar talento, se atraigan profesionales de otros lugares del mundo. “Una crítica a Europa es que tiene una tasa de natalidad negativa en algunos países y no se abre a la migración, igual Japón”, explica el analista. Si bien no es lo único: atacar la informalidad laboral puede ser una apuesta a corto plazo: “Reducir esta problemática sería absorber una proporción importante de jóvenes para que contribuyan a la producción nacional y aporten a los sistemas de seguridad social”.