“London Calling”, de The Clash, vigente 40 años después de su lanzamiento

Se cumplen 40 años de un disco parteaguas, de una banda que sigue tan vigente hora como en 1979, o ¿será que el mundo no ha cambiado gran cosa desde entonces?

Redacción / La Voz de Michoacán

Este sábado 14 de diciembre se cumplen 40 años del lanzamiento de “London Calling”, de The Clash, uno de los grandes clásicos de la historia de la música del siglo XX, y uno de los más vigentes dado en lo que han derivado la música y la sociedad actuales.

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The Clash había publicado en 1979 ya dos discos amparados más o menos en la tradición punk, pero con su tercer álbum no tuvieron ningún miedo de abrirse a otros caminos, pasando a trabajar con el productor Guy Stevens, que fallecería un año y medio después a consecuencia de una sobredosis de drogas con receta para superar su alcoholismo.

El grupo buscaba un sonido más potente aunque menos pulcro, y lo consiguieron en una grabación polémica que está entre las más tumultuosas de la historia como recogía The Guardian en su momento, con Stevens tirando sillas por los suelos y vinos en los pianos para provocar a la banda y dotar a las canciones de esa rabia que contienen, algunas desarrolladas en una o dos tomas.

La manera de mantenerse tan rebeldes como vemos a Paul Simonon en la portada del disco, una icónica foto de Pennie Smith que se completó con una gráfica en homenaje o parodia de Elvis, fue no ceñirse a los parámetros del punk. De la misma manera que Joe Strummer se empeñó en utilizar esta instantánea, pese a que Pennie no quería usarla porque estaba desenfocada.

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Tras “London Calling” y una canción de puro rock’n’roll como es “Brand new Cadillac”, escrita de manera excepcional por Vince Taylor (los autores principales fueron Strummer y Mick Jones), es muy llamativo que el disco incluya de manera tan temprana en la secuencia una canción tan jazzie como “Jimmy Jazz”. Su desarrollo se aleja de los cánones del punk para incluir instrumentos de viento conduciendo a un final improvisado, con un ritmo en el que el batería Topper Headon rememora sus inicios en el jazz.

Pero es que son varias las canciones que se recrean en su poso jamaiquino, como muestra de que el punk y el reggae estaban realmente hermanados en la escena londinense, sobre todo en clubes como el Roxy de Covent Garden, donde el DJ residente Don Letts introdujo a una generación a estos ritmos.

Además, el álbum no es precisamente ajeno al malestar social. Y si hoy gobiernan Donald Trump y Boris Johnson, corría el mes de mayo de 1979 cuando Margaret Thatcher tomaba el poder como primera ministra del Reino Unido y “London Calling” -la canción- no puede sonar más como el peor de los presagios para lo que sería su política económica durante los años 80. La melodía contiene la urgencia de que algo terrible está a punto de pasar y la canción parece pura furia rebelándose contra ello.

Recordando que este álbum salió a la venta durante las últimas semanas de 1979, es notorio que contenga canciones que cuestionan el capitalismo como ese popero “Lost in the supermarket”, inspirado en el súper de debajo de la casa de Joe Strummer y su novia, exactamente en los números 471-473 de Kings Road, pero universal desde entonces: “Estoy completamente perdido en el supermercado / Ya no puedo comprar felizmente / he venido por una oferta especial / y personalidad garantizada”. Y si esta canción era versionada después lo mismo por Ben Folds que por The Afghan Whigs, “The Guns of Brixton”, escrita por Paul Simonon, que también ofrece toda su resistencia contra la opresión económica, ha sido adaptada lo mismo por Fatboy Slim que por Cypress Hill, Arcade Fire y Red Hot Chili Peppers.

“Clampdown” suena totalmente obrera con esa referencia a la esclavitud de una fábrica (“los hombres de la fábrica son viejos y maliciosos / pero no les debes nada, así que corre / son los mejores años de tu vida los que te quieren robar”). Aunque Strummer era hijo de un diplomático, le interesaba mucho el movimiento okupa y, siguiendo con la vena anticapitalista, también hay un tema llamado “Koka Kola”, que referencia sus anuncios de neón y alterna su consumo con el de cocaína en la misma frase, pues las drogas circulan por el álbum como quieren. En la pegadiza “Hateful”, con esos irresistibles “everything I want”, aparece un diálogo con un tirador mucho antes de que llegaran los ídolos del trap (“me da lo que necesito / ¿qué tienes? / necesito de todo de verdad”), a veces con consecuencias funestas (“este año he perdido algunos amigos / ¿qué amigos? / ni idea, ni me he enterado”).

“Spanish bombs, yo te quiero infinito / Yo te quiero, oh, mi corazón” puede ser el punto kitsch de un disco de singles (reales y potenciales) espectaculares que ha vendido 5 millones de copias y continúa sumando streamings a día de hoy, pero del que demasiado poco se habla, quizá porque nunca hubo reunión tras la separación de la banda en 1986, quizá porque Joe Strummer falleció hace ya casi 20 años. Pero hay una tonelada de grupos que sin ellos simplemente no habrían sido lo mismo, comenzando con U2 y terminando con No Doubt, pasando por cómo “Train in Vain” fue fusilada por Garbage en “Stupid Girl” o cómo hasta divas tan dispares como Annie Lennox y M.I.A. les adaptaron o citaron.

En fin, se cumplen 40 años de un disco parteaguas en el rock, de una banda que sigue tan vigente hora como en 1979, o ¿será que el mundo no ha cambiado gran cosa desde entonces?