Ser gay en la tercera edad ¿doblemente criticado? (video)

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Imagen: Larissa Vieyra. Las personas de la tercera edad son más vulnerables a recibir críticas.

Gerardo Diosdado/ La Voz de Michoacán.

 

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Morelia, Michoacán. Enfrentar la vejez es un proceso difícil para cualquier persona, pero ¿qué sucede cuando quien se enfrenta a la vejez es homosexual? Para las personas que se enfrentan a la tercera edad resulta difícil adecuarse a nuevas circunstancias, demandando nuevas atenciones y servicios que no siempre se satisfacen adecuadamente. Se están dando cuenta de que dentro del mundo gay, la nueva identidad comercial los deja fuera. El mercado y los medios de comunicación, junto con la complicidad de la sociedad los excluyen.

En la nueva identidad gay no caben los viejos: sólo los jóvenes (aunque no todos). Dentro del ambiente hay discriminación por ser mayor, por pesar más kilos de los que indica la norma estética, sino visten de una forma determinada, etc, dentro del ambiente esta discriminado todo aquello que salga de un cliché que es la identidad de las muchas maneras que hay de vivir la homosexualidad.

Los ancianos homosexuales sufren una doble discriminación, por ser gays para los que son homofóbicos y por ser viejos dentro del mismo mundo gay que los trata con desprecio o desinterés

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Pasaron los años 70 y principios de los 80, cuando los grupos homosexuales y lésbicos comenzaron a conformar sus primeras organizaciones y manifestaciones, muchos de esos primeros activistas, si no es que casi todos, ya están en la tercera edad, explica el sexólogo Héctor Orozco.

“La situación de un homosexual de la tercera edad en México parece doblemente vulnerable debido a la incertidumbre legal que recae sobre quienes tienen una preferencia sexual diferente a la socialmente aceptada. No son extraños los casos en que pese a la larga convivencia, la persona homosexual se ve en el desamparo no sólo emocional sino económico, cuando muere su pareja”, menciona el especialista.

En lugares como la capital sólo hay un reconocimiento legal de las parejas homosexuales que se registran, esto a partir de la aprobación de la Ley de las Sociedades de Convivencia, y en la medida que no es equiparable al matrimonio heterosexual ni tiene vigencia a nivel federal, las parejas de los y las homosexuales no tienen acceso al seguro social de su compañero o compañera, ni a una pensión de viudez.

“Ese desequilibrio entre los derechos de los heterosexuales frente a la indefensión de los homosexuales, deriva en una situación de doble o triple marginación y opresión de los homosexuales que sobrepasan la barrera de los 50 o 60 años. Las parejas homosexuales trabajan las mismas jornadas y pagan los mismos impuestos que cualquiera, y estas condiciones son por demás desventajosas”, expresa Gerardo Herrera, quien dirige un movimiento pro LGBTTTQ.

Tal situación, se inserta en una cultura de la inmediatez y de lo efímero, característica de la denominada posmodernidad y que encuentra un espacio de reproducción en el ambiente homosexual, motivo por el cual los ancianos gay tampoco se encuentran dentro de los espacios de su propia comunidad.

Héctor Orozco agrega que “esta exclusión suele darse porque directamente se les impide el acceso a los lugares (que en ocasiones fijan como límites de edad los 18 y 35 años), o bien, porque los mismos ancianos se apartan, dadas las dinámicas sociales que en ellos se ofrecen, y que no cumplen ni con sus expectativas ni con sus necesidades”.

También explica que históricamente, en el siglo XIX, los jóvenes homosexuales veían en los hombres maduros con la misma preferencia sexual, una persona que podía brindarles protección y aprendizaje en un medio particularmente hostil y cerrado, condición que en las últimas décadas del siglo pasado dio un giro de 180 grados.

“De hecho, un mito en torno al SIDA ha generado la creencia de que no hay posibilidad de contagio si la relación sexual es con un hombre menor a 35 años, por lo que muchos jóvenes homosexuales dejan de utilizar el condón, limitando sus encuentros con personas menores a dicha edad”, resalta Gerardo Herrera.

De acuerdo con Héctor Orozco, en términos generales y sin considerar deseos particulares, se piensa que los hombres y las mujeres que sobrepasan el medio siglo han perdido la libido y la necesidad del contacto físico y del amor.

“La realidad es que entre todos vamos construyendo un mundo en el que el futuro (la vejez) como seres sexo-eróticos sólo tiene cabida en esporádicas fantasías deprimentes y en sueños tecnológicos (vía el sexo cibernético y la pornografía). Los jóvenes homosexuales no parecen estar muy conscientes de que ellos mismos dejarán de ser jóvenes deseados, pero seguirán siendo homosexuales deseantes”, explica el sexólogo.

En ese sentido, para el especialista es necesario no reducir la homosexualidad “a un encuentro en la cama” sino a descubrir los diversos matices de la convivencia en la que bien caben adolescentes, jóvenes, maduros y ancianos.

Tener un grupo de amigos, un lugar para reunirse con sus contemporáneos, sitios que los incluyan ofreciendo servicios dirigidos específicamente para ellos, son opciones que no están tomadas en cuenta del todo, podemos encontrar por ejemplo saunas llenas de personas de la tercera edad porque no tienen otro lugar donde reunirse y donde buscar contacto sexual el cual se vuelve precario conforme se avanza con la edad por estar fuera de los gustos generales de cuerpos delgados y musculosos que muestren juventud y fuerza.

“Puede entonces pensarse que si tienes mas de 45 años ya estas fuera del mercado sexual, cuando de forma natural la fortaleza física comienza a minarse y todo cambia de forma. Es cuando se busca la forma de satisfacer necesidades sexuales llegando a ser unos de los principales consumidores de la prostitución, ya que si llegas a los 45 años y no tienes pareja puede resultar un tanto más complicado conseguir una, y formalizar una relación duradera que te apoye en esta etapa”, menciona Gerardo Herrera.

Una comunidad que el imaginario colectivo asocia con juventud y fiesta pero que, cuando llega a la tercera edad, "vuelve a meterse al clóset para poder seguir en la sociedad". No están casados, ni tienen hijos, ni familia, por lo que necesitan cubrir sus necesidades de afecto formando grupos de personas LGBT de la tercera edad.

"Los heterosexuales de la tercera edad están olvidados, abandonados, arrinconados y segregados. Pero los adultos mayores LGBT son invisibles. Nadie sabe que existen y ellos solamente buscan satisfacer la necesidad más primaria: acabar con la soledad y poder reunirse como una gran familia", explica Herrera.