Maricruz Rios / La Voz de Michoacán Michoacán. Desde la Meseta Purépecha y con influencia en otras regiones indígenas, las hermanas Sashenka y Tsitsiki Hernández Estrada buscan cambiar la realidad y la percepción de la misma de parte de las mujeres que integran estas comunidades. Ambas llevan el activismo a puntos donde muchas veces ni las políticas públicas ni los programas de gobierno apoyan, principalmente por un olvido institucional que permea hasta en cuestiones de género. Desde hace casi tres años, la psicóloga Shashenzka Hernández, junto con otras tres psicólogas, conformó el Colectivo Eratsikua ka P'ikuarinikua, de manera independiente y apartidista desde la comunidad de Pamatácuaro, en el municipio de Los Reyes. Tsitsiki Hernández, por su parte, trabaja con una organización nueva en la meseta tarasca. A CAMBIAR EL MOLDE Sashenka Hernández Estrada, licenciada en Psicología, compartió que “históricamente las mujeres hemos tenido menos oportunidades de acceso a los diferentes ámbitos y en específico en cuestiones de nuestros derechos laborales, porque cuando por fin éstos se conquistan para las mujeres notamos que hace falta mucho trabajo aún para lograr que sean íntegros, que gocemos de las mismas condiciones”. Señala que actualmente las mujeres careciendo de oportunidades laborales estables “y si bien es cierto que las mujeres en las comunidades indígenas nos dedicamos más a la cuestión artesanal, también es cierto que no hay muchas oportunidades en nuestras comunidades, por lo que de alguna manera nos veamos orilladas a sólo ejercer este oficio”. Aun así, admite que esta labor es imprescindible para las comunidades, porque eso también apoya y aporta a que las tradiciones se sigan preservando, a que la misma cultura purépecha vaya pasando de generación en generación, “de que los mismos conocimientos se vayan apropiando y replicando”. Recalca que “también es cierto que, en cuanto a la situación económica y laboral, estamos distantes de gozar derechos íntegros, que cumplan el propósito de brindarnos una vida digna”. Comenta que en las comunidades hay muy pocas empresas que pueden brindar seguridad social y laboral o las empresas que se encuentran en las ciudades y las personas de las comunidades tienen que trasladarse; “pero no todas las empresas que se encuentran en la urbe “cumplen con la normativa de la Ley del Trabajo y violan muchos derechos laborales, porque incluso muchas mujeres que tienen trabajo no cuentan con seguro social, se les paga el mínimo y tienen jornadas laborales muy extensas”. Bajo esta línea de ideas considera que los retos para las mujeres son muchos “y creo que esto va en aumento si eres una mujer de alguna comunidad indígena y más si eres una mujer madre y soltera, y cuando no se tienen muchas oportunidades laborales, pues se ven como las dificultades reflejadas en la dinámica de ser madre”. Refiere, no obstante, que el sector empresarial no necesariamente es el único camino, que las mujeres en las comunidades indígenas pueden organizarnos para tejer proyectos de autogestivos, “donde podamos ser dueñas de nuestros espacios, de nuestros tiempos… como las cooperativas artesanales”. Menciona que el capitalismo y neoliberalismo son sistemas inevitablemente jerárquicos, clasistas, racistas y patriarcales, “pero no creo que pueda romperse esa estructura, porque en sí mismo es así, y considero para poder aspirar a mejorar íntegramente las condiciones laborales para la mujer, tendríamos primero que cuestionarnos que entendemos como trabajo, porque en muchas ocasiones el trabajo ha sido utilizado como herramienta opresiva para con nuestros cuerpos”. Respecto a cuáles podrían ser las políticas públicas ideales para mejorar la calidad de vida de la mujer, responde que es un tema complejo, pero considera fundamental un trabajo de deconstrucción en el sentido patriarcal, que está muy arraigado a las instituciones del Estado mismo, y muchas de las veces, sus políticas públicas no alcanzan la realidad de las mujeres porque son políticas pensadas desde los privilegios. “Habría que pensarnos y repensarnos con otras mujeres desde nuestros territorios, pero sí creo que uno de los puntos que se puede cuestionar es el privilegio desde donde se están dictando las normas y las leyes para regular nuestros cuerpos y nuestras vidas”, revira. ‘Eratsikua ka P'ikuarinikua’ Desde hace casi tres años, la psicóloga Sháshenzka Hernández, junto con otras mujeres, trabaja en "Eratsikua ka P'ikuarinikua" un colectivo que busca cambiar vidas y pensamientos en comunidades purépechas. Los proyectos con los que colaboro normalmente son desde la prospectiva de género; estoy, desde hace casi tres años en un espacio de refugio y escucha para las mujeres en la comunidad de Pamatácuaro, y en generar para toda la mujer purépecha; en total somos cuatro psicólogas, organizadas de manera autogestiva e intentamos sostener los procesos psicológicos que se elaboran o no se elaboran en las comunidades de alrededor”. En este sentido, mencionó que la respuesta hasta el momento ha sido muy favorable: “Yo creo que en las comunidades indígenas tenemos mucha necesidad de este tipo de espacios, pero también ha sido muy difícil, en las comunidades no estamos acostumbrados a atender nuestra salud mental, sólo se atiende la salud física y la salud mental pasa a ser un privilegio”. Lo que ocurre es que en las comunidades indígenas los ingresos económicos de las familias a veces son mínimos, porque tienen poco acceso laboral, “muchas veces la atención psicológica no es una necesidad primordial en las dinámicas familiares”. LA FAMILIA, EL PRIMER COLECTIVO Tsitsiki Hernández Estrada, licenciada en Letras y también abogada por la UMSNH, compartió que la mujer en los espacios laborales fuera de la casa sí ha tenido un avance, pero ha sido a pulso, se ha ganado por parte de las mismas mujeres en espacios públicos y privados. Pienso que tiene que ver con el nivel de estudio, que para muchas de nosotras se está normalizando estudiar, el cuestionarnos si queremos casarnos a temprana edad; incluso también la misma familia te ayuda a seguir estudiando y eso nos hace ganar espacio en las universidades y, por ende, también en los trabajos”, apunta. Reconoce que también hay otras realidades, en donde la pobreza y la marginación siguen siendo bien factibles y que para muchas mujeres sea más difícil salir de su pueblo, de su casa, porque no tienen el permiso de su familia o piensan que casarse es su destino, “porque muchas lo piensan como destino”. Respecto al trabajo que realizan las mujeres artesanas en las comunidades, destacó que, aunque no sea visibilizado o bien remunerado, todo el tiempo están trabajando desde que se levantan hasta que se acuestan; “te lo digo por la experiencia de mi abuelita, ella se dedica a hacer rebozos”. El tema de las artesanías no hay una valoración real y sustancial en el trabajo que ellas hacen y también es por los prejuicios que tenemos como personas, el pensar que lo que se hace por una comunidad indígena es menos valioso que lo que se hace por una marca reconocida”. Y es por ello que “regateamos mucho por el desconocimiento de todo el esfuerzo que lleva hacer una pieza, como hacer un rebozo, hacer una camisa”. A las comunidades, ni las políticas públicas no los planes oficiales las apoyan, debido a un olvido que permea en cuestiones de género. Respecto a los avances que se puedan observar con el movimiento feminista por parte de los gobiernos estatales, dice que en el caso Michoacán no hay políticas sustanciales a favor de las mujeres, tampoco a nivel nacional, “lo hemos platicado, la agenda de género no es prioritaria, es más, no sabemos si es una agenda”. “Pero al interior del movimiento sí hay un avance significativo a nivel general, y es bonito, porque finalmente es algo que no debemos perder de vista”, reflexiona. “Incluso en esta situación de pandemia, hemos sido capaces de alzar la voz e incluso de salir cuando ha sido muy necesario, como fue con el caso de Jessica”. Resaltó que ve que más personas que se acercan al movimiento, “cuestionan las dinámicas patriarcales, desde más chivitas, más chiquititas son capaces de demandar a su agresor, porque nos estamos sintiendo cobijadas y acompañadas ante la violencia estructural. Y aunque convergen muchas posturas e ideologías, el enemigo es el patriarcado y el sistema también, entonces vamos a estar y vamos a permanecer”. “Sabemos que no es una lucha de dos, tres, cuatro años, no es de corto plazo, es una lucha que nos puede llevar toda la vida y tenemos que luchar porque sabemos que vienen personas detrás de nosotras, tenemos que mejorar sus relaciones, que sean más equitativas”. Respecto a si pertenece a una organización feminista, responde que de forma organizada trabaja en un nuevo colectivo en la Meseta Purépecha, fue por invitación de mi hermana y una compañera de ella en Comachuén, tiene poco, por eso aún no tiene nombre, pero vamos caminando a nuestro ritmo”. La idea surge de que se percataron de hacía falta un movimiento en la comunidad, en la región, para combatir la violencia. Sin embargo, opina la primera organización que se nos es dada, es la familia: “no la escoges, naces ahí y es muy bonito. Yo pienso que cuestionarnos el patriarcado y luchar en contra de él va en todos los ámbitos de nuestra vida, en todos”. Y no podemos decir, “aquí si soy feminista y aquí no, me agacho, y es que esto es una lucha constante y en todos los espacios. Desde mi casa cuestionamos estas relaciones verticales, estructurales, yo pienso que ahí, desde la misma educación que mis papás nos dieron, hay una relación equitativa”, concluye. EDUCACIÓN, FACTOR CLAVE PARA DECONSTRUIR La maestra de preescolar Nathaly Sánchez Velázquez, trabaja en Buenavista; para ella, ser una mujer trabajadora representa tener una oportunidad de crecer como persona, el ser independiente y no solamente económicamente, sino también emocionalmente. “Saber que puedo brindarme a mí misma la oportunidad de tener un mejor futuro y que ahora que también tengo una hija, ofrecerle esas mismas herramientas con las cuales ella pueda generar un cambio en su vida cuando ella guste”. La lucha por la igualdad y la equidad de género la trabaja cada persona desde su trinchera, y en particular desde la educación es importante empezar a derribar barreras. En el caso particular de Nathaly Sánchez, comparte que tiene la fortuna de trabajar con seres humanos, con su educación, por lo que durante las clases que imparte se ha dado a la tarea de explicarle y enseñarle a las niñas que son personas valiosas y que pueden lograr todo lo que se propongan sin importar obstáculos o lo que les digan otros que tienen que ser de grandes; “y con los niños, trabajar el tema del respecto para con las niñas, las mujeres”. Finalmente, compartió que el Día Internacional de la Mujer es una fecha importante que conmemorar, porque se tiene que recordar la lucha por la equidad de género y derechos laborales, así como la justicia social de todas las mujeres que han muerto a consecuencia de las malas condiciones laborales, mismas con las que aún hay gente laborando. “Como mujeres tenemos que respetarnos independientemente de nuestros ideales, de nuestras ideologías, poner el ejemplo entre mujeres y respetarnos.