Con una tradición de medio siglo, portales de Pátzcuaro ya lucen las calaveritas de azúcar

A finales del siglo XIX, las familias pudientes de Pátzcuaro elaboraban dulces de calabaza y membrillo cocidos con piloncillo para esta temporada de recibimiento de las ánimas

Foto, Angélica Ayala.

Angélica Ayala / La Voz de Michoacán

Pátzcuaro, Mich.- Cada año, en el portal Hidalgo, se lleva a cabo una dulce tradición que iniciaron las religiosas Dominicas. Se dice que las figuras que se venden allí llegan para endulzar el camino de las ánimas que nos visitan el 31 de octubre y el primero de noviembre. Estas figuras son las calaveritas de azúcar que llenan de colorido el lugar. Desde las más pequeñas, que cuestan 2 pesos, hasta las más grandes, los cráneos hechos de azúcar se amontonan y se decoran con colores vibrantes. Sus ojos destellan con el reflejo de la luz, y pacientemente esperan a que alguien las compre y las coloque en el altar de los difuntos.

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Foto, Angélica Ayala.

A finales del siglo XIX, las familias pudientes de Pátzcuaro elaboraban dulces de calabaza y membrillo cocidos con piloncillo para esta temporada de recibimiento de las ánimas. Los colocaban en las ofrendas o los servían como postre a los invitados. Sin embargo, fueron las madres Dominicas quienes crearon los alfeñiques en miniatura, hechos de azúcar glas, que representaban los platos tradicionales de la región. Estas monjas se encargaron de vender las figuras para obtener ingresos para el convento.

El trabajo era tan detallado que atraía a todos aquellos que las veían o las compraban. "Se tienen relatos de que la precisión de las figuras era increíble. Las madres realizaban los alfeñiques en miniatura representando los platillos del pueblo, como las enchiladas, donde las rajas de cebolla, jitomate y lechuga se distinguían muy bien. Eran consideradas verdaderas obras de arte y diseñadas con colores muy reales y gran finura. Incluso se decía que las figuras las lijaban para que quedaran más bonitas", relató Fernando Mendoza, historiador de Pátzcuaro.

Foto, Angélica Ayala.

Entre las familias que comenzaron a vender las calaveritas de azúcar para mejorar su economía se encuentran la familia Alejandre Plasencia, que utilizaba moldes de barro para formar las figuras, no solo de calaveras, sino también de ángeles, gallos, zapatitos, botellas de vino y más. La señora María Garfia, conocida como doña Mariquita, también veía en la elaboración de figuras de azúcar una forma de ingreso para mantener a sus 14 hijos.

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El puesto de doña Mariquita se caracterizaba por los manteles bordados a punto de cruz que utilizaba para exhibir las calaveritas de azúcar, al igual que el puesto de la familia Alejandre. Con el tiempo, estos manteles tradicionales han sido reemplazados gradualmente por plásticos decorados o papel de china cubiertos con plástico transparente. Además, las figuras de chocolate han ido ocupando algunos de los puestos que antes solo vendían las de azúcar, así como personajes contemporáneos o actuales de películas relacionadas con el terror.

Entre ángeles, perros, caballos, botellas de vino, zapatitos y otros objetos, todos elaborados con azúcar, se atienden a los clientes, la mayoría de los cuales son personas de las comunidades indígenas que vienen a comprar las figuras. Algunas de las más solicitadas son los zapatitos, ya que se ofrendan a los angelitos fallecidos en el último año, es decir, a los niños, jóvenes o personas solteras. A medida que se acercan los días de la velación y aumenta el turismo, también crece la demanda de este producto artesanal.

Foto, Angélica Ayala.

Cada pieza de azúcar se considera un homenaje a los difuntos, y a cada figura se le atribuye un significado. Por ejemplo, los ángeles de azúcar que se colocan en el arco de madera forrado con flor de cempasúchil o en la ofrenda se cree que cuidan al ánima que viene a visitar a sus familiares. Son los custodios que acompañan en su viaje del inframundo a este mundo de los vivos que los esperan para recordarlos y dotarlos de alimentos para que continúen su travesía.

En agosto, las familias dedicadas a este oficio comienzan a elaborar las figuras para que estén listas a mediados de octubre, ya que el proceso requiere mucho tiempo y dedicación. Cocinan el azúcar en cazos y ollas y luego la vierten en moldes de barro o aluminio. Después de que se enfría y toma forma, desprenden las figuras. Para que queden más duras, las dejan a la intemperie y luego proceden al decorado, que se realiza con pinturas naturales y azúcar glas.