Agencias / La Voz de Michoacán Morelia, Michoacán. La película “Barbie”, de Greta Gerwig, ha despertado expectación y curiosidad. No sólo por su talentoso elenco y peculiar propuesta visual. También por redimensionar la figura de una de las muñecas más famosas de la historia. Protagonizada por Margot Robbie, su argumento es una exploración de la repercusión del juguete en la cultura popular. Al mismo tiempo, de la importancia de su aparición y el simbólico legado que la rodea. Entre ambas cosas, es una perspectiva de la representación de las mujeres, de la evolución del concepto de feminidad y de diversas luchas sociales. El largometraje aborda cómo el juguete ha sido históricamente parte de numerosas interpretaciones, controversias y polémicas. Barbie siempre fue más que un objeto infantil, pues representaba a una mujer adulta. Toda una revolución en 1959 que convirtió a su creadora Ruth Handler, y a la empresa Mattel, en blanco de críticas. En especial, por crear un concepto desconocido en el momento: un personaje con un universo propio. Lo que incluía desde ropa o coches hasta una casa. En la década de 1950, los juguetes para niñas eran, en su mayoría, bebés y modelos a escala de útiles domésticos, como cocinas, juegos de té, mesas para servir. No obstante, la idea de Ruth Handler era que su invención abarcara un nuevo estrato. Por lo que dedicó meses a planear lo que sería el principio de una marca poderosa, la exploración de una nueva forma de ver a la industria de los juguetes. Una transformación que todavía sorprende por su importancia y trascendencia. Barbie en sus inicios Ruth Handler era la hija menor de una familia de judíos polacos que emigraron a Estados Unidos en 1916, año en que nació la diseñadora. En 1938 contrajo matrimonio con Elliot Handler. La joven pareja sobrevivió con esfuerzos a los rigores de la Segunda Guerra Mundial. En medio de la grave crisis económica y el desempleo, la pequeña familia, por entonces con dos hijos, se mudó a California. Ya por la época, la creadora había dibujado los primeros bocetos de la que sería la futura Barbie. Pero la creación no tenía nombre aún y tampoco un propósito real. No obstante, estaba claro que era una propuesta novedosa en los objetos para niñas del mercado norteamericano. Por entonces, las empresas dedicadas a la fabricación de juguetes tenían objetivos muy definidos. Hasbro se especializaba en los juegos de mesa, Fisher Price en bebés y Playskool en materiales educativos. Por lo que las muñecas de plástico que imitaban a recién nacidos eran parte de colecciones secundarias y de calidad inferior a las líneas centrales de las marcas. Ruth, la visionaria Algo que Ruth Handler tuvo en cuenta cuando animó a su esposo a crear una empresa especializada en productos de plástico era que la función principal sería crear series de juguetes que fueran más que producción utilitaria. En 1945, Mattel se convirtió en una empresa que asumió el riesgo de confeccionar muñecos muy distintos al resto de su competencia. La innovación comenzó por una ametralladora de piezas móviles, que además reproducía el sonido realista de un disparo. Aunque había productos similares en las jugueterías, el que comercializó Mattel podía armarse y desarmarse para construir un segundo juguete. Pero lo que marcó la verdadera evolución de la marca fue el patrocinio del programa de televisión “Mickey Mouse Club”. En 1955, la intervención comercial en la pantalla chica era aún una novedad que despertaba desconfianza. Sin embargo, la forma en que la compañía estableció un método de promoción casi desconocido sorprendió. La empresa obsequiaba sus juguetes a los participantes de la serie y ofrecía sus productos como premios. Pronto varias de sus líneas —que iban desde juguetes didácticos hasta pequeños muebles armables en miniatura— se convirtieron en un éxito. No obstante, su mayor aporte a la historia de los juguetes estaba por llegar. Barbie cautivó a las niñas Ruth Handler había logrado sacar adelante el prototipo de una muñeca con aspecto de mujer adulta. También, todo tipo de accesorios y una casa a escala en la que viviría sola. En una época en la que a una mujer se le negaba el crédito bancario por ser soltera, la decisión de Mattel no se trataba de un hecho casual. Más tarde, la diseñadora insistiría en que su intención fue romper los paradigmas de cómo una mujer debía ser comprendida. Lo que incluía la posibilidad de que los juguetes fueran más que símbolos de maternidad o vida doméstica. Algo que sorprendió —e inquietó— a los inversores y hasta a la misma junta directiva de Mattel. Pero el origen de la futura Barbie llegó incluso a considerarse escandaloso. Su diseñadora tuvo la idea de un juguete con cuerpo femenino durante un viaje a Suiza en 1956. La Bild Lilli, basada en un personaje de dibujos animados del periódico alemán Bild, era un objeto de colección. Uno muy lejano al mundo infantil estadounidense. El modelo que inspiró la que después se convertiría en la muñeca más famosa del mundo tenía una clara intención sexual. Con un traje de baño ajustado, maquillaje y zapatos altos, era la antítesis de los inocentes juguetes norteamericanos. Lo que convenció a Ruth Handler de que una versión para el mercado local sería un éxito. La muñeca que hizo historia Trabajó casi diez años para crear una adaptación del concepto alemán. En su biografía, publicada en 1994, Ruth Handler insistió en que quería imaginar el ideal de una mujer capaz de hacer cualquier cosa. En una época llena de restricciones y limitaciones, Barbie tuvo que hacer frente a numerosas vicisitudes antes de comenzar a venderse. El prototipo —que incluía zapatos, ropa y casa— desagradó a las agencias de publicidad y al comité ejecutivo de Mattel. Pero, determinada a convertir a su proyecto en un éxito sin precedentes, la creadora convenció al departamento de diseño para producir la muñeca a precio de coste. Todas las ganancias provendrían de los accesorios, que podrían comprarse por separado, lo que provocó que la primera serie de Barbie se vendiera por un precio muy bajo. Tanto, que despertó burlas y comentarios críticos en la prensa y en las tiendas. Barbie se presentó por primera vez en la Feria Internacional del Juguete de Nueva York, en 1959. Pero ninguna marca estadounidense se atrevió a invertir, pues la muñeca tenía un aspecto adolescente y no promovía valores hogareños. Por lo que Mattel decidió comenzar una gran campaña publicitaria y vender su producto directamente a las tiendas. Un año después, el juguete —y lo relacionado con su mundo— batía récords de venta. De hecho, recuperó la inversión de un millón de dólares en el primer mes de comercialización. El éxito de Barbie mucho más allá La muñeca se convirtió en un fenómeno colectivo. Barbie era soltera, adulta y llevaba ropa femenina sin rastro infantil. Hubo debates sobre la posibilidad de que un concepto semejante fuera inadecuado para niñas pequeñas. No obstante, su popularidad sobrepasó con creces la desconfianza a su alrededor. Particularmente porque Ruth Handler basó toda la campaña publicitaria en un planteamiento ambicioso. Que Barbie fuera la proyección de los sueños de todas las niñas. Un planteamiento que la llevó a construir un universo relacionado con la idea del éxito y la plenitud femeninas a una escala por entonces desconocida. Sesenta y cuatro años después, y a pesar de la polémica inevitable a su alrededor, Barbie sigue siendo un símbolo del poder femenino. A la vez, la posibilidad de las grandes aspiraciones. Un elemento que la película de Greta Gerwig parece demostrar en toda su importancia.