Trump, las drogas y el muro

La Voz de Michoacán. Las últimas noticias, hoy.

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Raúl Castellano

 

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La relación entre México y los Estados Unidos ha sido siempre complicada; con múltiples altibajos. En un tiempo en que se dijo que estábamos siguiendo la política del “Buen Vecino”, a lo que el ingenio popular comentó que estaban de acuerdo, solo que ellos eran “el vecino” y nosotros “los buenos”.

Es fácil entender lo complicado de una relación con un país que expandió su territorio a costa del nuestro, en una acción en la que nos arrebataron la mitad del nuestro. Compartimos una frontera de tres mil quilómetros, con muchos miles de cruces diarios, a lo largo de ella. Los Estados Unidos son, desde hace mucho, el país más poderoso del mundo, tanto en lo bélico como en lo económico, y la dependencia de México del país vecino es mucha. El comercio es muy intensos, ya que nuestras compras ascienden a una cifra multimillonaria en dólares.

Y como suele decirse: “éramos muchos y parió la abuela”. Si las cosas eran complicadas de por sí, ahora tenemos al frente del país vecino, a Donald Trump, un caso digno de un estudio psiquiátrico. Psicópata narcisista, ignorante, inculto, mentiroso, racista, brabucón, inconsistente, impredecible; un hombre con tan pocas neuronas, que no acepta siquiera los hechos científicos. Nadie podría haber creído que pudiera decir que no hay un cambio climático, que todo eso es tan solo, “un cuento chino”. Y este fue su argumento para retirar a su país del Acuerdo de París.

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La irresponsabilidad e ignorancia de Trump, que incluye el tema medioambiental, es tanta, que pone en peligro el Acuerdo de Paris, que busca mitigar los efectos del cambio climático. El asunto es preocupante, ya que la recuperación de la capa de ozono tardará 10 años más de lo previsto, por los efectos del cambio climático, de acuerdo con lo estudiado por Mario Molina, nuestro Nobel de Química, que es coincidente con la opinión de todo el mundo académico

En otro de sus muchos dislates, ha dicho que su país volverá a utilizar el carbón mineral, como combustible, para dar trabajo a los mineros de ese ramo, aunque sepamos que no debemos continuar utilizando combustibles sólidos y que el número de mineros del carbón son unos cuantos. En fin, no es sino un tonto de capirote.

Todos estamos conscientes que desde hace tiempo tenemos un grave problema en la frontera norte, con el trasiego de drogas. Mucha droga pasa de México a los Estados Unidos, y esto porque ese país es el mayor consumidor de drogas, y estas son una mercancía más, en este caso prohibida, pero que funciona como cualquier otra. Donde hay una demanda, habrá un proveedor. Permanentemente se le ha dicho al vecino, que el problema es mutuo. México debe combatir la producción y circulación de la droga, y los EE. UU. Deben combatir la introducción a su país y, sobre todo, el consumo de la gente.

En este tema, resulta curioso que, mientras en México se sabe el nombre de los cárteles y  el de los capos que llevan la droga al otro lado de la frontera, de aquel lado nunca se habla de capos y cárteles de la distribución. ¿Qué pasa, quien los protege? Nunca se ha sabido de algún personaje importante que haya sido apresado.

Los Estados Unidos sufre de un grave problema de consumo de la población y de un sinnúmero de muertes, solo que no necesariamente por drogas introducidas desde México. Hoy día, los norteamericanos sufren una epidemia por el uso de opioides, que constituye una verdadera emergencia sanitaria. No obstante esto, Trump no tiene un programa ni dinero para combatirla. Su promesa de campaña fue  en el sentido de que haría una declaratoria de “Emergencia Nacional”, promesa que no cumplió, aunque el problema es real y muy serio. La tasa de mortalidad por sobredosis aumentó de 1999 a 2015, de 6 a 16 por cada 100 mil habitantes. El número de muertos es comparable al de todos los soldados norteamericanos en la guerra de Vietnam. La cifra de muertos por sobredosis en 2016, fue de 64 mil personas y por lo menos 2 de cada 3, fue con opioides, y para dar una idea de su capacidad letal, el fentanilo, que es 50 veces más potente que la heroína  y 100 veces más potente que la morfina.

Trump no ha cejado en su necedad de construir un muro entre nuestros países, y en este caso, utiliza al tráfico de drogas, diciendo que con eso se evitaría el paso de los alcaloides, y convencer al Congreso para que le den dinero. Trump ignora lo que James Hunt, el experto sobre el tema, ha dicho, apoyado por su larga carrera al servicio de la DEA, la Agencia Antidrogas de los EE.UU. que “el narco no acabará mientras haya demanda”. Pensar que la droga solo entra por tierra es otro más de los errores de Trump, pues desde hace mucho, la droga entra por mar y por aire, y la frontera, con todo y su muro, no es invulnerable; la droga pasa en trailers y podrá seguir pasando.

Hunt, Jefe de la oficina de la DEA en Nueva York, el centro de distribución de heroína, más grande de los Estados Unidos, añade que “encarcelar a los criminales o acabar a las grandes mafias y cárteles de las drogas no será suficiente mientras haya demanda”.

La verdadera razón de Trump para insistir en la construcción del muro, radica en su profunda racismo, quizá como herencia de familia, ya que sus ancestros fueron miembros del Kukuxklán.

Los muros nunca son aconsejables y menos con un país con el que ha mantenido relaciones estables y es un importante socio comercial. Los muros solo dividen, produciendo daños entre las personas y la propia naturaleza.

Habiendo visto la caída del muro de Berlín, cuyo derribo fue aclamado por todo el mundo, no parece concebible que hoy, en pleno siglo XXI, se le pueda ocurrir a alguien que en lugar de tender puentes, quiera construir un muro. El muro no es más que una idea retrograda que nos ofende.

Otra cosa es el derecho innegable que los Estados Unidos, como todos los países del mundo tienen de controlar sus fronteras, y vigilen e impongan las condiciones para que personas y bienes puedan entrar a su país. Otra, muy distinta y retrograda, es encerrarse construyendo muros.