Héctor Jiménez / La Voz de Michoacán Morelia, Michoacán. El centro histórico de Morelia representa un mapa en el que los turistas pueden pasar días encontrando y visitando sus múltiples atractivos, como son los templos, edificios históricos, plazas, jardines e incluso esculturas, bustos y monumentos repartidos por todo el cuadro principal de la ciudad, pero a ello todavía deben sumarse las estructuras de abastecimiento de agua de la población de la antigua Valladolid, como es el caso de la Pila del Gallo. Foto: Víctor Ramírez. Antes de que la población moreliana gozara de agua corriente en sus viviendas con solo accionar una llave, gran parte de la movilidad y la división de la antigua Valladolid estaba definida por las diferentes pilas de agua repartidas por su territorio, como son la Pila del Gallo, la del Soldado, la del Santo Niño, la de La Mulata y la del Ángel, a donde los ciudadanos acudían para abastecerse del líquido indispensable en la vida diaria. Foto: Víctor Ramírez. La mayoría de estos lugares todavía siguen en pie, ya dejando de cumplir su antigua finalidad y convirtiéndose en puntos de referencia y de encuentro para los ciudadanos. Además, la presencia de estos elementos que han sobrevivido durante siglos actualmente otorga una mayor personalidad a las zonas del centro histórico donde se ubican, ofreciendo un símbolo en común para los vecinos y comerciantes cercanos. Prueba de lo anterior es el caso de la “Pila del Gallo”, que se encuentra en la parte del sur-oriente del centro histórico de Morelia, de camino a al Bosque Cuauhtémoc. Después de décadas de haber sobrevivido en este punto, el pequeño espacio sigue influyendo a su alrededor, dándoles un nombre adicional a la zona y nombrando también a los sitios cercanos ya que donde hay una Pila del Gallo, también hay una tienda “del Gallo”, una barbería “del Gallo” o una carnicería “del Gallo”. Foto: Víctor Ramírez. De acuerdo con fuentes históricas, la “Pila del Gallo Negro” se construyó en el siglo XIX con el propósito de ampliar el abastecimiento de agua en este barrio de la ciudad. Se refiere que el nombre que se le dio fue una referencia a un “tendajón” o tienda de la zona que ya tenía esa denominación. El primer gallo de la pila fue de piedra y color negro, le siguió uno de hierro, uno de cemento y finalmente uno construido de latón. La actual pila cuenta con una forma octagonal, cuyas uniones están reforzadas con “grapas” metálicas. La pequeña plaza donde se ubica la Pila del Gallo está ubicada en la esquina de Juan José de Lejarza y Antonio Alzate. Alrededor se pueden ver bares, comercios, cafés, restaurantes e incluso una tienda de instrumentos musicales. El lugar es un ejemplo de un espacio público que se ha mantenido en buenas condiciones debido a la actividad y la acción de los propios habitantes de la zona, que ha influido en que no se haya vandalizado o convertido en un foco de actividades ilegales. Foto: Víctor Ramírez. En una de las paredes que forma la esquina en la Pila del Gallo se ubica una imagen de la Virgen de Guadalupe formada con mosaico. Abajo hay una placa de cantera que dice “En conmemoración del 2 de abril de 1867”, debajo hay un nicho en cuyo costado se ubica otro mosaico que dice “Pila del Gallo, año de 1789”, que también está en perfecto estado. Más de 200 años han pasado desde la fecha del más antiguo de estos mosaicos y en este periodo largo periodo el espacio público ha presentado algunos altibajos. Apenas en 2012, se contaba con registros de que este sitio se había convertido en un área marginal, descuidada y cubierta de grafitis. Sin embargo, en años recientes formó parte de un programa de mantenimiento de algunas de las icónicas pilas de la ciudad. Ahora, la Pila del Gallo no es un espacio que requiera ser “recuperado”, únicamente se debe evitar que decaiga su estado actual.