Anush Janbabian, EFE / La Voz de Michoacán Moscú. Hay un lugar en el metro de Moscú que conocen todos los pasajeros. Es el perro de bronce que da suerte al tocarle y que en plena pandemia del coronavirus se ha mantenido como lugar de "peregrinaje" pese a los llamamientos de las autoridades a evitar el contacto con la estatua. "Siempre toco la nariz del perro cuando bajo en esta estación. Algunas veces también he bajado aquí adrede para poder hacerlo", cuenta a Efe Natalia, una estudiante moscovita. NORMALIDAD PESE A LA PANDEMIA En la Plaza de la Revolución (Ploshchad Revolyutsii), hogar del perro de la suerte y una de las estaciones más antiguas del subterráneo moscovita, siempre suele haber gente. De hecho es uno de estos lugares de la capital rusa, donde el ritmo de vida sigue su curso habitual pese a la pandemia de la covid-19. Eso sí, antes de la crisis sanitaria el lugar era visitado por nutridos grupos de turistas que observaban con interés cada una de las 76 figuras humanas (algunos de ellos acompañadas por algún animal) que alberga la estación. Mientras, tras el inicio de la pandemia los pasajeros de la Plaza de la Revolución son, sobre todo, los rusos que, en su mayoría, están acostumbrados al suntuoso interior del subterráneo capitalino, y se detienen, principalmente al lado de unas pocas estatuas, las que dan buena suerte, según la creencia popular. MIRAR PERO NO TOCAR El Departamento de Transporte de Moscú se dirigió recientemente a los moscovitas para que no tocaran las esculturas en la Plaza de la Revolución, coincidiendo con las restricciones sanitarias de la nueva realidad impuesta por la pandemia de coronavirus. Se trata de una recomendación que ya habían emitido en el pasado algunos expertos en arquitectura, preocupados por el deterioro de las obras por el factor antrópico. Se estima que solo la estatua del perro ha sido acariciada centenares de millones de veces desde los finales de los 1930, cuando ocupó su lugar en la estación, donde también hay otros monumentos populares entre los pasajeros, como una campesina con un gallo y una gallina, un marinero con su revólver o una estudiante soñadora leyendo un libro. https://twitter.com/Continental590/status/1012726259179192320?s=20 "Después de muchos años de satisfacer deseos, las estatuas necesitan ayuda, muchas se han desgastado y perdido su imagen original", señala el mensaje del Departamento. La nota agrega que si los ciudadanos piden deseos sin tocar las estatuas, su magia se conservará para las generaciones venideras y "todo se hará realidad" igualmente. En una conversación con Efe, el moscovita Nikita, de 28 años, dice que desconocía la recomendación de las autoridades para evitar el contacto con las estatuas. "No tenía ni idea. Aunque entiendo su razonamiento. Mire la nariz del perro, mire su color", dice, apuntando a la obra, aunque enseguida añade que para muchos pasajeros del metro será difícil o "hasta imposible" renunciar a ese "saludo" habitual que brindaban a su animal de la suerte. Y mientras el joven hace ese comentario, una familia con dos niños pequeños se para frente a la estatua de la koljosiana y los pequeños acarician efusivamente la cresta del gallo, que parece de oro por el brillo que desprende. https://twitter.com/FJTerranova/status/1005957531506749442?s=20 CUATRO CANES DE LA SUERTE Pocos saben que la Plaza de la Revolución el perro de la suerte no está solo, sino tiene tres "hermanos gemelos". Las cuatro estatuas están ubicadas en distintos puntos de la estación y todas tienen la nariz igualmente desgastada por las repetidas muestras de cariño de los pasajeros del subterráneo. En realidad, este no es el único "secreto" relacionado con el can de la suerte, que a diferencia de lo que se cree no se llama Ingús, como el perro del conocido guardia de fronteras soviético Nikita Karatsupa, protagonista de la estatua, sino Irma. https://twitter.com/sovietvisuals/status/744568385912999936?s=20 Al menos así lo sostiene la familia del arquitecto de la Plaza de la Revolución, Alexéi Dushkin. "Creo que estaban tomando un té y hablando del guardia de frontera Karatsupa, que tenía cinco perros. Pero todos eran machos y mi abuelo con (el escultor Matvéi) Manizer decidieron colocarlo junto con la perra del abuelo Irma", recordaba Alexéi, nieto del arquitecto soviético, en una entrevista. El impacto del factor humano es evidente en las cuatro esculturas del perro, aunque, según la leyenda urbana, solo uno de los canes es el "auténtico". Eso sí, nadie sabe exactamente dónde está la figura milagrosa y, por si acaso, frotan la nariz de todos los canes que se cruzan en su camino en una de las estaciones más peculiares del suburbano moscovita.