Angélica Ayala / La Voz de Michoacán Pátzcuaro, Michoacán. Ha sido a través de las redes sociales que habitantes de Pátzcuaro han recordado el mayor incidente que se ha registrado, hasta ahora, en esta cabecera municipal. Fue el incendio del Mercado Municipal, hecho que se registró un 25 de marzo de 1995, poco antes de las 02:00 de la tarde, por un flamazo que se originó de una mala instalación de gas y que ocasionó el siniestro, que está plasmado en la historia de este Pueblo Mágico. Una de las narrativas que presentan el incidente es la del profesor Crescenciano Luquín, a la que tituló “La primavera que marcó a mi pueblo”. Inicia escribiendo que era una soleada mañana “de aquel sábado 25 de marzo del año 1995, ningún nubarrón parecía alterar la calma en el apacible y turístico pueblo de Pátzcuaro”. El Mercado Municipal es el principal centro económico de Pátzcuaro, ya que ahí confluyen diariamente miles de personas no sólo del pueblo, sino también de municipios aledaños como Salvador Escalante, Tzintzuntzan, Erongarícuaro e incluso vienen de Quiroga para adquirir la diversidad de productos que ahí se venden, desde verduras, frutas, carne, ropa, utensilios, dulces, quesos, papelería, entre muchos más artículos, además de la comida, entre tacos, tortas, corundas, platillos, caldos, etcétera. Al Profe Chano, como se le conoce en Pátzcuaro, empieza con sus recuerdos: “Con varios compañeros habíamos quedado de acudir a degustar una botana en El Estribo, en tanto adquirimos lo necesario... al filo de las 14.00 horas llegar al lugar acordado. Íbamos llegando cuando vimos una inmensa columna de humo negro, ‘¡se está quemando El Santuario!’, dijo uno de los compañeros, ‘¡no, es el Mercado!’”. En la memoria, señala que dos de sus compañeros vivían por ese rumbo, “que nos vamos a todo lo que daba el carrito que traíamos y en pocos minutos llegamos al lugar del siniestro... era un espectáculo dantesco, además de la impotencia de ver cómo andaban los comerciantes corriendo en un ir y venir desesperado, tratando de rescatar algo antes que el ígneo elemento acabara con todo”. Después de la sorpresa, escribe, “vino la organización para combatir el fuego que iba extendiéndose peligrosamente por las calles Libertad, San José y por la acera de Tanganxoan. Pronto llegaron pipas del OOAPAS, de los hoteles y, sacando agua de los aljibes, de las fincas cercanas, de pronto ya estaba formada una gran cadena humana que armados de cubetas de todo tipo de materiales y colores, combatiendo las furiosas lenguas de fuego que, amenazantes, serpenteaban en el ambiente, teniendo como fondo imponentes columnas de humo negro”. Don José, un señor de más de 80 años, recuerda la angustia que sintió cuando a través de las noticias se dio a conocer el incendio en el mercado de Pátzcuaro: “Quería salir corriendo de la ciudad para ir a ver a mi papá”, él había salido de Pátzcuaro años atrás y vivía en lo que antes era el Distrito Federal, ahora Ciudad de México. La angustia fue para toda la familia, una de sus hijas recuerda que marcaban el teléfono de la casa de su abuelo, que por años se dedicó al comercio en el Mercado Municipal y era su hábito el seguir acudiendo a comprar su mandado o vender los huevos que sus gallinas les daban. Tras varios intentos, “por fin respondió, platicaron que por fortuna había salido antes de la explosión y que se quedó a ver qué pasaba, sin sufrir ningún daño”. Narra Crescenciano Luquín que el siniestro se combatió con la solidaridad de las personas que no pasó desapercibida, “para muchas y muchos una muchacha muy guapa con rasgos indígenas muy finos, apresurada y comedida, no se daba abasto sacando cubetas de las pipas, para llevarlas hasta la gran cadena humana, volvía por más y más, en una ocasión, acercándose peligrosamente a las llamas ‘¡cuidado, muchacha!’, dijo una señora, y pareció ignorarla perdiéndose en medio del gentío entre ayudantes y mirones”. “¡Ahora por aquí!, ¡ahora por allá!, ¡ahora más acá!, ¡échenle detergente al agua!, eran los gritos que se escuchaban para mitigar las grandes llamaradas, cuando al cabo de unas horas de intensa actividad, por fin el fuego comenzó a ceder, con mayor vigor las cadenas humanas se multiplicaron para sofocar el fuego en todos los frentes, ¡hasta que por fin!”. Rememora que “algunos elementos del Cuerpo de Rescate y el incipiente Cuerpo de Bomberos local levantaban las manos indicando que lo peor ya había pasado”. En ese momento, relata el profesor, se escuchó el ulular de las sirenas de los carro tanques de los bomberos de Morelia y de Uruapan, que llegaron para apoyar y apagar el siniestro, “ellos se hicieron cargo de la situación, ya sólo para enfriar algunas casas que tenían tanques de gas estacionarios y rescoldos que humeaban incesantemente”. Una leyenda surgió tras el incendio del Mercado Municipal, la población asegura que aquella indígena de rasgos finos fue la Virgen Inmaculada de la Salud, que acudió para apagar el incendio. Hay quienes aseguran que las manos de la Virgen de Tata Vasco se tornaron más morenas, en señal de que fue ella quien apagó el incendio que, dicen, fue ocasionado por una fuga de gas en un local donde vendían quesadillas.