Juan Bustos / La Voz de Michoacán Morelia, Michoacán. “Si no recordamos a nuestros padres y nuestros hijos, no somos nada; nos cambia la vida cuando alguien se va, nadie está preparado para ello”, señaló Elizabeth Béjar mientras llenaba una cubeta y se preparaba para limpiar la lápida de la tumba donde yacen sus padres. Aseguró que siempre es importante recordar a la gente que más se ha querido y de la que se ha aprendido mucho: “Si no recordamos a la gente que queremos no somos nada, y ha sido difícil la pérdida de familiares en los últimos dos años”. Ella visita a sus seres queridos cada año, les platica, les abraza en sus pensamientos y ellos le regresan el abrazo con el viento que sopla al interior del panteón, una brisa cálida que este año contrastó con el frío clima con que amaneció la capital michoacana. El Panteón Municipal de Morelia recibió a miles de personas este 2 de noviembre, quienes visitaron a sus familiares en el marco de la celebración de Día de Muertos que, aun con todos los protocolos establecidos, presentó una afluencia nutrida, si bien no la de otros años. Lo que sí hubo más que en otras ocasiones fueron parientes a quiénes visitar, la pandemia de coronavirus se llevó a muchos que en otras condiciones hubieran asistido este martes como visitantes: gente muy joven, niños con toda una vida por delante. Hubo quienes llevaron únicamente una sillita, otros, una guitarra; muchos más con flores, pero nadie entró con las manos vacías. Cargaban al costado el amor por los que partieron y algo para compartir con ellos en una cita que, sin embargo, fue breve para la mayoría, pues los protocolos pusieron límite al tiempo y se pedía entrar en grupos reducidos. Panteón municipal tumbas (2) Un mensaje grabado que sonaba en los accesos principales señalaba que tenían 45 minutos para estar con sus familiares y 15 minutos para salir del panteón con solamente tres personas por familia y sin la presencia de menores de 12 años; sin embargo, la observancia de estas medidas fue relajada. Como era de esperarse, las familias se las ingeniaron para dejar atrás las medidas y reunirse una vez dentro, además de robarle algunos minutos al protocolo para poder arreglar la tumba, dejar alguna ofrenda y pasar más tiempo con sus padres, madres, hijos, esposas o esposos. Se sentaron a la mesa o a la tumba, repartieron el pan y la sal. Se contaron las últimas aventuras, pusieron al día a los suyos aprovechando su vuelta temporal del Mictlán. Entre flores de cempasúchil y ramos que colocaron para dar color a las grises estructuras del panteón, les aseguraron que hoy siguen tan presentes –si no tan vivos- como cuando tuvieron que adelantarse. El ritual es conocido: recordarlos y pedir que, estén donde estén, nos manden su protección. “Allá nos veremos pronto”, les recordaron, “pero sígannos cuidando, échenme su bendición”, les pedían a sus padres mientras unos miraban al suelo y otros levantaban los ojos al cielo. Risas, llantos, conversaciones profundas, peticiones de consejos y agradecimientos se escucharon en el camposanto moreliano. Algunos entre susurros, otros con una plática formal, pero todos aprovechando la visita para charlar algunos minutos con los que partieron antes. En los pasillos del panteón se podía ver a todos ajetreados con palas, azadones, cubetas y franelas haciendo la labor de la limpieza. A cientos de morelianos acudiendo a llenar las cubetas en los grifos distribuidos en el panteón que en momentos desesperaba ya que era un hilo de agua el que caía. Particularmente las mujeres de las familias eran las responsables de embellecer los sepulcros: acomodaron flores, sacudieron y lavaron; los varones cortaron la hierba y, en caso de ser necesario, dieron una pintada en donde se requiriera. Julia Téllez dijo que, si bien había pocas personas por los controles establecidos, al menos este año fue mejor porque hubo acceso al panteón y no fue tan triste como en 2020, “cuando no hubo oportunidad de estar en esta fecha importante con nuestra gente”. Compartió que, a su gusto, las nuevas generaciones no están prestando mucha atención a la tradición y ella los ve más enfocados en las fiestas, pero esperaba que estos tiempos invitaran a la reflexión, que pudieran continuar el Día de Muertos, particularmente ante las condiciones que ha dictado la pandemia de coronavirus, con muchas pérdidas, “aunque creo que el año pasado fue el más difícil y de más pérdidas, pienso que ya vamos saliendo”. Unos metros más adentro estaba Laura Gutiérrez. En su opinión hubo menos gente, pero no por voluntad, sino por las restricciones que se tuvieron en los panteones. “La gente sí quiere venir, pero esta situación no lo permite; en estas fechas visito a mi mamá y papá, a mis suegros, sobrinos, aunque vengo no sólo estas fechas, sino en todo el año”, relató. “Este año está muy tranquilo afuera, sin problemas de estacionamiento y no hay aglomeración como en otros años”, señaló por su parte Ángeles Martínez, mientras limpiaba uno de los sepulcros. Caterine Villegas dijo que quizá lo más triste era que no pudieran venir las familias completas; “sólo venimos nosotras dos, tengo una hija pequeñita y no la pude traer; está bien que nos cuidemos y que no haya tanta aglomeración, pero sí es triste no poder estar todos”. Manifestó que también es triste porque muchas familias han perdido a varios integrantes por la pandemia, y de igual forma por la misma emergencia sanitaria no pudieron estar en el panteón todos para honrarlos y visitarlos, lo cual incluso se tornó trágico. Sacnite Damián señaló que en las celebraciones festivas como lo que vio en el Centro Histórico estaba muy lleno, pero las actividades en panteones fueron moderadas, en crítica a los “controles” impuestos por el gobierno municipal para unas medidas, pero no a todas, privilegiando el turismo sobre los pobladores. Además, considero que es más triste este año: “En nuestros altares veneramos a personas que no creíamos que estarían, gente muy joven”. El sentimiento en todo el camposanto es similar: la maldita pandemia nos quitó a muchos.