Festejan el día de las ánimas en la Región Lacustre, regresan las almas a Michoacán

Desde Pátzcuaro hasta Erongarícuaro, los vivos preparan los altares para recibir y convivir una noche con los que partieron.

Foto: Víctor Ramírez

Angélica Ayala / La Voz de Michoacán

Erongarícuaro, Michoacán. La velación a las Ánimas es una celebración de las más importantes para los pueblos purépechas, una noche en la que se preparan para recibir a sus difuntos y se congrega toda la familia que participa en las labores que días previos inician para colocar la ofrenda, ya sea en los hogares o en el panteón, todo depende de la zona y de si el difunto falleció este año o el anterior. Aunque en cada poblado indígena tienen sus características, todos confluyen en celebrar la llegada de las almas.

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En Cuanajo, la velada de las ánimas se inicia por lo menos con una semana de antelación, donde desgranan el maíz para el nixtamal, que después servirá para hacer los tamales de chile con carne de puerco y de dulce, así como el atole; la madera que tienen que cortar para los fogones; la matanza del puerco para cocer la carne y que esté lista, poner a hervir los chiles; mojar las hojas de la mazorca del maíz que utilizarán para envolver la masa de los tamales.

"Cuando está lista la ofrenda, cada hogar lanza un cohete anunciando que ya pueden empezar a llevar la Kéjtsïtakua (ofrenda), en este momento ya podemos ver por todas las calles de Cuanajo la Xarakata (hoja de maíz), símbolo que ayer se festejó a los angelitos (...).

Todo se prepara desde muchos días antes, como el tradicional pan de ánima; ese pan las familias lo elaboran para adornar los altares o bien para llevarlos como ofrenda", narró Pedro Custodio, originario de esta comunidad y presidente de bienes comunales.

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La creencia es que los caballitos ayudan a las ánimas a llevar sus alimentos y bebidas durante su camino por el inframundo. Estos caballitos son de madera y son entregados por los hombres. "Se componen de flor de cempasúchil, pan de ánima, chayotes, mazorcas, plátano, míspero, guayaba, calabazas y una vela que se enciende para que con esa luz el ánima ilumine su regreso, además de un cohete que se enciende para anunciar su llegada".

Foto: Víctor Ramírez

En Pátzcuaro, el panteón de Tzurumútaro es el más visitado por los turistas. Allí, también colocan arcos forrados con flor de cempasúchil para recibir a las ánimas.

En cada una de las tumbas se aprecian elementos como la sal para ahuyentar a los malos espíritus, el agua para mitigar la sed, las velas para iluminar su camino, las orquídeas de campo color morado que solo nacen para esta celebración, canastas llenas de fruta con manzanas, plátanos, naranjas, chayotes, mísperos, papel picado y, en algunas tumbas, el copal que sirve para purificar el lugar.

En Janitzio, la isla más visitada durante la velación del primero de noviembre, poco antes de la medianoche, las familias llevan el arco a la iglesia, donde se realiza una misa y después el padre bendice a los arcos. Luego, en procesión se dirigen al panteón donde los colocarán e instalarán la ofrenda a sus difuntos. El sincretismo entre lo religioso y lo pagano se manifiesta desde hace siglos.

Los visitantes llegan a alguno de los tres muelles para dirigirse a la mítica isla. El viaje es aún más emocionante cuando se realiza por la noche, ya que a lo lejos se ve el lugar iluminado. Al llegar y empezar a subir los escalones, se siente el ambiente de celebración y respeto hacia las almas que llegarán durante toda la noche.

En el panteón, los familiares los esperan. Los hombres se cubren con sus gabanes y sombreros, mientras que las mujeres ataviadas con trajes regionales se protegen del frío con chamarras y rebozos.

En toda la ribera del lago de Pátzcuaro, se celebra la llegada de los difuntos. En la comunidad de Santa Fe de la Laguna, la velación se realiza en el hogar del difunto si solo tiene un año de haber fallecido. Ahí colocan la ofrenda y quienes visitan a la familia deben presentarse con algo que contribuya a la celebración, como cirios, frutas, veladoras, panes o botellas de vino, al entregarlo se da el pésame a la familia.

En Tzintzuntzan, en la cabecera municipal, la velación inicia con la peregrinación de los arcos, que también forran con flor de cempasúchil. Se reúnen y, acompañados por bandas de música, caminan o bailan por la avenida principal para llegar al atrio de los Olivos, donde se ubica la iglesia donde serán bendecidos los arcos y después colocados en las tumbas. Ahí también los velan durante toda la noche.

En Erongarícuaro, se realiza un festival tradicional en la plaza principal con la presentación de pireris, danzas y orquestas tradicionales. Sin embargo, es la comunidad de Arocutín donde la velación capta la atención de los visitantes. Sus pobladores la realizan con toda solemnidad y utilizando solo materiales naturales.

Destaca la gran cantidad de flor de cempasúchil. A la entrada del camposanto, colocan una gran tina en la que ofrecen chayotes o calabazas cocidas, además de ponches y atole.

El panteón de Arocutín se ubica en la parte alta de la comunidad, por lo cual, los pobladores colocan velas y pétalos de flor naranja por todo el camino hasta llegar al lugar donde están velando a las ánimas.

Foto: Víctor Ramírez

En el caso de Quiroga, las celebraciones familiares, con los grandes altares llenos de frutas y comida, son el sello distintivo de las comunidades indígenas de Santa Fe de la Laguna y San Jerónimo Purenchécuaro.

Las casas de puertas abiertas esperan tanto a vivos como a muertos, quienes conviven en fiestas que reúnen a toda la comunidad en torno a los buenos momentos y el recuerdo de los seres queridos que, como año, regresan de entre los muertos para sentarse a la mesa con los suyos.