¿Esto es vida? Corriendo de un lado a otro, hostigado por el teléfono celular y los negocios. Con una dieta que no incluye gluten, ni lactosa, ni azúcar, ni chile, ni mole, ni puerco, ni cochinita, ni nada… eso no es vida. Pareciera que no hay manera de escapar de este ciclo rutinario de la sociedad actual, que atrapa, que arrastra… por mucho que huyas, el móvil te mantiene localizado con llamadas “para jodernos” todos los días, todo el día, a todas horas. El teléfono no para de sonar, el día se ha vuelto de locos, pero mientras se maneja hay que realizar negociaciones al cel; resulta casi imposible encontrar un momento libre para realizar, por lo menos, una videollamada para el hijo o el familiar que se encuentra a la distancia. La vida pasa tan a prisa, que casi ni nos damos cuenta que no tenemos momentos a solas, para uno mismo. Ya no hay risas, ni locuras, ni diversión. No hemos logrado aprender a diferenciar lo que es importante de lo urgente. ¿En qué te convertiste? ¿En qué te convertiste? Cuestiona la obra una y otra vez, de manera indirecta, al público. No todos quieren afrontar la pregunta, pues sus sueños no se han cumplido exactamente al pie de la letra, el futuro no suele ser precisamente como lo habíamos imaginado… pero nunca es tarde para una segunda oportunidad, para rectificar el camino… nunca es tarde para reencontrarse con la felicidad. ¿En qué nos hemos convertido?, eso no importa. Nunca es tarde para cambiar… todo el mundo merece una segunda oportunidad. Ese es el claro mensaje del productor y guionista Manolo Caro (el mismo autor de “No se si cortarme las venas o dejármelas largas”, “Elvira” y “Amor de mis amores”) en ésta su más reciente obra teatral “Nunca es tarde para aprender francés”, una mágica y conmovedora historia que nos regocija con la posibilidad de regresar a nuestro centro, a nuestra infancia, al mundo de fantasía que vivimos cuando pequeños, a reconciliarnos con el niño interior que durante años hemos dejado abandonado. “Nunca es tarde para aprender Francés” habla de cumplir sueños, de rescatarlos del olvido, de apreciar lo que realmente importa en la vida. ¿Qué sucedería si de un momento a otro volviéramos a ser niños, dejáramos aflorar nuestros sentimientos y conductas naturales, sin etiqueta, sin temores, sin miedo al ridículo ni al fracaso? ¿Qué pasaría si a partir de este momento usted decidiera actuar como antes, como si fuera la misma persona de antes? Dejar de ser “normal”, para volver a ser niño. Para más información consulta la edición impresa de La Voz de Michoacán del 25 de noviembre de 2015.