INÉS ALVEANO AGUERREBERE ¡Los niños y las mujeres primero! Esa frase aparece en Titanic y quizás en varias películas y libros más. Al parecer, es uno de los primeros mandamientos de los marineros, cuando un barco está en peligro. Y uno esperaría que ese ideal de proceder no sólo fuera para los barcos, sino para cualquier situación o problemática en general, ¿no? Tiene un sentido ético y también lógico. Sin embargo, puedo afirmar que esa premisa está ausente en muchas de las políticas públicas en nuestro país (al igual que en muchos países del mundo – incluyendo los “desarrollados”-). Es una hipocresía. Al planear las ciudades, no se ha tenido en cuenta las necesidades particulares de las mujeres y de la infancia. Al planear la movilidad, tampoco. Hablo en particular de los años 1950 a la fecha. Unos gobiernos antes, unos gobiernos después, pareciera que han tenido como principal mandamiento: ¡Los autos primero! ¿Planeamos viviendas? ¡Primero los autos! ¿Planeamos centros comerciales? ¡Primero los autos! ¿Planeamos centros de trabajo? ¡Primero los autos! ¿Planeamos escuelas? ¡Primero los autos! ¿Planeamos el crecimiento de una ciudad? ¡Primero los autos! ¿Planeamos tiendas de abarrote y farmacias? ¡Primero los autos! ¿Planeamos que la ciudadanía pueda moverse de un lado a otro? ¡Primero los autos! Todo lo anterior se puede resumir en la obligatoriedad de estacionamiento para vivienda, servicios, centros educativos, etc, así como en el espacio privilegiado que reciben los vehículos particulares en los grandes proyectos de infraestructura urbana (varios carriles para autos, pues). Hemos fallado como sociedad. E incluyo a la de Países Bajos (mejor conocido como Holanda), que es la que me está tocando atestiguar. A pesar de haber tenido un logro histórico en los 70’s, cuando niños, niñas y mujeres se manifestaron para rescatar el espacio público que habían secuestrando vorazmente los automóviles, hoy en día, sus zonas urbanas y rurales están infestadas de autos estacionados o circulando. Al parecer, ese logro sólo fue pasajero. Sirvió para que en sus manuales siempre consideren a la movilidad en bicicleta, pero en la práctica, en lo cotidiano, el vehículo particular sigue siendo el rey y señor. La única diferencia hoy en día, entre el entorno urbano y suburbano de los Países Bajos, y otro país como Estados Unidos, o como el nuestro, es que por lo menos acá, si uno se quiere mover a pie, en bicicleta o en transporte público, hay condiciones más o menos seguras, eficientes y cómodas para hacerlo. En los demás, muchas personas son esclavas del automóvil y otras tantas aspiran a poder moverse en él, huyendo de las condiciones hostiles. Por lo demás, en Países Bajos sigue habiendo demasiado espacio destinado para autos estacionados, y muy poquitos parques o áreas de esparcimiento –necesarios para un sano desarrollo infantil. Es difícil estar en el país que yo consideraba el paraíso, y darme cuenta de que cometió los mismos errores que el nuestro, y que tantos otros. Pero irónicamente, eso me da esperanzas para mi propia y amada ciudad de Morelia, y para sus hermanas mexicanas. Por ciudades más humanas, más amables, más saludables, e incluso más exitosas: ¡Las mujeres y los niños primero!