Juan Carlos Vega Solórzano La seguridad ambiental es uno de esos conceptos que no tiene sentido sin su antónimo. O, lo que es lo mismo, hablando de seguridad ambiental estamos intentando protegernos de la inseguridad que crean las amenazas que enfrenta el medio ambiente y, por supuesto, también nosotros como especie que depende de su entorno para la supervivencia. La seguridad ambiental puede considerarse un problema global que se aborda tanto a nivel institucional siguiendo políticas nacionales como desde un enfoque internacional. Es inevitable que así sea, y no solo porque las amenazas que sufre el medio ambiente también lo son, sino también porque la perspectiva de seguridad interior ha dado paso a una visión más amplia que, junto con la necesidad de seguridad ambiental, se suman otros temas relacionados con la pobreza, la inseguridad alimentaria, la inestabilidad social. Es difícil citar una fecha o momento en el que empezaron a relacionarse de forma conjunta estos aspectos sociales, económicos, humanos y ambientales, pero como hitos podríamos citar el surgimiento de la conciencia ecológica y del movimiento ecologista en general, desde los años 20, entre los albores y mediados del siglo XX. Otro momento clave fueron los años ochenta, cuando empezó a popularizarse la idea de seguridad ambiental incluyendo elementos sociales, económicos y humanos, si bien no fue hasta los 90 cuando la FAO introdujo el concepto de "derechos y seguridad humana" como parte del universo que abarca el amplísimo concepto de derechos humanos. Y, junto con ello, la seguridad ambiental cobró un significado también universal, tan multidisciplinario como cada caso concreto exija. En nuestro estado los servicios ambientales dependen de la conservación o administración sustentable de recursos naturales, de lo que somos ricos a diferencia de las entidades del norte de México. Aguas, en ríos, lagos, lagunas, manantiales y humedales. Suelos feraces de muy diversas unidades edáficas y grados de fertilidad. Bosques y selvas, de coníferas, de encino, selvas medianas y bajas. Con especies maderables de gran calidad y valor. Hasta hace algunos años estábamos entre las tres entidades de mayor producción forestal y la primera en producción de resina, un bien no maderable de los bosques. El litoral michoacano es una costa con playas prístinas y de gran importancia cultural y valor turístico, son hábitat de especies de tortugas marinas y refugio para su conservación, como la tortuga negra y la gran tortuga laúd. Los pobladores nahuas viven en comunidades que datan de la época de la colonia, su medio natural con ríos, selvas y litorales esta tan bien conservado que ahora apenas se están aprovechando como atractivo turístico. En la zona templada al centro norte del estado, donde corre la cordillera Neovolcánica, los suelos de andesitas que originalmente soportan bosques de coníferas y encino, poco a poco se han ido colonizando con una gran superficie de huertos de aguacate, casi 200 mil hectáreas, dando origen a una rica actividad económica que sostiene la franja de la vertiente sur de la cordillera y a cerca de 40 municipalidades, desde Tancítaro hasta Zitácuaro, pasando por Peribán, Uruapan, Ario de Rosales, Santa Clara del Cobre y Tacámbaro. La disponibilidad de agua en ríos y lagos produce un enorme volumen de pesca continental, más de 10 mil toneladas cada año; así como una gran cantidad de energía eléctrica en las presas de Infiernillo y La Villita, construidas desde los años sesenta del siglo XX sobre las broncas aguas del Rio de las Balsas. Son parte de los proyectos de desarrollo regional con enfoque de cuenca de las Comisiones del Balsas y del Tepalcatepec, donde jugó un papel importante de impulsor y administrador el General Lázaro Cárdenas del Río. Su genialidad de estadista y visionario del desarrollo nacional, acotaron para Michoacán el antiguo territorio de la Hacienda de la Orilla, después Melchor Ocampo y ahora ciudad y puerto de Lázaro Cárdenas, donde se asienta la siderúrgica Arcellor Mital, aprovechando los minerales de hierro de la Sierra de Arteaga, y su posición estratégica para la logística de embarque y desembarque de mercaderías de la zona del bloque comercial de Asia-Pacifico, lo colocan como el primer puerto de México. El abasto de agua para las zonas frutícolas de la región de Uruapan y toda la franja aguacatera, requiere de un fino equilibrio entre las superficies que se han ocupado y seguirán ampliando para las huertas, con aquellas superficies que necesariamente deberán mantener como bosques de coníferas, pues sin la vegetación original, suelos y aguas irán perdiéndose y haciéndose más escasos, incluyendo el cambio climático que hace de las lluvias escasas y erráticas. El sistema ambiental debe conservar porciones de sus elementos originales sin mayores cambios o alteraciones, para que los subsistemas económicos, agrícolas, pecuarios, urbano, puedan disponer y disfrutar de los servicios ambientales que los diversos ecosistemas proporcionan. Aquí la vigilancia en el cumplimiento de las leyes y normas ambientales juega un importante papel. Los ciudadanos necesitan una procuración de justicia ambiental plena y oportuna. Arraigada en planteamientos de largo plazo y continuidad en la aplicación de los respectivos programas, y sobre todo suficiencia presupuestal para desahogar administrativamente las necesidades por toda la geografía michoacana. Las actividades del desarrollo que buscan prosperidad, deben encontrar un equilibrio ecológico con los bienes ambientales sobre los que se asientan y de los que disponen materias primas. La casuística, por lo tanto, es enorme, pero todos los problemas precisan de políticas que contemplen la problemática desde una perspectiva de seguridad ambiental. Y, cómo no, la defensa de estos peligros La defensa de estos peligros, lógicamente, requiere no solo de políticas locales de prevención que ataquen las causas del problema, sino es fundamental la participación ciudadana para su denuncia, seguimiento y sobre todo, compromiso con el medio ambiente.
La Voz de Michoacán
