Angélica Ayala / La Voz de Michoacán Pátzcuaro, Michoacán. La celebración de la Asunción de la virgen María se llevó a cabo con la bajada de la imagen de su camarín para realizar la peregrinación al interior de su basílica. Como parte de la festividad, también se realiza la quema de palomitas de papel que las integrantes de la Corte de Honor entregan durante el quincenario previo. Estas palomitas representan peticiones o intenciones que las personas anotan y luego se queman en un pebetero mientras la virgen se acerca a la puerta y da la vuelta para continuar su camino. A lo largo del día, la orquesta tocó sones, abajeños, valses, música regional y otros géneros para amenizar la fiesta en honor de la patrona de la Arquidiócesis de Morelia y Pátzcuaro. Mientras tanto, en la kermés se ofrecían platillos típicos de la región como enchiladas rojas, pozole, elotes, postres y una variedad de guzgueras para que la gente comprara y los fondos también fueran destinados a la fiesta de la virgen. Durante el quincenario, a diario se realizan peregrinaciones con la réplica de la imagen, en las que participan colonos de las diferentes parroquias e iglesias de la cabecera municipal, así como grupos eclesiásticos. Durante esta festividad, la corte de honor de la virgen Inmaculada de la Salud entrega palomitas de papel a quienes participan en el rosario y comulgan, como incentivo para que escriban alguna petición o agradecimiento. Estas palomitas se colocan en un buzón durante este tiempo y en el día de la festividad principal se ponen en un pebetero y se queman, dando como significado que cada una de las peticiones es elevada al cielo. Después de la celebración eucarística, el padre anuncia que la virgen bajará de su camarín para realizar la procesión al interior de la Basílica. La gente empieza a aplaudir, sobre todo cuando la imagen que cargan los caballeros de la virgen desciende por las escaleras hasta llevarla a la base previamente colocada frente al altar. Allí, la inciensa el sacerdote y los caballeros se disponen a colocar la pesada base en sus hombros. Con movimientos y pasos bien sincronizados, comienzan a caminar. Primero por el pasillo central, mientras otros caballeros se adelantan para pedir a la gente que se orille lo más posible. Algunas personas, emocionadas por ver a la virgen de cerca, lloran de emoción. Hay quienes, de manera rápida, estiran la mano para tocar su manto. Los vigilantes les piden que no lo hagan. Luego la imagen regresa por uno de los pasillos laterales. Durante el recorrido, los fieles no pierden la oportunidad de tomar fotos y videos con sus celulares, a pesar de las indicaciones del sacerdote de contemplar la imagen sin distracciones. Algunos de los caballeros piden a la gente que se aparte con mal humor y hasta enojados. Uno de ellos dice: “Háganse para allá, solo pueden estar aquí los medios”. Cuando se le responde que representa a un medio de comunicación, se enoja más y se dirige a su compañera que va transmitiendo en vivo desde la página oficial de la Basílica. Le dice: “Hasta para atrás”. La reportera no interrumpe su paso ni su movilidad. Para finalizar su recorrido, nuevamente colocan la imagen frente al altar. Uno de los sacerdotes, como es tradición cada año, le lee un texto que él mismo escribió. En este texto expresa su fe y amor por la virgen, así como las virtudes que posee. Rodeada de sus caballeros, la gente se acerca lo más que puede. Mientras tanto, se anuncia que subirá a su camarín, donde bajará nuevamente el próximo ocho de diciembre y recorrerá las calles principales del centro histórico de Pátzcuaro. “¡Viva la virgen de la Salud!” Grita uno de los fieles, y todos responden con un fervoroso “¡Viva!”. Empiezan a subirla por las escaleras. Las cortinas del camarín permanecen cerradas. Cuando se abren, la gente empieza a aplaudir nuevamente. Para concluir su peregrinaje, suena la canción escrita para ella: “Hay unos ojos que sí me miran, hacen que mi alma tiemble de amor. Son unos ojos tan primorosos, ojos más bellos no he visto yo”, reza una de las estrofas. Finalmente, afuera, toda la vendimia ha terminado. Solo quedan dos algodones de azúcar que una mamá compra para sus hijos, lo único que alcanzaron. La orquesta sigue tocando mientras los fuegos artificiales comienzan a tronar en el cielo, iluminando el lugar uno tras otro. Esto provoca que la gente se detenga y no pierda la vista del cielo. Exclamaciones como “¡Ah, qué bonito!” se oye decir cuando los juegos pirotécnicos terminan de explotar.