Cobro de piso, despojo de tierras, violaciones... detrás del levantamiento armado en Michoacán hace 7 años

La tarea no era fácil, había ediles y jefes de seguridad ‘comprados’, por lo que su lucha también fue contra los criminales de “cuello blanco”.

Foto: Archivo. Hace siete años que las autodefensas se levantaron en armas en Michoacán.

Jorge Manzo / La Voz de Michoacán

Morelia, Michoacán. El 24 de febrero de 2013, hace 7 años, nació la primera revolución armada del Michoacán moderno a cargo de civiles con camiseta blanca, a quienes se les identificó como autodefensas.

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Hombres y mujeres de todos los estratos sociales, campesinos y comerciantes; gente de los pueblos de Tepalcatepec y Buenavista que, harta del yugo impuesto por criminales, se rebeló a los Caballeros Templarios, cártel que controlaba Tierra Caliente y sus tentáculos se filtraban a los más altos niveles del poder.

Niñas eran abusadas sexualmente, familias eran despojadas de sus bienes e incluso decidían el precio del aguacate, limón y otros productos. De las minas eran dueños. Martín Barragán Cerna, José Juan Farías Álvarez e Hipólito Mora Chávez, a través de intermediarios, se pusieron de acuerdo para organizar al pueblo, quienes se levantaron en armas en contra del cártel fundado por Nazario Moreno, El Chayo.

El primer golpe fue expulsando a sus gatilleros, “halcones”, jefes de plaza y todos aquellos que servían a esa organización. Los autodefensas montaron barricadas y un cerco de seguridad que iba creciendo conforme avanzaban en el territorio.

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La tarea no era fácil, había ediles y jefes de seguridad ‘comprados’, por lo que su lucha también fue contra los criminales de “cuello blanco”. Cuando había denuncias, éstas se archivaban y las víctimas tardaban más en denunciar que en ser asesinadas.

Más tarde sumaron figuras como José Manuel Mireles Valverde y Estanislao Beltrán, Papá Pitufo, quienes se convirtieron en los voceros de este movimiento que semana a semana iba en crecimiento.

Los incipientes grupos de autodefensas fueron los que les declararon la guerra a los delincuentes, y no al revés, por lo que la amenaza en contra de quienes mostraran afinidad con los hombres y mujeres que usaban camisetas blancas era la pena de muerte o, en el mejor de los casos, la expulsión de sus casas.

El Ejército y la Policía Federal discretamente apoyaban a los civiles armados, pero el maridaje se ventiló y se confirmó al paso del tiempo, una vez que armaron operativos para dar con el paradero de los cabecillas de los Templarios, a quienes buscaron en todos lados, incluidas las cuevas que adaptaron en los cerros, en donde difícilmente entraría el Gobierno solo.

Al paso de los meses, una treintena de municipios se sumó a los autodefensas, en donde izaron las banderas blancas y colocaron barricadas en los accesos para vigilar quién entraba y salía.

Los Templarios fueron perdiendo terreno y, como reacción, prohibieron el ingreso de empresas trasnacionales que abastecían alimentos a los habitantes que quedaban en el fuego cruzado y que estaban aceptando a los llamados “comunitarios”. Todas las empresas que no se alinearan a sus exigencias eran presionadas y atacadas. La lucha siguió.

Los autodefensas portaban armas de grueso calibre y vehículos 4x4 para meterse a terracería y dar con las guaridas. Parte del arsenal con el que combatían a sus rivales fue aportado por ‘patrocinadores’ cansados de ‘pagar piso’ y extorsiones.

Más tarde, conforme creció el movimiento, se comenzó a sospechar que tenían nexos con el Cártel Jalisco; para algunos, los autodefensas sólo estaban limpiando el camino para el ingreso de una nueva gavilla.

No hay que olvidar que meses antes, el gobierno de Felipe Calderón dio por muerto a Nazario Moreno y eso le dio un margen de maniobra para dar paso de la Familia Michoacana a los Caballeros Templarios y dogmatizar a sus matones e integrantes.

Los encuentros frecuentes que sostenía con empresarios, políticos y hasta periodistas llevaron al gobierno de Enrique Peña Nieto a que confirmaran lo que era un secreto a voces entre los habitantes: tenían todo comprado o amenazado, y ante ello la insurgencia social.

Meses después, debido a la expansión de los grupos de autodefensas y el reclamo por parte de la comunidad mundial, hubo un golpe de timón en la Presidencia, por lo que se ordenó la creación de una comisión con poderes plenipotenciarios para intervenir en la entidad y recuperar territorio y labores que eran asumidas por civiles.

Había alcaldes y empresarios expulsados o resguardados ante las amenazas, mientras la delincuencia se disparaba dramáticamente. Enviados federales fueron asignados a posiciones estratégicas en áreas de Seguridad Pública y desde ahí trazaron la ruta para meter en la legalidad a los comunitarios.

Las sospechas de que los autodefensas eran financiados por el Cártel Jalisco arreciaron. Hubo víctimas colaterales, entre ellos, los cortadores de limón que fueron acribillados en Apatzingán, justo después de reunirse con las autoridades estatales en donde les pidieron ayuda.

Llegó Alfredo Castillo Cervantes como comisionado e inició otra cacería, la de funcionarios coludidos con los criminales. Una decena de ediles fue detenida, además de directores de Seguridad Pública y de Obras de varios municipios, la mayoría de ellos hoy está en libertad.

Entre los deslices del enviado presidencial estuvo el de reunirse con personas que aparentemente estuvieron ligadas a cárteles, varios de ellos asistentes a las reuniones que sostenía con el Consejo General de Autodefensas.

La Federación acordó 5 meses después de su llegada a Michoacán para la disolución de los autodefensas; antes desplegaron operativos conjuntos para tratar de exterminar a los cabecillas de los Templarios.

En sus acciones se abatió a Nazario Moreno -ahora sí- y a Enrique Plancarte, entre otros.

El ofrecimiento que se les hizo a los civiles armados fue incorporarse a la Fuerza Rural, que entró en operaciones el 10 de mayo del 2014,justo el mismo día que se dio fin a la era “revolucionaria”.

Para entonces, Hipólito Mora Chávez se concentró en su tierra, en la tenencia de La Ruana, en Buenavista, y José Juan Farías en Tepalcatepec.

Mireles recorrió las zonas que eran tomadas, rodeado de personajes que fueron surgiendo, entre ellos el llamado Comandante Cinco. Sin embargo, de un momento a otro, el hoy subdelegado del ISSSTE fue desconocido por el Consejo General, y, en su intento por tomar Lázaro Cárdenas, fue detenido en junio de 2014, en La Mira.

Duró preso casi tres años en un penal de alta peligrosidad por portación de armas de fuego de uso exclusivo del Ejército, entre otros delitos que más tarde fueron desvanecidos.

Previamente, Mirales sufrió un accidente en una avioneta en la que se desplazaba hacia La Huacana, desde Jalisco. El paso de Castillo por Michoacán generó una serie de controversias que no pararon sino hasta su salida, pero antes apoyó en la captura de La Tuta, criminal que fue buscada en cavernas, terracerías y bosques, pero que meses más tarde fue hallado en la ciudad de Morelia.

Con esto se dio el golpe más fuerte a los Caballeros Templarios, lo que hizo suponer en su disolución, sin embargo, se dio vida a nuevos grupos hoy distribuidos en varios municipios y que son los que tienen el control de las actividades ilícitas.

Las autoridades consideran que no hay hegemonía en estos momentos de alguna organización criminal, pero estiman unas cinco que están peleando el territorio, ese mismo que los grupos de autodefensas tuvieron controlado.

Hoy, a 7 años de que surgió el grupo armado harto de la criminalidad, Michoacán sigue sumido con elevados niveles de criminalidad; 2019 ha roto los récords de violencia en una era donde, se supone, las autoridades ya retomaron el control.