Agencias / La Voz de Michoacán Ciudad De México, 3 de julio.- Hace 42 años se extinguió su fuego y las puertas se cerraron. Jim Morrison pasó de ser el rockero vocalista y líder de The Doors a mítico poeta dionisiaco que en el cementerio parisino de Père Lachaise yace al lado de Oscar Wilde, Frédéric Chopin, Edith Piaf y Moliére, nada más. A los 27 años el Rey Lagarto traspasó las puertas de la percepción, esas las de William Blake que lo inspiraron para darle nombre a su banda californiana, por una supuesta sobredosis de heroína en la tina de baño de su apartamento en la capital de Francia. Así terminarían los días de James Douglas Morrison Clarke -el hijo de Clara Clarke y George Stephen Morrison, nacido en Melbourne, Florida , el 8 de diciembre de 1943- y empezaría la leyenda del músico que se hartó de ser sex symbol del rock de finales de los 60 para convertirse en un poeta maldito enfundado en ajustados pantalones de piel. Su muerte es aún un misterio y hay leyendas urbanas que aseguran que Morrison vive en algún lugar de África o que su exilio se ubica específicamente en ¡Hermosillo, Sonora! Incluso hasta el mismo tecladista de The Doors, Ray Manzarek, alimentó en vida el mito del dudoso this is the end del también llamado Mr. Mojo Risin. “Si existe un tipo capaz de escenificar su propia muerte –creando un certificado de muerte ridículo y pagando a un doctor francés–, poner un saco de 150 libras dentro del ataúd y desaparecer a alguna parte de este planeta –África, quién sabe– ese tipo es Jim Morrison. Él sí sería capaz de llevar todo esto a buen puerto. "Yo era Apolo y el era Dionisio. Lo apolíneo y lo dionisíaco, como en Nietzsche. Eso es lo que éramos. Yo mantenía el control, él era el salvaje. Sin mí, él habría sido un borracho, un alcohólico, nada. Sin él, yo no habría sido conocido como el tecladista de los Doors. Nos necesitábamos unos a otros, y eso era lo hermoso del grupo", expresó en alguna ocasión el recién organista y artífice del sonido de The Doors, fallecido el pasado 20 de mayo.