José Luis Ceja / La Voz de Michoacán Jiquilpan, Michoacán. La recurrente intención de forestar y reforestar durante cada temporada de lluvias pudiera afectar a la biodiversidad de la Ciénega de Chapala, de acuerdo con el especialista Carlos Eduardo Ceja Mora, exdirector de Desarrollo Agropecuario de este municipio, quien destacó que si bien la intención tanto de las autoridades locales como de grupos ciudadanos por incrementar las zonas arboladas es loable, también es cierto que constituye un riesgo para las especies endémicas tanto de flora como de fauna. Durante años ha sido una tradición en este municipio realizar eventos de reforestación por parte de centros escolares, autoridades locales y organizaciones ambientalistas durante los periodos de mayo a noviembre de cada año, para aprovechar la temporada de lluvias; sin embargo, de manera recurrente estas acciones se desarrollan en las Áreas Naturales Protegidas del Bosque Cuauhtémoc y Parque Juárez, lo que a la larga, de acuerdo con el especialista, ha generado una sobrepoblación de árboles que impide que se incremente su índice de supervivencia, además de que de manera rutinaria se ha recurrido a la introducción de especies no endémicas, y esto incrementa el riesgo de enfermedades que pudieran afectar a la población nativa. Tras el recorrido realizado en la zona sierra de este municipio, el especialista afirmó que la introducción de especies de otras latitudes está afectando seriamente el equilibrio del entorno jiquilpense, pues las especies endémicas cumplen varias funciones que las introducidas no pueden, como el caso de retener la tierra para evitar erosiones y deslaves en comunidades que se ubican en cañadas. Ya con anterioridad, especialistas como Jesús Villaseñor Magallón, del Instituto Tecnológico de México Campus Jiquilpan, habían señalado que la dualidad cerro-agua ponía a este municipio. “Hay una amenaza, en realidad son dos amenazas muy fuertes las que tenemos y ambas tienen que ver con el agua y con esta dualidad de origen prehispánico de cerro y agua, esto es, el Cerro de San Francisco y lo que era el Lago de Chapala, que sigue existiendo en el subsuelo”. Esa dualidad, señaló Villaseñor Magallón, se ha venido modificando a lo largo de décadas, al grado de que frecuentemente se sufren inundaciones al oriente de la tenencia de Francisco Sarabia, encharcamiento que ante las modificaciones ocasionadas por la actividad humana se ha convertido ya en un cuerpo perene de agua, registrado incluso en la cartografía local, y que durante su temporada de mayor extensión logró colocarse a apenas 600 metros de distancia del Pozo Lobera I, en el que se extrae entre el 40 y el 50 por ciento del agua que se consume en la cabecera municipal. Esto, dijo, implicó el riesgo de contaminación del pozo, toda vez que el charco perene en las inmediaciones de Francisco Sarabia se abastece de las aguas del Río Sahuayo y el Río Jiquilpan. Tanto Villaseñor Magallón como Ceja Mora coincidieron en el riesgo asociado a la cobertura de suelo del Cerro de San Francisco, donde se han venido generando procesos de terraformación por parte de particulares con fines habitacionales, denuncia a la que se sumó la organización ambientalista Guardianes del Ambiente. Lo anterior, sumado a la agricultura de subsistencia y pastoreo, ha acelerado el cambio de cobertura de suelo que originalmente se componía de encinos. Villaseñor Magallón destacó que ante el despoblamiento de encinos se generó una nueva cobertura de suelo a base de matorral subtropical similar a la cobertura registrada en las tierras que rodean al Lago de Chapala y que están asociados con la hidratación de los suelos y la generación de atmósfera húmeda. “Ante la aparente carencia de valor económico de este matorral, es fácil erradicarlo y sembrar cultivos para pastoreo sin darnos cuenta de que la composición geológica de los suelos es muy frágil”. Foto, José Luis Ceja. Los otros riesgos Además de los daños a las especies endémicas con el cambio en la foresta existen otros riesgos como fracturas y fallas tectónicas en la parte inferior del cerro que conecta con la ciudad, “y esas fracturas y fallas, que es donde el cerro capta el agua, al quitarle la cobertura el agua ya no se infiltra y nos afecta en la parte baja; peor aún, sobre esas fallas geológicas hemos construido fraccionamientos”. señaló Villanueva Magallón, fallas que, de acuerdo con Carlos Eduardo Ceja Mora, se acentúan en las cercanías de las localidades de Los Tres Ríos y Los Laureles, donde se han incrementado las grietas en los macizos rocosos. El especialista agregó que el cambio en las especies de los árboles durante los procesos de forestación y reforestación han afectado sensiblemente la capacidad de los suelos para la captación de agua en los acuíferos subterráneos; a lo anterior se suma la aparición de algunas huertas de aguacate y cultivos de agave en las faldas y partes altas de los cerros de San Francisco y Otero, cultivos que, coinciden los especialistas, aceleran la degradación de los suelos y la disponibilidad de agua.