Esta es la historia de Johnny Cash, el cronista de los proscritos

Johnny Cash, uno de los más grandes de la música del siglo XX, cumpliría 88 años .

Jorge Ávila / La Voz de Michoacán

Al referirnos a Johnny Cash, estamos hablando de uno de los más grandes de la música del siglo XX por la tesitura de su voz y todo lo que las letras de sus canciones encierran, además de haber sido un innovador con su estilo, ya que nunca estuvo del todo en el country ni se metió de lleno en el rockabilly, sino que, si queremos ponerlo en algún lugar definido, podríamos decir que estuvo en esa delgada línea del folk junto a artistas como Bob Dylan, aunque su espectro llega incluso hasta el góspel.

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Johnny Cash nació el 26 de febrero de 1932 en Kingsland, Arkansas, en una familia pobre. En el entorno rural donde creció, forjó su gusto por la música al ritmo de country, sobre todo el honky tonk de Hank Williams, y el góspel de la iglesia a la que acudía, influencia que siempre se mantuvo a lo largo de su carrera, pues entre su discografía hay varios álbumes de cantos espirituales.

Desde muy temprana edad vivió la tragedia con la muerte de su hermano Jack, algo que lo marcó de por vida pues nunca dejó de sentirse culpable por ello.

Aún muy joven dejó el trabajo en la granja para alistarse a la Fuerza Aérea, y luego de una temporada en Europa, regresó para casarse con su primera esposa, Vivian Liberto. Para ese entonces ya tenía aspiraciones musicales y un día decidió dedicarse de lleno a cantar.

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Desde el principio sus letras fueron diferentes, enfocadas en las desgracias y sufrimiento humanos pero con una gran reflexividad que convierten cada tema en una pequeña enseñanza de vida.

Al paso de los años, su lúgubre voz y el cambio que vivió tras sus reiteradas crisis por el uso del alcohol y las drogas lo llevaron a adoptar una imagen más oscura, ganándose el mote del Hombre de Negro o The Man In Black.

Los inicios de sus presentaciones eran apoteósicos por el hecho de que, cuando aparecía sobre el escenario, nunca dejaba de iniciar con un breve "hola, soy Johnny Cash", ante lo cual, las personas del público quedaban fascinadas.

Los éxitos de Johnny Cash fueron demasiados, pero sobresalen “Get rhythm”, “I walk the line”, “Folsom Prison Blues”, “Man in black” y “Cry, cry, cry”.

Cantar para los que no tienen voz

La prisión de Folsom está en la ciudad californiana del mismo nombre, a poco más de 30 kilómetros de Sacramento, y sólo después de San Quentin, fue una de las más grandes de California. Esa prisión era temida por los criminales debido a la dureza de su régimen y condiciones, ya que, según registros, entre 1895 y 1937 murieron en la horca 93 reos.

Fue en el año 1966 cuando Johnny Cash ofreció el primer concierto en Folsom a petición de un asesino convicto, Earl Green, quien aprovechó una visita del reverendo Floyd Gresset, pastor de una iglesia que Cash visitaba, insinuando la posibilidad de que el cantante regresara a la Folsom Prison. Cash aceptó y preguntó después del show al director de eventos, “Coach” Kelly, su opinión sobre la posibilidad de hacer otro show y grabarlo todo en directo. La respuesta llegó rápido: “Cuando quieras”. Cash y Bob Johnston, productor de CBS de Bob Dylan y de Cash, y el Departamento de California de Correccionales, pusieron manos a la obra y fijaron como fecha el sábado 13 de enero de 1968.

La CBS Columbia estaba en contra, e incluso amenazó a Johnston con un posible despido: “Arruinarás tu carrera y nunca más volverás a trabajar para CBS”, le dijo un ejecutivo, a lo que Johnston contestó: “Bueno, tú mandas”.

Esa oportunidad valía oro para Cash, ya que no había tenido un éxito comercial desde que en 1964 “Understand your man” llegara al primer lugar.

El cantante necesitaba un gran regreso al mercado, lo que no resultaba fácil para la disquera, Columbia, dado que una gira promocional era complicada por el severo problema de adicción a las metanfetaminas que Cash padecía, lo que lo volvía inestable e impredecible. Afortunadamente Cash acababa de salir de su divorcio de su primera esposa, Vivian Liberto, y había bajado en mucho su consumo de drogas.

La disquera dispuso que Cash ofreciera dos presentaciones ese día, ya que eso permitiría salvar altibajos y editar ambos recitales con los mejores temas. El primero fue a las 10:20 de la mañana y el segundo lo ofreció a la 01:20 de la tarde. Según registros, en el primero hubo la nada despreciable cantidad de mil reclusos.

La empatía entre el cantante y su público fue inmediata y natural, pues los reos sintieron lo que ha sido consenso sobre la música de Johnny Cash: más que cantarles canciones, les narraba historias que ellos entendían, muchas de las cuales habían vivido. Esa es la razón por la que a Cash se le considera dentro del outlaw country, que narra la vida de los proscritos, de los criminales, los que mataron a una mujer por celos o a un hombre en Reno “sólo para verlo morir”. Aquellos que no escucharon los consejos de sus madres sobre no jugar con armas y ser buenos muchachos. Esa dureza, esa crudeza, se pone de manifiesto en temas como “Cocaine blues”. Sólo Cash podía hablarles de tú a tú. Escucharlo era como mirarse en un espejo que narraba sus desgracias y errores pero sin emitir juicios.

Entre las anécdotas de ese día está la de Glen Sherley, uno de los prisioneros de Folsom, quien solía escribir canciones que luego cantaba a sus compañeros de encierro. Escribió una canción sobre la capilla en Folsom y la cinta llegó a las manos de Johnny Cash. El día de la grabación del álbum, Cash cantó la canción en los dos conciertos, dándole créditos a Sherley, que estaba en la primera fila, haciendo de él el hombre más feliz del mundo.

Johnny Cash, en Folsom, 1968.

Pero el interés de Cash iba más allá del contacto con los reclusos, ya que se volvió activista en favor de una reforma al sistema penitenciario. Su voz llegó al subcomité del Senado estadounidense y al presidente Richard Nixon, con quien sostuvo una reunión en la Casa Blanca en julio de 1972 y le habló sobre la necesidad de una reforma.

El primer concierto salió de maravilla, y ya para el segundo, los músicos estaban cansados y la voz de Cash ya lo resentía también, por lo que casi todas las canciones del álbum son de la primera presentación, salvo “Give my love to Rose”.

Cuando el disco salió al mercado lo hizo de forma tímida, ya que Columbia estaba más enfocada en promocionar a artistas como Barbra Streisand, Simon and Garfunkel y Bob Dylan, y pese a que la música country ya no mandaba en las listas de popularidad y Columbia no había estado del todo de acuerdo con el proyecto, el sencillo “Folsom Prison blues” tuvo una gran aceptación y comenzó a escalar.

Un descalabro para el álbum llegó cuando mataron a Kennedy en Los Ángeles, a causa de lo cual las estaciones de radio dejaron de programar el sencillo hasta que Columbia editó el tema para borrar la frase “I shot a man in Reno just to watching die” (le disparé a un hombre en Reno sólo para verlo morir). Después de eso el disco siguió en el mercado y pudo continuar en las listas.

Realmente es uno de los mejores álbumes en directo que se hayan hecho. ¿Por qué?, porque es real, fresco, sin trampa ni cartón y Johnny canta mejor que nunca.

Tal es el impacto que generó este disco, que muchos artistas han hecho versiones de "Folsom Prison blues", pero quienes repitieron la hazaña de interpretar esa canción en ese lugar fueron los Jefes de Jefes, y por ello se estrenó en 2019 "Los Tigres del Norte at Folsom Prison".

A 10 años de su último disco

El 23 de febrero de 2010 se publicó el último disco, a título póstumo, del cantante. “American VI: Ain’t No Grave” es la última aportación del Hombre de Negro. A seis años de su fallecimiento, el 12 de septiembre de 2003, salió a la luz el que sería el último álbum de la serie catalogada como “American Recordings”, discos que son una maravilla para adentrarse en profundidad en la vida del cantante.

El hecho de que el artista tuvierta esa última oportunidad en su carrera, cuando ya había cumplido las seis décadas, de volver a reinventarse, es algo que en la industria musical no suele ser muy habitual. De hecho, tras unos años cayendo en la más absoluta insignificancia popular, el proyecto que se le plantó frente a sus ojos quizá fue una de sus épocas más productivas. Una voz rasgada por la edad y deteriorada por los excesos, un mago de la producción musical y unos temas que debían ser interpretados por una figura como él. La serie “American Recordings”, nombre del sello de producción, deja verdaderos himnos musicales. Desde el mítico “Personal Jesus”, de Depeche Mode, al “One”, de U2, pasando por “Solitary Man”, o acabando en la cúspide con “Hurt”, de Nine Inch Nails. De hecho, esta última canción fue como una redención de sus pecados un año antes de morir.

El éxito a nivel mundial fue tal, que muchos catalogan la versión de Cash mejor que la del propio artista original. Ganó en 2002 el premio a Mejor Videoclip del año para los Grammy y para la Música Country.

“American VI: Ain’t No Grave” fue grabado durante los últimos meses de vida del cantante en el año 2003. En mayo había fallecido su infatigable compañera, June Carter Cash, y en septiembre lo haría el propio Man in Black.

Esos meses intermedios fueron un suplicio para el cantante, tanto a nivel físico, ya que padecía una diabetes con un grado alto de afección, como a nivel emocional. En ese último periodo vital, Rick Rubin, productor de Cash desde los años 90, grabó el que sería el álbum “American V: A Hundred Highway”, publicado en 2006.

El disco vendió en su primera semana 54 mil copias y recibió críticas positivas del mundo de la música. Además, se posicionó como número 3 de la lista de Billboard en Estados Unidos. El álbum se compone de 10 canciones escritas por diferentes artistas como Kris Kristofferson, Claude Ely o Bob Nolan, entre otros. Su gran canción es la que hace honor al título del disco. “Ain’t no grave” es un tema compuesto por Claude Ely mientras estaba en la cama en 1934 enfermo de tuberculosis y su familia rezaba para que se recuperara. Ahí él interpretó de forma espontánea esta canción. Habla de ese “No habrá sepultura” como un canto de desafío ante la muerte.

Gran parte de la culpa del éxito en los años finales de Johnny Cash la tuvo el productor musical Rick Rubin. Se conocieron a principios de los 90 y la historia que les une es peculiar. Rubin tenía 30 años y era productor de hip hop. Había grabado a grupos como Red Hot Chili Peppers o Beastie Boys, pero buscaba un nuevo paso en su carrera y estaba atento a esa figura sin futuro, que fuese una leyenda y que quisiese ponerse a trabajar con él mano a mano para cultivar un éxito venidero. Tuvieron un primer acercamiento en California y Cash, a sabiendas de que en esos tiempos nadie se le acercaba, se quedó impresionado por el interés que mostraba este hombre. Cuenta en su autobiografía que además no conocía nada de su trabajo. Cash venía de acabar su contrato con Columbia a principios de los 80, en 1987 firmó con Mercury pero tuvo poco éxito.

Cash había estado grabando dos discos con sus compañeros outlaw: Waylon Jennings, Kris Kristofferson y Willie Nelson, bajo el nombre de The Highwaymen. Los cuatro eran del conjunto de aquellos artistas del country que se opusieron a los cánones de la industria de Nashville en una corriente llamada “outlaw”, es decir, fuera de la ley.

Rubin fue un tipo listo, y lo que hizo fue no adaptar a Cash a los tiempos modernos, sino descubrir una voz intimista con su guitarra. El resultado se ve en canciones como “Redemption Day”.

En los años 90 realmente no se conocía mucho acerca de ese nuevo estilo musical que estaba desarrollando Johnny Cash. Siempre había sido un estandarte de la música country, nacido en Arkansas tras la Gran Depresión, y que a mediados de los años 50 comenzó su carrera musical en Memphis con el sello Sun Records de Sam Phillips junto a otras estrellas como Carl Perkins, Elvis Presley o Jerry Lee Lewis. Un cantante con ritmos muy marcados en lo que se llamó “Boom-chicka-boom”, y con temas que en multitud de ocasiones hablaban sobre América, el campo o la iglesia. Un hombre que vestía de negro en favor de los más desfavorecidos de la sociedad, que se interesó siempre por sus compatriotas, y que bajó a los infiernos de los excesos en la época más oscura de su carrera. Su voz siempre fue su valor más diferencial, de hecho, su madre, cuando recolectaban algodón en la Colonia de Dyess (Arkansas) y los domingos iban a la iglesia, siempre le decía que lo que salía por su garganta era un don divino del cual la gente tenía que poder disfrutar. No le faltaba razón, pocas voces con esa tonalidad tan grave hemos podido escuchar a lo largo de los años. Talentos que hay que cuidar, porque salen muy pocas veces a lo largo del tiempo.

Esto queda corroborado en voz del propio Cash en el documental “The Gift”, producido por YouTube Originals.

El don de Johnny Cash

El 11 de noviembre del año pasado, en la plataforma YouTube Originals se estrenó “The gift: the journey of Johnny Cash” (“El don: la odisea de Johnny Cash”), un documental que dirigió Thom Zimny, quien también realizó “Elvis Presley: the searcher” y “Springsteen on Broadway”.

Este nuevo documental, más que enfocarse sólo en el aspecto musical del artista, aborda a Cash desde una perspectiva humana, y es que el también llamado “Hombre de Negro” nunca mantuvo independientes sus procesos creativos de la parte humana, ya que sus vivencias eran las que le indicaban qué cantar, y por eso es de los más grandes artistas del country, el rockabilly y el folk.

En voz del cantante, así como de familiares y artistas cercanos al personaje y su obra, es que el documental va narrando la vida de ese niño de Arkansas que desde temprana edad cargó con la culpa por la muerte de Jack, su hermano mayor.

A diferencia de otros documentales, en “The gift” no aparece ningún entrevistado a cuadro, sólo se escuchan sus voces mientras el espectador puede apreciar videos de archivo, muchos de ellos inéditos, o bien recreaciones, como el autobús de los años 60 que aparece a lo largo del documental evocando las interminables giras que llevaron a Cash a caer en el mundo de las drogas para mantenerse despierto durante mucho tiempo y luego para poder dormir, a lo que el escritor Warren Zanes dice: “En el periodo de la posguerra, en Estados Unidos había una nueva cultura comercial basada en sentirse mejor. La gente tenía otra noción sobre los medicamentos y las drogas: además de controlar sus experiencias físicas, controlaban sus sentimientos. Sucede demasiado rápido como para que lo puedan regular. Ese es el mundo de medicamentos y drogas en el que entró Johnny Cash”.

Pero más allá de los mitos y leyendas sobre Cash, lo que al director le interesa en este trabajo es más bien explorarlas repercusiones de la adicción que durante años padeció, como el alejamiento de sus hijas, las que tuvo con su primera esposa, y cómo eso lo sumió en una espiral autodestructiva hasta que la salvación llega en forma de mujer: June Carter, con quien se casaría en 1968 y con la que compartiría su vida hasta la muerte de la también cantante actriz.

En cuanto a lo musical, el documental se centra en tres momentos muy específicos de la carrera de Johnny Cash: la primera época en Sun Records, de donde provienen sus más grandes y recordados éxitos, lo que lo llevó a compartir giras con Elvis Presley, razón por la que Cash es uno de los grandes referentes no sólo en el country y el folk, sino también en el rockabilly.

El segundo momento es cuando graba uno de los discos más importantes de su carrera y que además tendría gran influencia: el álbum en la prisión de Folsom, mismo Cash dice que la disquera no quería comercializarlo y, sin embargo, en 1969 se convirtió en disco del año.

Sobre el mítico concierto de Cash en esa cárcel, el músico Bruce Springsteen señala en el documental: “La magia está en la simplicidad. La música de Johnny en la prisión de Folsom era una combinación de pecado y salvación. De eso se trataba la música country. Noche de sábado, mañana de domingo. La mañana del domingo era para arrepentirse por la diversión del sábado por la noche. La idea de la redención era una parte importante en la carrera de Johnny”.

El tercer momento musical que resalta el documental es cuando el músico ya no llena foros, ya no vende discos, entonces del productor Rick Rubin tiene la gran idea: grabar un disco acústico en la sala de su casa, con Cash cantando las canciones como él las sentía, con esa franqueza que, a partir de entonces, hizo que las nuevas generaciones valoraran a uno de los contadores de historias más grandes que ha habido en la música.