El Universal/La Voz de Michoacán Ciudad de México. En la antesala del juez Brian Cogan, a la derecha de las primeras puertas de madera maciza, hay una habitación pequeña que la defensa de Joaquín “El Chapo” Guzmán utiliza como sala de reunión para preparar sus estrategias. El espacio es mínimo, lo justo para que quepa una mesa y unas pocas sillas. En una esquina, al lado de la puerta, hay un estante raquítico, en el que en su balde más alto apareció, así como de la nada, una figura del santo Malverde. Nadie sabe cómo apareció allí el “narcosanto”, con su bigote característico, terno blanquísimo y pañuelo rojo, con un saco dorado en una mano y un fajo de dinero en el otro. Tampoco nadie se atreve a quitarlo de ahí; al menos se quedó ahí toda la jornada del martes.