Jonatan S. González El hartazgo social provocado entre los mexicanos por una clase política corrupta, ostentosa y trivial, que se hinchaba los bolsillos de billetes a costa del erario y bajo el amparo del poder público, quedó perfectamente constatado con el aplastante triunfo de Andrés Manuel en el proceso electoral de julio pasado. El hoy Presidente de México, obtuvo durante los citados comicios electorales la histórica cantidad de 30.11 millones de votos, equivalentes a un poco más del 53 por ciento del total de los sufragios emitidos en dicho ejercicio democrático. En la elección para Diputados, Senadores y Gobernadores no fue distinto, pues la coalición que candidateó al político tabasqueño, conformada por Morena, el Partido del Trabajo y Encuentro Social, obtuvo en su conjunto un total de 308 curules en San Lázaro y 55 en el Senado, y ganó 5 de las 9 gubernaturas que se encontraban en disputa. En el argot político, cuando hablamos de luna de miel, nos referimos al periodo durante el cual permanece vivo el encanto de los electores con su candidato después un triunfo electoral. Es decir, al periodo en que estos le aplauden hasta los chascarrillos estúpidos y aprueban sus decisiones sea cual sea su impacto social, económico o cultural. Andrés Manuel rindió protesta como Presidente de México el primero de diciembre del pasado 2018, hace casi tres meses, y la luna de miel con sus electores continúa más viva que nunca. A diferencia de lo que pronosticaban diversos analistas políticos su popularidad va a la alza, y sus simpatizantes celebran y defienden las decisiones y las acciones de su gobierno con el mismo fervor que el primer día, y eso me preocupa. Me preocupa la incongruencia. Me preocupa que hoy los votantes de Andrés Manuel se pronuncien a favor de la militarización del país a través de la denominada Guardia Nacional, cuando hace un par de años se volcaron a las calles para manifestarse en contra (y con razón) de la Ley de Seguridad Interior promovida por los legisladores priistas durante el sexenio de Enrique Peña Nieto. Me preocupa que aplaudan consultas populares parciales, y la monumental tomada de pelo de Andrés Manuel al afirmar que es el “pueblo bueno” quien decide. Me preocupa que reprueben la construcción de un aeropuerto por los supuestos daños ambientales que este generaría, mientras aprueban un proyecto ferroviario que partirá en dos la selva del sureste mexicano y que no cuenta siquiera con estudios de impacto ambiental. Me preocupa que celebren adjudicaciones directas de contratos, lo mismo para construir refinerías que para comprar pipas, con el fundamento de que “ellos tienen la moral intacta y la conciencia limpia”, como si fuese la conciencia y la moralidad la norma de conducta que rige en un Estado Democrático de Derecho a los depositarios del poder emanados de la voluntad popular. Me preocupa su silencio. Me preocupa que no hayan pegado el grito en el cielo con la designación de inexpertos con licenciatura trunca en el órgano público de investigación científica y tecnológica como el Conacyt, o la de un abogado (expriista, por cierto) en la dirección de la Comisión Federal de Electricidad. Me preocupa la ceguera ciudadana. Me preocupa que no se espanten ante la abrumadora mayoría que representa Morena y sus aliados políticos en el Congreso de la Unión y la relativa facilidad que esto les brinda para reformar a diestra y siniestra la normatividad legal que limita a los funcionarios en el ejercicio del poder público y nos protege ante los abusos de las autoridades. Me preocupa la cerrazón. Me preocupa que exijan (cómo si esto fuera posible) airadamente y con plena convicción la renuncia de los Ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y la supresión del Poder Judicial cuando estos dan revés a alguna determinación de Andrés Manuel por ser contraria a nuestra Constitución. Me preocupa que no comprendan la trascendencia de la División de Poderes en un sistema democrático y su importancia para evitar el abuso gubernamental y garantizar el debido respeto a los derechos humanos. Me preocupan muchas cosas, entre otras, que los ciudadanos no comprendan el peligro que representa el totalitarismo, la concentración del poder en un solo partido o individuo. Me preocupa que se pronuncien a favor de la desaparición de la oposición partidista. Me preocupa que no se comprenda el riesgo de caer en una dictadura y todos los males que estas implican (no digo que sea la intención de los Gobiernos de Morena, no lo creo así). Me preocupa que se vea en Andrés Manuel más a un líder moral y espiritual que a un líder político y a un gobernante. Me preocupa que Andrés Manuel no se encuentre dispuesto a tomar decisiones antipopulares cuando estas sean necesarias para el bienestar y la estabilidad de nuestro país. Estas son, entre muchas otras cosas, las cosas que me preocupan.