El teléfono móvil nos escucha. Incluso los juguetes de los niños lo hacen. La empresa estadounidense Mattel está envuelta en una tremenda controversia por el lanzamiento, en el otoño próximo, de una versión de la popular muñeca Barbie que es capaz, literalmente, de hablar con los pequeños. “Hello Barbie”, que así se llama la invención, tiene un software diseñado por la empresa californiana ToyTalk que emplea algoritmos de aprendizaje automático. Esto significa que la muñeca, que tiene una conexión Wi-Fi, aprende de conversaciones previas y va desarrollando habilidades conversacionales. Es el juguete con el que han soñado varias generaciones, pero también es un sueño con un toque de pesadilla: todo lo que oye Hello Barbie quedará almacenado en los servidores de Mattel durante dos años. Y ahí es donde las asociaciones de consumidores de EEUU se han asustado. ¿Es ésta una Barbie que ‘habla’ o una Barbie que ‘espía’? Mattel rechaza la segunda opción porque, alega, si las conversaciones van a estar grabadas durante dos años es, precisamente, para que el ‘software’ vaya perfeccionándose. Las grabaciones de los niños no van a ser vendidas a terceros, ni escuchadas por nadie. Simplemente, los ordenadores de Mattel y de ToyTalk van a analizarlas para que Barbie vaya a aprendiendo a distinguir acentos, errores de dicción o gramaticales y tonos de voz. Y, además, los padres deberán autorizar a ‘Hello Barbie’ a grabar. El problema es que, como ha explicado la organización Centro para una Infancia Libre de Presiones Comerciales (CCFC, según sus siglas en inglés) ToyTalk no renuncia en su página web al uso comercial de la información que reciba a través de los juguetes. De las conversaciones de un niño con su juguete se pueden saber muchas cosas: qué programas de televisión o de ordenador le gustan, qué otros juegos practica, qué comidas prefiere, qué actividades sociales le interesan más… De hecho, hay una empresa cuya actividad se basa casi exclusivamente en conocer los gustos de sus usuarios y luego ofrecerles información a la carta en Internet. Su nombre es Google. Otro factor que ha levantado polémica es que, al dirigir el aprendizaje de Barbie, Mattel y ToyTalk están, en la práctica, dirigiendo el juego de los pequeños. Al otro lado de la muñeca está un algoritmo hecho para jugar según criterios que no tienen que ver con la imaginación de los niños. La controversia con ‘Hello Barbie’ solo es la punta del iceberg del problema de los sistemas de reconocimiento de voz que permiten dar órdenes al teléfono móvil, a la tableta o al ordenador. Son muy cómodos, por ejemplo, si se está conduciendo. Y su fiabilidad, aunque no es total, es muy alta, como ha podido comprobar el autor de estas líneas cuando ha tenido que dictar artículos y correos electrónicos a su iPad con iOS8 y ha podido comprobar que los escribe más deprisa que cuando le da a la tecla. Además, estos sistemas vienen integrados en los dispositivos. Los iPad y iPhone de Apple tienen incorporado el archifamoso Siri, el asistente personal de esa empresa; los Lumia de Microsoft traen Cortana, que es tremendamente efectivo; los móviles que tienen el sistema operativo Android, de Google, tienen Google Now, que también está incorporado en el navegador Chrome, el más usado del mundo. Todas esas empresas almacenan los comandos de voz. Esto es algo que los consumidores autorizan al hacer ‘clic’ en la casilla ‘estoy de acuerdo’ en la pantalla de términos y condiciones, que aparece cada vez que se activa un móvil o una tableta y que todos aceptan sin leer, en parte porque está escrita con toda la intención para que no se lea. Al igual que Mattel, Apple usa esas grabaciones para perfeccionar Siri por métodos mecánicos, es decir, sin intervención de seres humanos. En teoría, que no intervengan personas añade un factor de impersonalidad al tratamiento de los datos que reduce los riesgos relacionados con la intimidad. Pero la historia de internet está llena de casos de filtraciones de datos y las compañías siempre se reservan el derecho de cambiar el uso de la información que reciben. La más experta en eso es Facebook, que ha cambiado los términos de uso interminables veces e, incluso, ha llegado al extremo de alterar el orden de los mensajes en el muro de los usuarios solo para comprobar su reacción.