Ciudad de México.- El tiempo pasa y cada día se torna una experiencia más de vida. La evolución no es mala al contrario te da más sabiduría. Sin embargo, en varias ocasiones no nos damos cuenta de ello; por lo que aquí te dejamos 10 señales de que estás envejeciendo. Dormir mal y roncar Con el paso de los años tenemos más dificultad para dormir y es frecuente despertarnos en la noche y volvernos más madrugadores. Esto se debe a que, en la edad adulta, nuestro sueño profundo dura menos y hay necesidad de levantarnos al baño un mayor número de veces. Olvidar nombres Tener mala memoria generalmente lo consideramos normal cuando envejecemos. Aprender cosas en esta etapa de la vida puede tomarnos más tiempo que antes y la información de la cotidianidad se puede bloquear. Por ejemplo, algunos podemos tardar un buen rato en recordar dónde están las llaves de la casa o del carro, o el lugar donde dejamos las gafas. Hasta ahí no sería asunto grave. Se daña el “termostato” Para nuestro cuerpo cada vez es más difícil controlar su propia temperatura. Esto ocurre porque tenemos menos grasa debajo de la piel capaz de retener el calor corporal. Por eso es común que veamos a algunas personas mayores abrigadas constantemente, a cualquier hora del día. Como si fuera poco, nuestra capacidad para transpirar disminuye y así se nos vuelve también difícil medir cuándo hay demasiado calor. “Jorobados” y adoloridos Cuando envejecemos, el tronco se acorta porque los discos vertebrales pierden líquido y se hacen más delgados. Por la pérdida de mineral en las vértebras, la columna se nos vuelve curva y apretada. A esto le sumamos que los arcos de nuestros pies se tornan menos pronunciados, y el cartílago de las articulaciones se desgasta. Se pierde el gusto por comer La disminución de necesidades físicas y apetito se presentan también con el paso del tiempo. En ciertos casos hasta nos puede cambiar la percepción de los sabores y olores, lo cual, a veces, es efecto secundario de algunos medicamentos. Eso sin contar con que, cuando hemos sufrido pérdidas de algunas piezas dentales, aun teniendo prótesis, la facilidad para masticar algunos alimentos se dificulta y muchos optan por sopas o comidas fáciles de pasar. Pérdida de peso Se estima que después de los 55 años en los hombres se detiene el aumento de peso y la tendencia se invierte, adelgazando con mayor facilidad; esto puede relacionarse con una disminución de la testosterona (hormona sexual masculina). En el caso de las mujeres, el aumento se da hasta los 65 años y luego comienza el descenso. Cargar pastillas a toda hora Es una de las señales más importantes de la vejez y no tiene que ver necesariamente con males graves, pero sí crónicos; por ejemplo, pastillas para controlar la tiroides, el colesterol o la presión arterial. Otro caso: la hipertensión arterial y la hipotensión ortostática son más comunes en el adulto mayor. Pelear con la tecnología Si tus hijos, sobrinos e incluso compañeros de trabajo manejan mejor la tecnología no te sientas mal esto se debe a que con el paso de los años su habilidad tecnológica se reduce. Un oído no tan eficiente El equilibrio se controla en el oído interno, pero con la edad las estructuras de este cambian y su función es menos eficiente. En consecuencia, es fácil, por un lado, perder el equilibrio y no escuchar algunas conversaciones como antes, más si se está en un ambiente ruidoso. La acumulación de cera en los oídos, conocida como el “tapón de cerumen”, también puede causar dificultad para oír. Leer de lejos Las estructuras de nuestros ojos cambian. El lente natural, el cristalino, pierde elasticidad y la capacidad de abombarse o de aplanarse para enfocar. Después de los 40 se va aplanando, lo cual provoca que los rayos de luz converjan más allá de la retina. Nos resulta más fácil ver de lejos y los objetos cercanos nos parecen borrosos. A eso se le conoce como presbicia y es el responsable de que estiremos más el brazo para ver en detalle algún objeto. Al llegar a los 60, las pupilas pueden disminuir un tercio del tamaño y se vuelven más lentas para reaccionar a los estímulos de luz y oscuridad; por eso nos puede ser difícil adaptarnos a los resplandores.