La piedra cobra vida, la vida que nace del agua. Michoacán, palabra que procede de la voz náhuatl “michihuacán”, que se traduce al castellano como “lugar de pescadores”. Cientos de personas esperan en la oscuridad. La cantera rosa está en las sombras, a la espera de la cita. Son las 22:00 horas, y el sonido comienza a inundar la plaza, así como el agua que sube de nivel proyectada en la amplia fachada oriente de la catedral moreliana, donde luego aparecen peces que suben por la cúpula y la torre más alta. La luz resalta las líneas del edificio terminado en 1744. Las campanadas acompañan el inicio del espectáculo, los alrededores están a oscuras, a excepción de una farmacia. Una maquinaria nos recuerda los avances tecnológicos que ha logrado la humanidad. De pronto florecen margaritas que bailan al compás que marcan las piezas del compositor moreliano Miguel Bernal Jiménez (1910-1956), a quien se dedica en Festival de Música de Morelia (FMM), que como parte de su XXVI edición ofrece el espectáculo audiovisual. De un rosetón de la joya arquitectónica salen centenares de mariposas monarcas; navegan hasta estas tierras, vegetación al natural y también coloreada como en las charolas laqueadas, pintan el muro más sobrio de la iglesia. Unas fotografías antiguas de niños en lanchas remontan a la historia de aquellos 456 pequeños españoles llegaron a la ciudad de Morelia en 1937, para evitar los embates de la Guerra Civil española. Unas manos tocan un piano que aparece primero de manera horizontal y luego vertical a lo largo de la torre. También aparece un músico que rasga las cuerdas de un arma grande, así como un violinista y un intérprete de tamborita, diferentes manifestaciones de la música tradicional de la Tierra Caliente del estado. Las piedras se llenan de texturas y colores, como los tejidos que realizan las manos indígenas para vestirse y plasmar la flora y fauna de la región mediante hilos. El gran tema musical es la base para el diseño de la animación encargada por el FMM y realizada por el Centro Mexicano para la Música y las Artes Sonoras (CMMAS), son 14 obras del prolífico Bernal Jiménez (quien también aparece en las imágenes) de las que se extraen fragmentos para hacer un collage musical que suena moderno y lleno de luz, con secciones extraídas de temas como Noche Moreliana, Antigua Valladolid, Cuarteto virreinal y un Aleluya que abraza a quien lo escucha. De pronto las imágenes se repiten a una velocidad más rápida, casi encimándose unas a otras, como las notas de una melodía que está por concluir, entonces el intérprete apura el movimiento para excitar a la audiencia. El gran cierre es una lluvia de estrellas en el cielo, la pirotecnia sin límites; las luces pintan el cielo de colores, nadie se atreve a despegar los ojos del firmamento, hasta que el último brillo se apaga. Desde el que pagó más de 600 pesos por reservar un espacio en el restaurante que tiene terraza con vista a la fachada, hasta el que llegó temprano y pudo hacerse un espacio en una de las piedras que sirven como asiento en la plaza, o los que de lejos se dieron cuenta que algo sucedía y apuraron el paso para llegar, todos, alrededor de 3 mil personas, aplaudieron la magia que nació de las piedras, que mostraron que no son frías ni inertes, sino el lienzo perfecto para contar la historia de un estado y su gente.