“La maldición de la Miringua”, el terror que emerge del lago de Pátzcuaro hacia las salas de cine
El director de la cinta, Edgar Nito, detalla el proceso técnico y creativo de esta cinta, rodada enteramente en locaciones michoacanas.


Osiris Olachea, La Voz de Michoacán
En las profundidades del Lago de Pátzcuaro, entre la bruma nocturna y las leyendas que habitan las islas, nace la más reciente propuesta del director mexicano Edgar Nito, “Un cuento de pescadores: La maldición de la Miringua”, una cinta de terror que hunde sus raíces en la tradición purépecha y que se estrenará en salas del país este 30 de abril.
La idea surgió de manera casi sobrenatural, cuando Nito y su coguionista, Alfredo Mendoza, se encontraban en la Isla de Yunuén escribiendo otro guion, y alguien les regaló un libro con relatos locales. “Uno hablaba sobre la Miringua, una mujer que se aparece justo afuera de la cabaña donde nos hospedábamos. Justo cuando lo leíamos… se fue la luz en toda la isla”, cuenta el cineasta. A partir de esa experiencia, el guion comenzó a tomar forma con el respaldo de una investigación entre las comunidades de las islas del lago.
Esta inquietante cinta combina leyenda ancestral, fantasía oscura y miedos muy humanos, todo enmarcado en la belleza siniestra de un pueblo pesquero purépecha, donde el silencio del agua esconde secretos que claman venganza.


Rodada principalmente en las islas de Pacanda, Yunuén y Tecuena, la película se construye con un fuerte sentido de arraigo: pescadores locales, músicos tradicionales, costumbres religiosas como el Corpus Christi, e incluso el emblemático baile de los viejitos forman parte del universo narrativo. “Era importante que se contara desde ahí, con la gente de ahí”, destaca el director en entrevista para La Voz de Michoacán.
Más que una simple locación, el lago mismo se convierte en un personaje que envuelve con su misterio, es un ente vivo en la película. “La atmósfera del agua, la neblina, el silencio… todo contribuye a esta paranoia que genera la leyenda de la Miringua”, explica el director.


Rodada en condiciones extremas, con jornadas nocturnas sobre plataformas flotantes y entrenamiento para remar y pescar, la cinta también fue un reto técnico. “Filmar en el lago no es fácil. Pero tuvimos el apoyo de la gente de las islas, y eso hizo toda la diferencia”, dice Nito.
Uno de los puntos más destacados del filme es su diseño sonoro, a cargo de Omar Juárez. Cada sonido está milimétricamente trabajado. Desde grillos y aves, hasta la ausencia del agua en ciertos momentos. “Todo está pensado para generar tensión. Además, usamos instrumentos prehispánicos que aportan una textura sonora única”, comparte el cineasta. A esto se suma la cinematografía de Juan Pablo Ramírez, quien logró capturar la belleza del lago y sus noches brumosas.
A diferencia de otras películas del género, La maldición de la Miringua se aleja del terror urbano o de influencia extranjera. Es un cuento purépecha, con personajes y tradiciones locales, que no busca copiar el modelo estadounidense. “Tiene otro ritmo, otro sabor, otra alma”, afirma Nito.

El rodaje no estuvo exento de anécdotas. “Rubí (Vizcarra), la actriz principal, es albina. Un día, caracterizada como la Miringua, tuvo que cruzar el lago en una canoa. El joven que la acompañaba iba aterrado, pensaba que era la Miringua real”, recuerda entre risas.
Edgar Nito explica que este filme tiene una esencia única, al ser un largometraje que combina el misticismo del lago con un sonido y una fotografía envolventes, por lo que invita a la gente a que se acerque sin prejuicios.
“Muchos dicen que no les gusta el terror, pero esta película es otra cosa. Es una experiencia visual y sensorial distinta, profundamente mexicana. Dense la oportunidad de verla”.
En su paso por la última edición del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), la película se llevó una Mención Especial de Largometraje Mexicano de Ficción.
