Angélica Ayala / Colaboradora La Voz de Michoacán Tzintzuntzan, Michoacán.- Una de las festividades católicas más representativas de la Región Lacustre es la que se realiza en honor al Señor del Rescate, a donde miles de peregrinos llegan cada año a rendirle su fe. La festividad está enmarcada en las tradiciones de los pueblos purépechas, con la donación de castillos, las ofrendas, las orquestas y todo elemento que amalgama la creencia indígena con la católica. Es así que, dentro de la iglesia de Santa Ana, el Señor del Rescate fue venerado por sus feligreses. El altar luce lleno de flores, en medio se encuentra el lienzo que plasma una de las escenas de la pasión de Cristo; ahí, los sacerdotes realizaron la ceremonia eucarística al mediodía, mientras toda la feligresía se santiguaba y estaba atenta al rito. Previamente, los peregrinos iban llegando para santiguarse y quedarse un rato en oración. Algunos podían entrar, ya que la iglesia lucía completamente llena, mientras que otros observaban. Algunos llevaban veladoras y ramos de flores, y otros llegaban hincados para agradecer algún milagro. En Pátzcuaro, es una tradición que las familias han heredado de generación en generación: salir caminando temprano hacia Tzintzuntzan. Así, por la carretera y senderos llenos de tierra, se ve a las familias o grupos de amigos caminar, descansando al lado de los árboles para mitigar el calor casi al mediodía. Por la orilla de la carretera, los peregrinos siguen los pasos de quienes van adelante. La caminata puede durar de cuatro a seis horas; para protegerse del sol llevan gorras, sombreros y sombrillas. Todos llegan empolvados por los terrenos que van cruzando para acortar el camino. Al llegar al Atrio de Los Olivos, se ven los dos escenarios instalados donde las orquestas amenizan la fiesta con sones, abajeños, valses y una gama de música. Ambas se esmeran por dar un buen espectáculo al público. Estas orquestas son toda una tradición para la fiesta del Señor del Rescate: una es pagada por los organizadores de la fiesta y la otra por el Ayuntamiento. Ambas crean ambiente en el día central de la celebración. Otras tradiciones son la venta de limas y tamales de atole por parte de las mujeres de Santa Fe de la Laguna y de San Jerónimo Purenchécuaro. Años atrás, el atrio de Los Olivos se llenaba de la venta de estas frutas y gastronomía de la región. No podía faltar el caldo de churipo o de pescado, los charales fritos o el mole, así como las tortillas hechas a mano y cocidas en comal de barro con fuego de leña. Sin embargo, ahora todas fueron instaladas con los demás comerciantes en la avenida principal del poblado. Para visitar al Señor del Rescate, el calor no pesa, estar sentado en el pasto tampoco, la fe y devoción hacen que incluso el cansancio de la caminata no se sienta. Al mediodía, cuando inicia la misa, la costumbre es que los matrimonios que cumplen 25 años de casados entreguen las ofrendas en el momento preciso de la celebración. También coordinan y trabajan para que la celebración en honor del patrono del antiguo imperio purépecha se realice de la mejor manera, con el apoyo de donaciones de la población de Tzintzuntzan y de migrantes que también realizan aportaciones económicas para la festividad. Con un operativo coordinado entre corporaciones policiacas, de tránsito y Protección Civil Municipal, se brindó apoyo vial a quienes llegaban en sus automóviles, mientras que Protección Civil Municipal estuvo atenta a cualquier molestia que presentaran los feligreses, sobre todo aquellos que llegaron caminando. La danza en honor al Señor del Rescate es otra de las tradiciones que representan la fe. Las mujeres se visten con un vestido blanco y una capa roja, colocan una corona en su cabeza simulando la vestimenta de Cristo. Representan el bien y la penitencia, mientras que los “changos” representan el pecado y la maldad. Siglos de historia De acuerdo con los datos históricos, a finales del siglo XVII en la región lacustre, azotó la peste de la viruela, que a diario cobraba la vida de cientos de personas. En uno de estos días de terror, el guardián del convento franciscano fijó su mirada suplicante en la efigie de Cristo en el pretorio de Pilato e intercedió en favor de la raza de Caltzontzin exclamando: “¡Padre mío Santísimo, rescátalos del poder de la muerte por esa tu sangre derramada!” El Señor escuchó la plegaria del religioso, y desde ese momento cesó la peste. Los purépechas, agradecidos por tan gran favor, celebraron una fiesta en su honor, asignándole cargueros y mayordomos. Desde entonces, año con año, ocho días antes del martes de carnaval, miles de fieles devotos de Michoacán y de otros estados vienen en peregrinaciones a pagar sus mandas con milagros y retablos, con cirios y ofrendas.