IMÁGENES NUESTRAS | Mercado de Dulces: una visita obligada

En el mercado, desfilan turistas y visitantes mirando a su paso artesanías, joyería, juguetes, decoración, instrumentos musicales y, por supuesto, los dulces típicos.

Foto: Samuel Herrera Jr.

Arved Alcántara / La Voz de Michoacán

Morelia, Michoacán. Ubicado en lo que puede ser el primer recibimiento del Centro Histórico de Morelia a ciudadanos y visitantes, el Mercado de Dulces y Artesanías Valentín Gómez Farías lleva medio siglo activo y en pie, demostrando que las delicias típicas son una de las grandes cartas de presentación de Michoacán y su ciudad capital.

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Este sitio de comercio es uno de los puntos más recurrentes y recomendados a los turistas nacionales o extranjeros. A menudo, en las calles del Centro Histórico de Morelia se pueden encontrar visitantes de otros estados o países “perdidos” entre las calles y los edificios de cantera preguntando dónde está el Mercado de Dulces. La respuesta es: sobre la avenida Madero, entre las calles Valentín Gómez Farías y El Nigromante. Es decir, junto a la Biblioteca Pública Universitaria, a espaldas del Centro Cultural Clavijero, o en contra-esquina del complejo de salas de cine del centro.

De acuerdo con información de archivo, el mercado fue construido en 1968, pues desde la década de los 30 existía la necesidad de ubicar en un solo punto a los vendedores de dulces que hacían su labor diaria en los portales del primer cuadro de Morelia. La construcción se dio como parte del antiguo Colegio Jesuita, que hoy es el Centro Cultural Clavijero.

En el mercado aún hay un patio utilizado como estacionamiento, que conduce a la parte trasera del Centro Cultural y que funciona como entrada y salida de funcionarios estatales que laboran en el complejo.

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Este sitio comercial es, además, uno de los pocos ejemplos de reubicación exitosa de vendedores en un espacio cerrado, pues intentos más recientes de integrar a ambulantes no han corrido la misma suerte, dejando un saldo de varias edificaciones con grandes tasas de desocupación en sus locales, mientras que el Mercado de Dulces sigue mostrando numerosas visitas y ventas a diario.

El lugar se compone casi principalmente de un largo pasillo que abarca casi toda la extensión de la cuadra; a través de ella desfilan los turistas y visitantes mirando a su paso artesanías de cobre, de madera, piel y otros materiales, así como joyería, juguetes, decoración, instrumentos musicales y, por supuesto, los dulces típicos: de leche, de tamarindo, obleas, cajeta, cocadas, borrachitos, rollos de fruta, calaveras de azúcar y de chocolate en temporada, hasta llegar a lo más local, los chongos zamoranos y los ates morelianos.

De acuerdo con información del Ayuntamiento de Morelia, el 80 por ciento de los visitantes de este mercado son turistas y pueden encontrar unas 900 variedades de dulces. Sin embargo, debido a la fama y recomendaciones de los ates morelianos, una vez que los turistas prueban y compran este último postre, sienten que han cumplido con otro punto de su itinerario en el territorio michoacano.

Aun con las repetidas crisis económicas en las últimas décadas, el Mercado de Dulces Valentín Gómez Farías es uno de los espacios comerciales y turísticos más exitosos del Centro Histórico. Aunque los mexicanos, aún en su papel de turista, prefieren comprar en comercios en la calle o puestos en la vía pública, los pasillos del Mercado de Dulces se ven casi siempre ocupados en sus más de 150 puestos de extensión.

A inicios de 2016, las entonces autoridades municipales entregaron la más reciente remodelación del mercado, a través de la cual se adecuaron locales comerciales y se instalaron domos para el acceso de luz natural. Asimismo, se tenía contemplado peatonalizar la calle que da nombre a este espacio de comercio; sin embargo, este proyecto no fue realizado porque no se llegó a contar con la aprobación de todos los vecinos y representantes de la zona.

A la postre, los locatarios han señalado que se requieren más trabajos de remodelación en el mercado, así como mejorar la infraestructura de acceso para personas con discapacidad. Sin embargo, este espacio con más de 50 años de vida sigue dando muestra de buena salud, las personas recién llegadas a la ciudad preguntan por él y se muestran ansiosos por visitarlo y adquirir dulces y souvenirs.