Venezuela es de tez ´morena´

La Voz de Michoacán. Las últimas noticias, hoy.

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Leopoldo González

Esto en lo que ha terminado Venezuela, luego de veinte años de dictadura populista, con Hugo Chávez (1999-2013) y Nicolás Maduro (2013-2019) a la cabeza del sistema burocrático, es un paisaje sencillamente deplorable y desolador: algo que no llegaron a prever ni visualizaron quienes desde el entusiasmo social decidieron embarcarse en esa aventura hace dos décadas.

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Lo que ahora vive Venezuela, en la pugna de la oposición por ingresar la “ayuda humanitaria” proveniente de más de treinta países, es la victoria de la realidad sobre la ideología.

A veces la tragedia de los pueblos está en la desmemoria; otras, en el fanatismo ideológico y político. La desmemoria y el fanatismo suelen tener otro nombre: ignorancia.

Después de la dictadura de Juan Vicente Gómez (1908-1935), que Venezuela padeció durante 27 años, quizás había motivos para creer que ese país no repetiría una experiencia semejante. Sin embargo, con el pasar de los años se impuso la maldición de la desmemoria, que suele ser el ojo ciego del olvido.

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En la elección presidencial de 1952, los venezolanos del medio siglo otorgaron el poder al General Marcos Pérez Jiménez, quien al principio alentó el combate a la corrupción, el desarrollo económico y el orden social, pero luego de un tiempo resultó ser un gobernante controvertido y de “mano de hierro”, pues estatuyó con impunidad una dictadura militar (1952-1958) y, poco antes de culminar su periodo, convocó a un plebiscito inconstitucional para extender su mandato otros cinco años. Triunfó en el plebiscito, pero no pudo continuar en el poder debido a que una fuerte impugnación social se había apoderado de los centros nerviosos de la opinión y la vida pública. Un golpe de Estado lo derrocó el 23 de enero de 1958 y huyó hacia la República Dominicana, en el avión al que había puesto por nombre “La Vaca Sagrada”.

Décadas después, en la recaída en el trauma que es la historia de Venezuela, vino lo que todos sabemos: a los breves años de relativa paz social y civilidad democrática que introdujeron la COPEI y Rafael Caldera, siguió el caótico experimento populista de ocho años de Carlos Andrés Pérez, hasta que, años después, retornó la democracia y hasta pareció que volvía a ser manantial de cultura cívica y racionalidad política.

Hasta poco antes de la llegada del chavismo al poder, en 1999, hubo en Venezuela vocación de Estado, sentido de la institucionalidad, intuición de una modernidad política, cultura democrática en desarrollo, una sociedad civil en formación, una academia pujante y propositiva y medios críticos. Esas bases y cierta infraestructura mental orientada al futuro hacían pensar que ahí, en la República de Bolívar, nadie -ni el chavismo ni ninguna otra expresión o fuerza política- se atrevería a borrar el constitucionalismo liberal enraizado por casi dos siglos, a revertir una tradición democrática que parecía sólida y a debilitar un civismo de respeto a las instituciones y no de culto a la personalidad.

Por lo que llegó a escribirse y publicarse en esos años, en periódicos y revistas y libros de la época, muy pocos advertían los riesgos y peligros que se cernían sobre el país. Algunos llegaron a creer que por fin el gobierno se “bañaría” de pueblo; otros, que Venezuela se hallaba a punto de dar un salto inédito en su historia, al pasar de una institucionalidad vertical a una horizontal.

Fuera de los logros que deben reconocerse al chavismo de los primeros años, entre ellos, una relativa mejoría en la calidad de la alimentación y ciertos éxitos estadísticos en el combate a la pobreza, pero hasta ahí, lo demás es teatro y treta de los dictados del Foro Social de Sao Paulo, apuesta confusa y desesperada en busca de un referente ideológico, estrategia de creyentes despechados rindiendo culto a un ídolo de barro, parafernalia de circo placero con payasos y bufones, cinismo de cuño populista al que no le duele tanto “dolor social” acumulado en ese país ni, por supuesto, el hambre de quienes no tienen qué comer y el sufrimiento de los que no encuentran medicinas para la salud del cuerpo.

En el instante en que los venezolanos de tez morena empenzaron a creer que el populismo era el referente político del dios de los últimos días, la Santísima Trinidad de las redes clientelares o la Providencia de la República llamada a instaurar el Paraíso en la tierra, perdieron contacto con la realidad objetiva y se colocaron del lado equivocado de la historia. El argumento que de veras cuenta en situaciones límite es la realidad, y la realidad prueba que se equivocaron. En tono de advertencia, recomendó el gran historiador Fernando Braudel: “Vivir el presente como historia y leer el pasado como presente”.

Mientras la élite burocrática venezolana ha sacado ilegalmente de ese país, en una década, poco más de 457 mil millones de dólares, una encuesta indica que el 64 % de los venezolanos ha perdido 21 kilos de peso en 11 años y que 11 mil enfermos en situación crítica, que requieren diálisis y medicamentos para mantenerse y sobrevivir, quizás asistan al deterioro terminal de su salud y mueran, por los cortes y “apagones” cada vez más frecuentes en el servicio de energía eléctrica que brinda el gobierno.

Sólo a un enfermo megalómano y a su séquito se les puede ocurrir que es un éxito el que no hayan ingresado a Venezuela, ni el 23 de febrero ni los días subsiguientes, las más de 60 mil toneladas de alimentos, medicinas y otros productos de primera necesidad que la comunidad internacional colocó generosamente en tres puntos clave de la frontera de ese país.

Es muy probable que Nicolás Maduro deje o sea echado del poder en los próximos días, no tanto por una “conjura internacional” que habría resuelto asestarle el golpe final, sino porque su insensibilidad, su falta de tacto político, su frivolidad, las crecientes deserciones en el bando militar y sus monumentales torpezas lo han dejado sólo: pronto será una sombra en el desierto latinoamericano de las sombras.

Pisapapeles

Mientras Venezuela intenta clausurar un pedazo de la noche de su historia, México avanza -“jubiloso” y a grandes zancadas- al encuentro de una ración más de la noche de su historia.

leglezquin@yahoo.com