Gustavo Ogarrio Parece que volvemos al silencio…al que deja el confinamiento, la ausencia de todos y de nadie. Nos toca recoger el optimismo y sobrevivir, alejarnos…replegarnos. ¿Qué es este silencio? Sobre otro tipo silencio, la escritora Clarice Lispector había escrito: “Es un silencio que no duerme: es insomne; inmóvil, pero insomne; y sin fantasmas. Es terrible: sin ningún fantasma. Inútil querer probarlo con la posibilidad de una puerta que se abra crujiendo, de una cortina que se abra y diga algo. Está vacío y sin promesas”. Hay silencios sin promesas, sin nostalgia de murmullos, pero también los hay los que están vinculados al vacío de los sonidos en la memoria. El escritor turco, Orhan Pamuk, ha escrito lo siguiente: “Supongo que todas las ciudades tienen sus propios sonidos y olores. Cada sonido se mete de manera muy profunda en la memoria, pero nunca hablamos de estas cosas…Están los barcos del Bósforo, sus estructuras de madera, sus ruedas. Tienen un sonido particular. Cada rueda tiene su propio sonido. O los sonidos del metro... Londres tiene un sonido de metro diferente. O los autobuses, los camiones, las calles… Todos los sonidos son distintos. Los sonidos de los anuncios… En las ciudades portuarias están las sirenas de los barcos, que son distintas en cada ciudad, están los sonidos de los barcos locales. Y pasa lo mismo con el olor. Yo puedo hablar del olor del Bósforo cuando hay viento sur… Sientes la humedad, sientes el olor del mar… En mi ciudad ha sido como si hubiese un toque de queda, y aquí se producen a veces toques de queda reales… Aquí, ahora, durante la cuarentena, todo el espacio que habito es mi espacio, me limita y yo me limito a él. Ahora no veo a nadie en la calle. He perdido los rostros”. Hemos perdido rostros, calles, olores… ¿Qué vamos a ganar cuando todo esto termine, si es que termina?