Juan Bustos / La Voz de Michoacán Morelia, Michoacán. La detección oportuna de enfermedades y trastornos mentales en estudiantes debe ser un trabajo colaborativo entre maestros y padres de familia, frente a un contexto de cambios sociales que rebasan el hogar y la escuela. Sumado a esto, la normalización de la violencia, los contextos socioeconómicos y otras influencias pueden ser detonantes de sucesos como los del Colegio Cervantes, en Torreón, Coahuila, por lo que vale la pena detenerse a analizar y planear estrategias de acompañamiento para evitar futuros brotes de violencia al interior de planteles. Cabe recordar que el viernes 10 de enero un alumno del sexto grado generó un tiroteo al interior de su escuela, matando a una maestra, hiriendo a seis personas y posteriormente suicidándose. Es el segundo caso de este tipo en el país en los últimos dos años y medio, y ante la pregunta sobre las posibles causas de esta problemática, pareciera que nos falta todavía mucho trabajo para encontrar las respuestas, coinciden especialistas. Ese mismo día el gobierno de Coahuila responsabilizó en primera instancia los videojuegos como la inspiración del joven; posteriormente se revelaría una complicada dinámica familiar del menor ante la ausencia de los padres en su crianza y una aparente admiración por los perpetradores de la masacre de Columbine. Cadena de tutorías, una vía Para Javier López Osorio, jefe de Departamento de Programas Institucionales de la Secretaría de Educación del Estado (SEE), el caso de Torreón es preocupante e invita a ir más allá de una explicación simplificada ya que no es fácil. “Se requiere sensibilización de todos los actores educativos, de los padres y los maestros para abordar temas de trastornos psicológicos y enfermedades mentales”, refiere, en un contexto de actualidad donde las comunidades educativas, al igual que los padres, parecen haberse desentendido de evitar posibles brotes de violencia y el acompañamiento psicológico ha quedado más como un acto de buena voluntad y esfuerzos particulares, como que como una estrategia generalizada. Explicó que, si bien acciones como el operativo de Mochila Segura buscan ayudar a inhibir actos de violencia, “la solución es más compleja y requiere de una amplia participación de toda la familia para poder prevenir situaciones”. El aislamiento de un menor, cambios de ánimo repentinos y ansiedades son algunos elementos que pueden ser síntomas, “que pueden alertar a padres de familia y maestros, éste es el trabajo permanente que debemos tener todos, en casa y en la escuela”, asevera el funcionario. Explicó Javier López que en el caso de la Secretaría de Educación se trabaja ya con un grupo amplio de 25 psicólogos que capacitaran a personal que replicará los conocimientos en torno a la detección de estos síntomas a partir de un manual de la Organización Panamericana de la Salud. El objetivo es crear una cadena de capacitación que en varios años alcance a abarcar varios planteles mediante una ruta de trabajo avalada a nivel internacional. Detalló que de manera específica se trabaja con la “Guía de intervención mhGAP para los trastornos mentales, neurológicos y por consumo de sustancias en el nivel de atención de salud no especializada”, con la que se podrá ayudar a los maestros y padres de familia a detectar algún indicio de trastorno o problemas conductuales y con ello evitar complicaciones para los niños. Asimismo manifestó que se requiere también vencer los estigmas sobre los padecimientos mentales y el tratamiento psicológico: “es un tema muy recurrente, el atender estos temas es mal visto, es un aspecto descuidado por toda la población, por ejemplo, el acudir con un psiquiatra”. Aseguró que tanto Michoacán como Coahuila no están exentos de un hecho tan doloroso como el de Torreón, “tenemos en Michoacán zonas que todos conocemos que han sido tocadas por la violencia, son lugares donde se tiene que poner atención y que los padres de familia ayuden”. Señaló también que muchas veces se minimizan las actitudes de los estudiantes y se caen en meras simplificaciones sin tocar el tema a fondo que es lo que se debe hacer, “es la edad o es su personalidad, pero no se quiere ver más allá”. Detalló que para la implementación de este protocolo y capacitaciones se cuenta con el apoyo de la Coordinación del área de Salud Mental de la Secretaría de Salud de Michoacán, pero el camino sigue siendo muy largo. Modelo familiar ha mutado Para Mario Torres López, académico del Instituto Michoacana de Ciencias de la Educación (IMCED), la violencia es un elemento activo en la sociedad y varía la forma en cómo se presenta: “temas como la desigualdad y la explotación laboral son violentos, tienen efectos”. Explicó que actualmente existe un quiebre de un modelo de sociedad y sus figuras, como el caso de la familia, el cual ha trastocado los núcleos de personas, pero parece no haber impactado del mismo modo en como las instancias públicas y especialistas lo siguen tratando: “se quiere preservar una modelo familiar y social que viene de la Revolución industrial”. Y es que, desde su óptica, el contexto de violencia puede generar individuos aislados, pérdida de los valores y un estado continuo de desesperanza; “vemos que estos temas son más recurrentes, en la sociedad norteamericana con el inicio de los tiroteos escolares”, más no por ello son ajenos a la realidad mexicana, que tiene sus propios contextos sociales. Subrayó que se deben entender estos contextos y cambios, “las familias ya han cambiado desde mediados del siglo pasado, frente ello se tiene que pensar en formas de convivir y abordar ese fenómeno”. Destacó el especialista que la muerte de un niño siempre es lamentable, pero se debe entender que hay una narrativa generalizada de violencia: “ninguna escuela está exenta de esto y lamentablemente es un tema que sería difícil prevenir, no es un tema que pueda atenderse como una gripa”. El problema es que, precisamente, los brotes de violencia suelen ser atendidos como alertas pasajeras, como una pastilla que se toma ante los primeros síntomas, pero cuyo tratamiento no suele dejarse a largo plazo. El contexto de violencia, sin embargo, persiste y el gatillo de los trastornos mentales suele ser asintomático o pasar desapercibido ante las pobres acciones para medirlos. Consideró que frente un escenario de fragmentación de las identidades y asilamiento, lo pertinente es reforzar los lazos comunitarios y volvernos “más gregarios”, asimismo entender que los maestros desde la escuela no pueden resolver las necesidades afectivas que los alumnos no reciben en casa. También reconocer que problemas como la depresión son comunes e importantes. “La estigmatización de los padecimientos psicológicos es un tema importante, saber que existen y que son más cotidianos de lo que creemos, para asimismo atenderlos y que no se vuelvan un problema mayor”, dijo. No hay respuestas simples En el mismo tabú de los problemas mentales coincide el psicólogo de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH), Gerardo Baltazar Mosqueda, quien agrega que el problema de la violencia no puede ser visto desde un solo enfoque y es multifactorial, en donde no se puede dejar la cultura hacia la misma violencia que hay en el país. “Lo importante generar las mejores condiciones para la detección, el diálogo y el acompañamiento, es complicado en automático buscar culpables, generar escuela y las familias de atención”, explicó. Reiteró que responsabilizar, al igual que a los videojuegos, solamente al hogar y a la escuela por lo que se ha hecho o lo que se ha dejado de hacer no resolverá nada, por lo que se requiere de una atención multidisciplinaria para ahondar en las causas y atenderlas. En este sentido, especialistas coinciden que muchos de los perfiles de atacantes escolares son de personas completamente normales o fuera de los parámetros de posibles agresores. Ya no es el niño introvertido o del que se burlan, y aunque en el entorno familia suele ser un factor, no siempre existe de forma clara. Culpar a la familia, a la crianza misma o a los factores externos como elementos aislados poco ha ayudado hasta el momento.