Agencias/La Voz de MichoacánJueves 13 de febrero de 1992. Una multitud de jopos y hot pants estalla la Quinta Vergara en el segundo día del festival de Viña del Mar. Más tarde cierra Richard Marx y en los próximos días tocan Mecano, Loco Mía y Sergio Dalma, pero en este preciso instante la gente canta "Ritmo de la noche" a los gritos mientras Darío, sus dos coristas/bailarinas y un percusionista llamado Gustavo Radaelli (quien luego se haría famoso por las suyas con el nombre de Machito Ponce) dan el show de sus vidas. En el jurado del certamen está Marta Sánchez, la de "Desesperada", que también aplaude y menea. "Éramos inconscientes, no sabíamos qué pasaba", recuerda el cantante, y un poco agradece la inconsciencia. Alguna noche no identificada de 2001 en México. The Sacados se presenta en lo que Darío llama "un lugar perdido en el monte con un escenario cualquiera". También suena "Ritmo de la noche", pero no hay multitud para festejarlo. "En ese momento dije basta", cuenta Moscatelli, "prefiero terminar yo antes de seguir haciendo cualquier cosa". Poco después le dio un ataque de pánico: "Era joven, tenía 33 años, pero yo pensaba que estaba acabado. Decía '¿cómo hago a esta altura de mi vida para pegar un golpe de timón y empezar de nuevo?'. No sabía hacer otra cosa" . Sábado 9 de marzo de 2019. Estamos en el Arena Ciudad de México. Ya cantaron Fey, OV7, Aleks Syntek y varios más, y ahora The Sacados -en formato dúo con Darío y su esposa Cynthia Nilson, a quien conocimos cantando el tema de Verano del 98- interpreta "Ritmo de la noche" y ahora sí, hay un público que delira: 25 mil personas. La gira se llama 90's Pop Tour. "La hicimos tres años, con más de cien shows en Estados Unidos y Centroamérica, escenario 360 con luces robóticas, banda en vivo, una barbaridad", cuenta. Los Sacados estaban de vuelta entre los vivos. Darío Moscatelli ni siquiera quería ser músico. "Cuando era chico era muy fanático de las revistas de historietas, y pensaba que era lo que iba a hacer con mi vida: nunca pensé en dedicarme a la música", dice. Sí era un melómano perdido, de esos que ojean los vinilos buscando quién tocó ese arpegio de acústica en el track 4 (se reconoce "súper fanático" de los Beatles y enarbola las banderas del pop-rock de Fleetwood Mac, Charly García, The Police y demás), pero recién a los 18 años agarró una guitarra. Su entrada a la fábrica de hits fue casi por azar. Sus amigos Nicolás y Alejandro Guerrieri -quienes años después fundarían el sello Oid Mortales con DJ Dero y Tuti Gianakis- hacían house en un país que recién jubilaba a Porchetto y Piero ("era escuchar música de Júpiter: nadie hacía eso", recuerda Darío). Un día se enteraron de un concurso de la mítica Z95 comandada por Bernardo Bergeret y mandaron un demo: "Surge un mundo nuevo", construido en base a un sample de uno de los habituales diálogos entre el entonces presidente Carlos Menem y el periodista Bernardo Neustadt. "Lo llevamos y a los tres días nos llamaron diciendo que querían tener una reunión con nosotros, porque habían escuchado el tema y querían hacer algo. Fuimos, lo conocimos a Bergeret y directamente dijo: 'muchachos, esto es bárbaro, firmemos un contrato, vamos a hacer un disco'. De la nada. Yo era un tipo sin ninguna experiencia musical, ellos recién estaban comenzando. Y así fue como empezó todo", dice. Su primera asignación fue asesorar en Milnuevenoventa, el disco que grababa por entonces Guillermo Vilas ("un día estaba en la esquina de mi casa haciendo nada y al otro estaba metido en el estudio con Vilas: yo no entendía nada"). Y después sí llegó el debut con un cover de "Manué", tema de los españoles Los Inhumanos que -en un prodigio de lírica excelsa- sólo repetía: "Manué, no te arrime a la paré que te va a llenar de cal, de cal, de cal". "Los Guerrieri hicieron la base pero después nadie lo quería cantar porque era una cosa espantosa. Entonces dije: 'bueno, lo hago yo'. Yo no era cantante, así que lo hice como algo gracioso, como si fuera una actuación. Una cosa horrible pero quedó, y misteriosamente lo empezaron a pasar en la Z95 y en otras radios del interior del país", recuerda Darío, que sin querer echaba a rodar una carrera que ya lleva treinta años. Metieron un puñado de tracks en compilados y todos funcionaban, así que les encargaron un long play. En esa, Bergeret llegó con un tema del grupo británico Mystic (¡producido por Simon Cowell!) que la estaba rompiendo en Europa y apenas asomaba en las discos argentinas: "Ritmo de la noche". Lo versionaron casi calcado (con el agregado de un pasaje rapero que escribió el soon-to-be Machito Ponce), lo incluyeron en Te pido + respeto (1990) y así se la dieron de frente contra la gloria. "Esto se hizo en julio o agosto del 90 y a los dos meses ya estaba en todos lados, era una locura. Me acuerdo de que íbamos mucho a Feliz domingo con Silvio Soldán. Ahí cantamos 'Ritmo de la noche' por primera vez y nos dimos cuenta de que no era normal: la gente enloquecía con la canción. La pasaban por todas las radios, ni hablar en discotecas, y empezaron a aparecer pedidos de shows en vivo", dice Darío. Para la salida del disco hubo que ensamblar un grupo que no existía como tal, con las dos chicas que acompañaban a Darío en portada, fotos promocionales y conciertos pero no ponían de verdad sus voces. En eso sonó el teléfono. Era Marcelo Tinelli. "Tuvimos una reunión con él y dijo 'voy a hacer un programa de verano, le quiero poner Ritmo de la noche y quisiera que ustedes cantaran la cortina', así que le hicimos un jingle especial para él con 'Ritmo de la noche' y eso terminó de explotar", dice. Un par de semanas después llamó Sergio Velasco Ferrero: empezaba con un programa llamado Ritmo de la tarde y también quería la cortina: "Todos los días aparecíamos a la tarde cantando 'Ritmo de la tarde' y a la noche con 'Ritmo de la noche'". Con la sobreexposición llegaron las giras, y con ellas las escenas de beatlemanía. "En Chile estuvimos un mes de gira: recorrimos todo el país, de Arica a Punta Arena, y varias veces. Ahí tuvimos nuestro momento de rockstars, con gente pidiendo autógrafos, esperando en la puerta, tironeándonos. Parece que fue en otra vida pero sucedió", cuenta Darío. En ese contexto, dice, tiende a desbocarse: "Creo que lo manejé bien pero sí, se te sube un poco a la cabeza, porque te pensás que sos la ostia. Decís 'soy un genio, mirá que clara que la tengo'. No te acordás de que fue el trabajo y un poco de suerte lo que te llevó a eso. Te sentís que sos un poco. Un pelotudo, je". Lo más pintoresco es que en medio del éxito Darío tuvo que lidiar con un prejuicio que él mismo había tenido antes de meterse en la música: el de la condena al artista pop (y popular) en un país esencialmente rockero. "Yo estaba convencido de que eras un artista auténtico o eras algo comercial. Después lo tuve que padecer, y a veces hasta con vergüenza de hacer lo que hacía. Lo único diferente que creo que me pasó es que enseguida pegamos en otros países donde eso no existe. Después de Chile pegamos en México, y allá eso no existe: la gente escucha Kiss y Luis Miguel, Metallica y Cristian Castro. Al viajar y ver que había todo tipo de artistas y que la gente no tenía ningún prejuicio, me sorprendió muchísimo y lo naturalicé". En el 91 editaron Contraatacan con el hit que cada 21 de septiembre le pelea el tope de la playlist a "El estudiante", de los Los Twist: "La primavera". Volumen III (1992), en cambio, pasó sin mucha alharaca. Pero en Asunto chino (1994) había dos armas secretas: "Paren de venir" y -sobre todo- "Más de lo que te imaginas". "Fue el éxito más grande que tuve en toda la carrera, mucho más grande que 'Ritmo de la noche'", explica Darío. "Pasa que en la Argentina pegó 'Ritmo de la noche' pero en el resto de Latinoamérica The Sacados es 'Más de lo que te imaginas'". A caballo del hit, Darío y Cynthia se radicaron en tierra azteca en 1998, y ese mismo año la realidad los bajó de un hondazo: Mucho mejor, el disco que editaron en aquel país, no vendió casi nada. "No le fue nada bien, fue un fracaso total. Ahí uno se empieza a plantear: qué estoy haciendo, esto ya llegó a su fin, mejor terminar", dice. Lo que siguió fueron tres años de lento declive hasta llegar a aquel show "en un lugar perdido en el monte" tras el cual Darío decidió jubilar a The Sacados. Se mudó a Miami -donde todavía sigue viviendo- y consiguió trabajo en un estudio de grabación. De su criatura no quería ni escuchar hablar: "Hubo varios años sin hacer nada. Incluso cuando la gente me preguntaba '¿vos sos el de The Sacados?' decía 'no, nada que ver'", cuenta. Así, hasta que su "hermano de la vida", Gustavo "Machito" Radaelli, le contó que en la Argentina lo habían convocado para las fiestas Bizarren y que se estaba gestando un circuito de la nostalgia similar al que ya existía en Estados Unidos. "Y así fue como por 2008 o 2009, inspirado por los demás que habían empezado a volver, decidí probar", dice. Hizo algunos shows en la Argentina y todo funcionaba: el público respondía. A los dos años, una señal del destino: Coldplay editaba "Every Teardrop is a Waterfall" con un sample del fraseo de piano de "I Go to Rio" de Peter Allen, el mismo que se usó en "Ritmo de la noche". Dice Darío: "Me puse contento, pero no tanto como si fuera el autor de la canción: ahí me hubiera puesto extremadamente contento". Desde ese momento, The Sacados siguió en marcha. La gira 90s Pop Tour los devolvió al centro de la escena de 2017 en adelante. Mientras, Darío siguió con su carrera paralela: "Hace más de diez años que trabajo con Ricardo Montaner, en producción, grabándole la voz. Incluso llegué a tocar en vivo con él, dentro de su banda", dice. También colaboró con artistas como Luciano Pereyra, Azúcar Moreno y Alexandre Pires, y el año pasado lo nominaron en la categoría Mejor Ingeniería de Grabación para un Álbum, por Montaner (2019). Con la cautela de quien cantó ante estadios llenos y ante cinco personas en el medio de la nada, Darío reflexiona: "Esas cosas que pasan y que uno no lo puede creer. O seré yo, que siempre soy tan incrédulo. Me la tendría que creer más".