Paola Franco / La Voz de Michoacán Morelia, Michoacán. La Ciudad de la Cantera Rosa está de fiesta. Hace 479 años se fundaría el sitio que hoy es un bello y también caótico mosaico de imponente arquitectura, hermosos paisajes, ancestrales tradiciones, y un crecimiento acelerado. Era un miércoles, 18 de mayo de 1541 cuando fue fundada por el Virrey de Mendoza, la ciudad que, años más tarde, fuera epicentro de uno de los momentos más importantes de México, la Lucha de Independencia. Cuna ideológica del movimiento independentista fue Morelia, ya desde aquellos ayeres, una ciudad con vocación intelectual, con aires de libertad y esperanza en el futuro. La metrópoli guarda en sus “canteras rosas”, la historia de los pirindas, purépechas y otomíes que alguna vez ocuparon terrenos aledaños al Valle de Guayangareo, así como la historia de los españoles que inspiraran al poeta López Bermúdez: “Nos salvaremos, en nosotros mismos, con la España que llevamos dentro y con el indio que llevamos fuera”. Foto: Víctor Ramírez. Así los híbridos han hecho de Morelia un espacio diverso. Lo cambiante que ha sido la pequeña antigua ciudad de cuatro barrios, va acompañado de lo perseverante que ha sido, en sus magnánimos monumentos y en la calidez de su gente. Una sociedad que tan solo en las últimas seis décadas, ha visto aumentar su población más de diez veces y crecer su mancha urbana notablemente, pero conserva en gran medida los estilos arquitectónicos de sus viejos edificios, que hoy en más de mil casos son considerandos monumentos históricos. El controvertido nombramiento de Patrimonio Cultural de la Humanidad, su vocación de ciudad estudiantil, una fuerte tradición católica y un crecimiento urbano desordenado, son identificativos del “Jardín de la Nueva España”, como la llamara Morelos. Foto: Víctor Ramírez. Morelia tiene un corte revolucionario que se encuentra en los pasajes de su historia, la amabilidad de la gente y un espíritu nacionalista, considera el psicólogo social Gilberto Aragón, quien ha desarrollado un perfil de la Ciudad de las Canteras Rosas. Una identidad regional con un perfil socialista, que choca con el individualismo que de una u otra forma ha ido ganando terreno, considera el especialista. Zapateros, sinfonolas y el paseo de San Pedro Los zapateros remendones que ponían medias suelas por tres pesos y suelas completas por cinco pesos en San Agustín, las sinfonolas de don Lino Parrales, los títeres del Santo Niño o la Soterraña y las corridas de toros en San Juan, son algunas de las imágenes de las cuales don Rogelio Morales da cuenta en su libro Morelia: Hornacina de Recuerdos. El gran monumento a Ocampo que ocupaba la plaza con el mismo nombre o la fuente original de las Tarascas, que rememoran apasionados con la historia de la ciudad, son paisajes que ocupan espacio en la memoria de la ciudad. En donde ahora es el Bosque Cuauhtémoc, el paseo de San Pedro cobra vida en el legado escrito del cronista Manuel Gutiérrez Nájera, como “el paseo más hermoso de la ciudad”. Foto del Archivo de "Morelia a través del tiempo". Un hermoso bosque que años atrás fue un barrio de comunidades indígenas que trabajaban para los españoles, en el laborioso trabajo de moldear la cantera, como lo rememora el estudioso de la historia vallisoletana Iván Mota Velasco. El primer mercado en lo que ahora es la Plaza Valladolid, donde también en algún tiempo hubo un camposanto, son memorias de cronistas, historiadores y apasionados que han plasmado los grandes cambios de la ciudad. La Fiesta de las Rosas y el Paseo de la Lechuga Donde las tradiciones también han cambiado, la típica Fiesta de las Rosas, con la que la Plaza de Armas se convertía en un colorido jardín tapizado de flores, durante el Porfiriato poco a poco desapareció, ha compartido el historiador Ramón Sánchez Reyna. Quien también ha dado cuenta de los desfiles que iban en dirección contraria, en la segunda década del siglo XX, comenzando del Palacio de Gobierno y terminando en el hoy, Bosque Cuauhtémoc. La ciudad perdió el Paseo de la Lechuga, de la Plaza de Armas hacia el norte de la ciudad, donde como ha narrado Sánchez Reyna había existido un pueblo de indios que sembraban hortalizas, siendo estas el buen pretexto para caminar hacia allá, tal como a la colonia Manantiales y la Quemada iban a comprar fresas como parte de la cotidianidad moreliana. El entretenimiento en Morelia Los edificios de cantera guardaban al Cine Eréndira, Cine Rex o un antiquísimo cine que estaba en donde hoy se encuentra otro cine cerca del Conservatorio de Música de las Rosas, eran parte del entretenimiento moreliano. Foto: María Angeles Macouzet (Pinterest) La ciudad borracha, se llegó a decir de la capital michoacana, cuenta Ramón Sánchez, recordando la cantina del Artista que está por San Francisco; y una que está por el Carmen, llamada el Juguete. Es en los alrededores de la plaza Carrillo, donde también las cantinas tuvieron su auge, como don Samuel Herrera plasma en su libro el Barrio Carrillo y dejará evidencia en otro más que actualmente está elaborando. Don Samuel, fotógrafo que ha capturado la historia de Morelia a lo largo de su vida cuenta de las cantinas El Papagallo, el Relámpago, la Cuba Libre y otras más, que formaban parte del cotidiano en los años cincuenta. Los toritos de petate, los domingos de jaripeo, las verbenas populares en las afueras de los templos y los comerciantes resistentes a retirarse, eran y de diferente forma siguen siendo parte de los paisajes que la ciudad envuelve. Ciudad patrimonio y de estudiantes Como una de las mejores universidades está catalogada la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, misma que ha llevado el nombre de Morelia a otras regiones. Desde sus orígenes como Colegio de San Nicolás dio cabida a grandes mentes, Miguel Hidalgo impartía cátedra en sus aulas, y José María Morelos fue alumno de esta casa de estudios. Foto del Archivo de Manuel Rodríguez Morales. El cronista Carlos Arenas García, al inspirarse en esta vocación de la ciudad escribió: “dios te salve Morelia. Llena eres de gracia, el pueblo es contigo. Bendita tu entre todas las ciudades y bendito sea el fruto de tu vientre: Morelos”. El Colegio de San Nicolás de Hidalgo, desde su traslado a Valladolid en 1580 le dio a la ciudad, una importancia histórica en las artes y en la cultura. Un 8 de mayo de hace 40 años, en la fiesta del Colegio, Porfirio Muñoz Ledo recordó a los nicolaitas la importancia de la tribuna académica que sentó las bases de la Guerra de Independencia de México. A otras latitudes ha llegado Morelia, por ser también Patrimonio Cultural de la Humanidad, luego de que en 1991; se dio esta categoría a la ciudad, cuestionado por los investigadores y lamentable para algunos historiadores, ha sido este controversial nombramiento que finalmente ha puesto a Morelia en la mirada del mundo. Crece el Jardín de la Nueva España La Catedral, el Acueducto y varios monumentales edificios del Centro Histórico han permanecido imponentes ante el paso del tiempo, mientras a sus alrededores la ciudad se expande, llevando primero a la “salida” del estadio moreliano, que antes era el del Venustiano Carranza para pasar a edificar el Morelos. En la década de los noventas el ferrocarril deja de existir como un medio de transporte, es necesario agilizar su paso por la ciudad; más tarde la Expo Feria ya no podía estar en la ciudad. Así mismo, el desplazamiento de la Central de Camiones en 2001, fue uno de los cambios que el crecimiento de Morelia fue exigiendo. Recientemente los hospitales públicos se van de la urbe capitalina, a la llamada Ciudad Salud. Como parte de ese reciente crecimiento, ha sido la aparición de los fraccionamientos en las orillas de la ciudad, el surgimiento incluso de “la Nueva Morelia”, y la presencia de alrededor de 200 asentamientos irregulares en la capital. Morelia, tan cambiante, pero también tan permanente y tradicional.