Angélica Ayala / La Voz de Michoacán Tzintzuntzan, Michoacán. Una de las tradiciones centenarias durante la Semana Santa en lo que fue la capital del imperio purépecha es la salida de los Espías o legionarios, durante el miércoles y el Jueves Santo, en que los jóvenes recorren las calles de Tzintzuntzan hasta llegar a la comunidad de Ojo de Agua. Montados a pelo en sus caballos, cubren sus rostros con la montera y solamente se comunican con un silbato de barro. La legión está buscando a Jesús de Nazaret para apresarlo, simulan a los soldados romanos de aquella época. La religiosidad y la penitencia son el sentido que los Espías les dan a esta actividad, algunos por tradición, otros más lo hacen en honor Cristo del Santo Entierro que se venera en el templo de Santa Ana, ubicado en el Atrio de Los Olivos. Este Cristo es venerado por miles de creyentes, luego más porque el hecho de que el Cristo creció, los lugareños relatan que la imagen elaborada con pasta de caña de maíz y bulbos de orquídeas creció y por ello tuvieron que añadirle un espacio a la urna que lo protege. Los jóvenes que participan se visten con pantalón y camisa blanca, su cintura la rodean con una faja roja, al color de la montura que cubre sus rostros, dejando solamente unas hendiduras a la altura de los ojos, también utilizan calcetas rojas que cubren desde los pies hasta las rodillas. Su actividad la inician y terminan saludando al Cristo del Santo Entierro, se santiguan y hacen sonar los silbatos de barro, nadie habla, el silbato es su único modo de comunicarse. Foto, Angélica Ayala. No importa el calor intenso que se siente después del mediodía y durante la tarde, la montura sólo se la quitan para comer, el desayuno y la comida la ofrecen los habitantes del lugar, como manera de participar en esta actividad. La mayoría es por tradición; durante el miércoles, el primer día que salen a las calles, solamente visitan tres de los cristos que permanecen en resguardo del mismo número de familias. Por las calles se percibe un silencio, solamente se escuchan los cascos de los caballos cuando van pasando o el sonido del silbato que los Espías conocen bien, ya sea para parar o para seguir con el recorrido, las personas salen de sus casas para verlos pasar, en algunos casos se pueden apreciar algún adorno de color morado. Los Espías son una tradición centenaria, nadie recuerda cómo inició, ni siquiera las personas mayores, sólo saben que cada miércoles y Jueves Santo salen a buscar a Jesús de Nazaret para aprehenderlo y entregarlo a Pilatos, tienen prohibido hablar. La aprehensión se da hasta este jueves por la noche en el atrio de Los Olivos, durante la representación de la Última Cena y la captura de Jesús para ser crucificado. Durante todo el Jueves Santo, los Espías visitan a los Cristos que están a resguardo de algunas de las familias de Tzintzuntzan y que han pasado de una generación a otra, como son los cristos de San Bartolo, San Pablo, San Pedro, Santa Ana, San Miguel, San Mateo, San Juan, Santa Magdalena, al parecer cada uno representa a los barrios que integran la cabecera municipal. Al llegar a las casas donde los Cristos han sido colocados de tal manera que puedan entrar los Espías, las familias adornan el lugar donde se encuentran con flores y corredizos de color morado con blanco, también colocan veladoras. Foto, Angélica Ayala. Para entrar se reúnen los grupos de los Espías y van pasando por grupos de cinco o diez de ellos, todos se arrodillan y sin quitarse la montera empiezan a sonar el silbato, todo queda en un profundo silencio, sólo se escucha ese silbido agudo que por segundos emite los legionarios, se persignan y se retiran del lugar para continuar con su recorrido y visitar a los 12 cristos que se tienen en la cabecera municipal. Al salir de la casa dejan de hablar, montan sus caballos y al silbido de su capitán empiezan a cabalgar, todos formados, se dirigen a visitar otros Cristos que están dispersos en la ciudad. Foto, Angélica Ayala. Para las cinco o seis de la tarde, empiezan a entrar al atrio de Los Olivos, se dirigen al templo de Santa Ana, en donde el Cristo del Santo Entierro ya está acostado y rodeado de flores y de velas decoradas, repiten la acción de arrodillarse, santiguarse y salir caminando, por fin, tras dos días terminaron su recorrido.