Gustavo Ogarrio Comienzo por arrancarme el pellejo de mis antepasados… rasgaduras de un túnel de huellas sentimentales en el que alguna vez tuve manos para tocar el fondo del mar y asistir con puntualidad a la risa de mi madre… al destino de mantarraya con el que mi padre pagó su vocación marina, su ronroneo de luz por el mundo. Todo tuvo que comenzar alguna vez y yo comienzo cierto día en el que el granizo borró los caminos de Anaximandro y la lucha contra la vida era un caer de duraznos en el patio. Tantos comienzos bajo un sol que arrancaba besos de todas las esquinas. Soy también ese comienzo de cangrejo fracturado… de hormiga con heridas felices… de ciudad que se funde con un aire que envenena y con la murmuración de los volcanes. Soy poco menos que un final de aspas giratorias… colmena de palabras… una vieja conversación de cenizas…danza de relámpagos incomprendidos…una tierra de blancas tempestades que, de vez en cuando, hacen vibrar a la nada. Comienzo por los troncos huérfanos de bosque… hamacas feroces… pájaros siniestros que cantan la palpitación del tiempo. Comienzo sin método solar… sin río de tinieblas… sin el humor negro de los cocodrilos…comienzo con una brújula a la que se le ha caído el párpado izquierdo. Comienzo sin país, quizás en el fuego estomacal de mi madre se anuncian ya todos los delirios. Todo tuvo que comenzar alguna vez y yo comienzo por el final… ya lo dije: cangrejo fracturado… hormiga con heridas felices… ciudad que se funde con un aire que envenena y con la murmuración de los volcanes… colmena de palabras…una vieja conversación de cenizas…danza de relámpagos incomprendidos…una tierra de blancas tempestades que de vez en cuando hacen vibrar a la nada.