Desde hace cien años las chicaleras llegan a Pátzcuaro, se colocan en fila, hacen fogatas y empiezan a cocer los chicales

20 chicaleras llegan a San Francisco donde estarán dos semanas vendiendo chical y tamales estos tamales únicos

Angélica Ayala / Colaboradora La Voz de Michoacán

Pátzcuaro, Michoacán.- En la plaza de San Francisco cada Semana Santa llegan las Chicaleras, provenientes de la comunidad indígena de Pichátaro. Aunque no hay una fecha exacta de cuándo inició esta tradición, se ha transmitido de una generación a otra, por al menos cien años, al haber testimonios de mujeres que recuerdan aprender hacer los chicales y los tamales de harina y de trigo, por sus abuelitas o mamá.

PUBLICIDAD

En la plaza instalan sus fogones con tabiques sobrepuestos, en medio prenden el fuego con la madera y encima colocan las grandes tinas de metal donde cuecen los tamales, a un costado las ollas vaporeras burbujea el agua y el piloncillo donde se están cocinando las mazorcas de maíz, que al ablandarse se pueden consumir, es justamente los chicales, de ahí proviene el nombre de las chicaleras.

Todas se colocan en fila, hacen las fogatas y empiezas a cocer los chicales, mientras tanto amansan la harina de trigo o natural, que mezclan con un poco de sal o azúcar y que después cuecen en tinas poniendo agua que se calienta con las llamas de la fogata, con el vapor se van cociendo la masa que está envuelta en una hoja de maíz.

PUBLICIDAD

El trabajo de la chicalera es arduo, primero tienen que colocar sus puestos, preparar la fogata y la tina donde cocerán los tamales, después mezclan la harina batiéndola a mano con fuerza y movimientos muy precisos, la dejan reposar un momento y colocan la masa en un par de hojas de maíz y la envuelven. A diario realizan poco más de 300 tamales, que se venden durante el día de elaboración, sin embargo, por la consistencia de la masa y el modo de cocción pueden venderlos al siguiente día.

Sin embargo, este año una chicalera que por décadas ha participado en esta tradición, ahora es la excepción, doña Consuelo María Nicolás, Doña Chelo, como cariñosamente se le conoce no llegó a Pátzcuaro a instalar su puesto y vender sus chicales y tamales de harina. En el 2024, narró que tenía 95 años de edad, siempre atenta y amable, sus manos curtidas por la vida y llenas de tizne porque movía la madera, se le notaba siempre entusiasta por realizar esta tradición que heredó de sus ancestras.

Doña Chelo, nos informaron las chicaleras, sufrió una caída y su estado de salud se ha deteriorado, de tal manera que este año no le permitió llegar a vender sus chicales, “sí sentimos feo de no verla aquí, de no tenerla entre nosotros, ojalá se recupere pronto, porque ahora que no vino ha de estar bien triste, siempre estaba presente y vendiendo sus tamales y chicales”, relató una de sus compañeras.

“Pásale pásele ¿qué se va a llevar unos tamales o chicales”, expresan al momento de ver posibles clientes, “aquí tiene la prueba, pruébelos están bien buenos”, dice otra mientras extiende en una cuchara un pedazo de maíz cocido, “le damos tres por cincuenta o uno solo a veinte pesos”, los jóvenes que se acercaron lo pensaron y después de intercambiar miradas, se decidieron por llevar los tres tamales de harina por los cincuenta pesos, la chicalera los metió a una bolsa de plástico, le pagaron, se subieron a la moto y se fueron.