Jorge Manzo/ La Voz de MichoacánFotos: Víctor Ramírez Michoacán. Janitzio, un pueblo de más de 3 mil personas, celebró en la intimidad su noche de muertos. No hubo panteones, ni los visitantes pudieron ingresar a la isla, que habitualmente recibe a unas 30 mil personas que desean vivir el ritual de reencuentro con las ánimas. Doña Tere murió hace dos meses. Ella hace dos meses que se nos adelantó, por lo que el altar monumental fue dedicado a ella, quien en vida se dedicara a la venta de artesanías. Todo lo que ella acostumbraba a disfrutar en vida fue llevado a su ofrenda por sus vecinos. La parroquia de San Jerónimo abrió sus puertas para los habitantes, quienes acudieron a orar y pedir por sus fieles difuntos. El pueblo no es el mismo, pero entre ellos dicen más vale salud que dinero, y se han visto obligados a celebrar de una manera distinta. El pueblo es irreconocible, cada año hay miles de personas que se adentran a la tradición. Pero esperan que este lunes reciban a quienes desean visitar, aunque no se permitirá el ingreso sin cubrebocas. Los visitantes sólo pueden admirar la majestuosa isla a lo lejos. En el recorrido se pueden encontrar con una grata sorpresa: una lancha con un altar. Parece increíble, pero es testigo del tráfico de decenas lanchas que intentan acercarse a una de las comunidades emblemáticas de la región lacustre. En el panteón sólo están las ofrendas que fueron llevadas previo a que cayera la noche. Nadie se quedó a velar a sus difuntos. Las pirekuas se escuchaban entre los callejones. Ellos sí respetaron todas las medidas de sanidad. Se cuidaron y también a sus turistas.