Héctor Jiménez / La Voz de Michoacán Morelia, Michoacán. La Casa de la Cultura de Morelia debe ser el edificio histórico de la capital que mayor apropiación goza por parte de los ciudadanos, pues a diferencia de otros palacios del centro histórico donde los ingresos de personas se cuentan de forma escasa, este antiguo convento suma cientos de visitas cuando funciona de manera regular, pero para lo cual debió pasar por varios siglos de cambios antes de llegar a su vocación final. 1596 es ubicada como la fecha oficial en que se inició la construcción de este inmueble que originalmente fue el Convento del Carmen que tuvo conclusión en 1619. Sin embargo, se cuentan con registros de trabajos posteriores en el edificio, en tanto que en 1659 se construyó la capilla anexa al edificio y en 1735 se mejoró el techo del templo, edificando las actuales bóvedas y cúpulas que presume el complejo arquitectónico. Durante este primer periodo del centro religioso, su atrio funcionó como cementerio mientras que al norte del convento se contó con una extensa huerta de 50 mil metros cuadrados. Ya avanzado hasta el año de 1809, se tiene registro de que en el convento estuvieron presos los integrantes de la Conspiración de Valladolid antes del estallido de la Guerra de Independencia de México. Foto: Pinteres Rosie Cervantes. La Casa de la Cultura en algún momento fue central de autobuses. Esta fecha marcó el fin de los días de tranquilidad en el Convento del Carmen, pues en 1857 los frailes fueron exclaustrados a causa de las Leyes de Reforma. Si bien el templo mantuvo su vida religiosa, el resto de las propiedades pasaron a particulares o a manos del gobierno. Mientras que la mencionada huerta fue fraccionada para la construcción de viviendas, el atrio se convirtió en la plaza pública que se mantiene hasta hoy en día. “En 1883 fue convertida en sede del Primer Cuerpo de Caballería del Estado”, señala información oficial de la Secretaría de Cultura federal. A partir de entonces, el destino del inmueble continuó sin un rumbo fijo, ya que su segundo patio fue utilizado como estacionamiento de los camiones de limpia de la ciudad, posteriormente también tuvo uso como estación de autobuses foráneos y albergue estudiantil. Después de múltiples usos y su consiguiente deterioro, tiempo durante el cual fue utilizado como estacionamiento de carros de limpia, terminal de autotransportes foráneos y bodega de comerciantes, las autoridades estatales lo rescataron para llevar a cabo su restauración, efectuada entre 1974 y 1980. Las obras se encargaron al arquitecto Arturo Ramírez Bernal, quien procuró devolver al edificio sus características originales”, señala la información de Cultura federal. Una nueva historia comenzó a escribirse a partir de 1977, cuando se abrieron las puertas del edificio en proceso de restauración pero ahora con el funcionamiento como Casa de la Cultura de Morelia. Esta iniciativa marcó una amplia respuesta de la población moreliana, cuyos jóvenes ocuparon grandes espacios en las disciplinas de artes plásticas, danza clásica, danza contemporánea, danzas del mundo, danza folclórica, teatro, literatura. Las pequeñas celdas de los frailes hacen ahora las veces de oficinas; el refectorio es un salón de conferencias; el camarín es biblioteca y las áreas propias de los trabajadores ahora funcionan como salas de exposición o de lectura, teatro, aulas de clase, librería y cafetería. La cocina conventual alberga a la Sala de Patrimonio”, explica la autoridad de cultura federal. De esta forma se revitalizó al antiguo edificio que había vagado con distintos usos durante las últimas décadas. Además de la buena respuesta a la oferta de clases, se dio el establecimiento del Centro Mexicano para la Músicas y las Artes Sonoras (CMMAAS), así como su patio principal también se convirtió en el escenario principal del Jazztival. Fuera de la actual crisis sanitaria por el COVID-19, la Casa de la Cultura de Morelia es el edificio de gobierno que presenta mayor actividad en la capital michoacana, ya que algunos otros inmuebles se ven limitados a labores burocráticas o la llegada de turistas. En contraste, el antiguo convento recibe a decenas y decenas de morelianos que forman parte de sus talleres, por donde además han desfilado docentes que se convirtieron en destacados artistas, como es el caso de Alfredo Zalce. Los gruesos muros de cantera y el frío de los pasillos recuerdan todavía la antigüedad de más de 400 años del edificio, que además cuenta con una famosa sección de criptas. Sin embargo, estas características de antiguo relato, hoy en día coexisten con el cariño que la población le profesa a la Casa de la Cultura de Morelia.