Notimex/La Voz de Michoacán Ciudad de México. Los menores de edad clínicamente sanos, residentes en la Ciudad de México, presentan mayores concentraciones de glucosa y leptina en ayunas, resistencia a insulina y deficiencia de vitamina D, asociada a la exposición de contaminantes ambientales como gasolina, diesel y aceites, lo que incrementa el riesgo de padecer obesidad y diabetes tipo 2. Lilian Calderón Garcidueñas, investigadora de la Universidad del Valle de México (UVM), informó lo anterior al dar a conocer resultados de su investigación en la que analizó diversos factores en personas clínicamente sanas, con peso normal, en edad promedio de 11 años. Abundó que se trata de un estudio que forma parte de la línea de investigación que desde hace 15 años realiza sobre la asociación de la contaminación ambiental con enfermedades neurodegenerativas, y en la que han encontrado una serie de factores sinérgicos en la interacción entre cerebro, el sistema nervioso periférico, el tracto gastrointestinal y el medio ambiente. Señaló que las fuentes de contaminantes del aire incluyen contaminantes ambientales comunes, como mohos y partículas finas en exteriores e interiores (PM2.5). De acuerdo a la especialista universitaria, las nanopartículas ingresan por la nariz directamente al cerebro, son inhaladas hasta los alveolos y deglutidas al tracto gastrointestinal donde pasan a la circulación sistémica o bien alcanzan el cerebro por transporte axonal de nervios como el trigeminal y el vago. Las nanopartículas usan los glóbulos rojos para alcanzar todos los órganos del individuo, incluyendo por supuesto el cerebro, donde se adhieren en el endotelio, pasan al otro lado de la barrera hematoencefálica e incluso traspasan membranas a nivel celular, de ahí la relevancia de ampliar la investigación a diferentes órganos. A través de un comunicado de la UVM, Calderón Garcidueñas indicó que lo expuesto en sus diferentes estudios es que los contaminantes ambientales tienen un impacto negativo en la salud de los niños. Los daños pueden ser desde la inmunidad deteriorada, el desarrollo psicomotor retrasado, hipertensión, la desregulación de la insulina, la función pulmonar reducida, el parto prematuro, los defectos cognitivos y de olfato, los cambios volumétricos de la materia blanca, la inflamación sistémica, neuroinflamación y las características de la enfermedad de Alzheimer. Entre los hallazgos a destacar de este estudio es que 87 por ciento de los niños participantes, quienes tenían un índice de masa corporal normal “no obesos”, mostraron altas concentraciones de leptina en ayuno, mayores concentraciones de glucosa en la sangre, así como deficiencia de vitamina D. La investigadora comentó que se sabe que los niños con obesidad están predispuestos a contraer diabetes, y que tienen que ver con las altas concentraciones de leptina y del receptor soluble de la leptina. En esta investigación, se demuestra que niños no obesos tienen hiperleptinemia, esto es, porque la neuroinflamación y el daño endotelial probablemente contribuye a las alteraciones en el transporte de la leptina a los sitios estratégicos cerebrales. Para complicar el escenario, estos niños también tienen una marcada deficiencia de vitamina D, lo que es importante debido a los conocidos vínculos metabólicos y de demencia. La neuropatóloga y neurotoxicóloga manifestó que hoy tenemos una ventana de oportunidad de 50 años entre el momento en que los niños creciendo en medios urbanos contaminados tienen los efectos perjudiciales metabólicos que se describen en esta investigación y el día en que presentarán demencia. La evidencia metabólica actual que afecta la salud de millones de niños de zonas urbanas obliga a tomar medidas inmediatas si apuntamos nuestros esfuerzos para identificar y mitigar los factores ambientales que influyen en la obesidad, la enfermedad cardio-metabólica, la diabetes mellitus y Alzheimer.