José Luis Ceja / La Voz de Michoacám Jiquilpan, Michoacán. Un montículo de piedra en medio de la nada pudo haber sido la última morada del insurgente mulato Gordiano Guzmán, de acuerdo con Francisco García, extrabajador del gobierno del estado de Michoacán, quien ubica este sitio no en la Ciénega, sino en la Costa de esta entidad. Señala que durante la administración estatal de Lázaro Cárdenas Batel formó parte, a título de ingeniero agrónomo, de un equipo de localización y recolección de semillas oleaginosas con miras a la producción de biodiesel en varias regiones de la entidad, entre éstas la exhacienda de Ahuindo. “ Se le llama exhacienda pero no hay nada como tal, no hay un casco, es un caserío muy disperso” en esta región, en la que, asegura, se puede caminar durante horas sin encontrar a otro ser humano. En ese sitio fue que encontró una rotonda con en la que se levantaba una edificación de piedras sobrepuestas con una lápida de piedra en la que se podían leer fechas y frases, algunas de ellas en latín. Cuestionados por el entonces trabajador del gobierno del estado, los lugareños refirieron que se trataba de la tumba del general Gordiano Guzmán. De esta experiencia, señala el entrevistado, hubo cosas que le resultaron sorprendentes como el hecho de la gran presencia de mulatos en esa región y la presencia de lo que pudiera considerarse como una secta o grupo religioso en la que los hombres portaban una cruz de madera en el cuello y las mujeres vestían túnica; sobre este tema, señaló, los habitantes de estos caseríos le comentaron que se trataba de algo que se había generado con la presencia de Gordiano Guzmán pues la cruz y la túnica, usados por hombres y mujeres respectivamente, señalaban la curación de lepra. “Al parecer el mismo Gordiano Guzmán o algún familiar muy cercano sufrió este padecimiento y mandó traer a alguien para que lo curara y se asentó ahí esta especie de secta; es curioso porque aunque eran caseríos muy dispersos entre sí y uno de otro, todos los días a cierta hora de la tarde noche encendían velas y rezaban”. En aquellos años, aseguró, el acceso a aquella región resultaba por demás complicado y la recolección de semillas se realizaba luego de extensos recorridos a lomo de caballo o camionetas de doble tracción bordeando ríos y caminos en una región con fuerte presencia de grupos de poder fáctico, al grado de que no se les permitía siquiera el uso de cámaras fotográficas, por lo que solamente recolectaban la semilla para hacer la documentación de ésta en las oficinas centrales. En lo que se refiere a la ubicación de esta rotonda, que no necesariamente pudiera ser la tumba de Gordiano Guzmán, señaló que este complejo conmemorativo se encuentra a mitad del recorrido entre Playa Azul y Caleta de Campos; de hecho, proporcionó las coordenadas de este monumento, así como la descripción de uno de los recorridos para acceder a este lugar y algunas de las frases talladas en la loza de piedra.