Redacción / La Voz de Michoacán Estados Unidos - El caso de Chrystul Kizer, una joven afroamericana acusada de matar a su explotador sexual, terminó con sentencia de 11 años en prisión, que generó debate sobre cómo el sistema legal estadounidense trata a las víctimas de trata de personas y abuso sexual. Este lunes, un juez del condado de Kenosha, Wisconsin, condenó a Kizer, de 24 años, a 11 años de prisión, menos el año y medio que ya había cumplido, por el homicidio de Randall Volar III, un hombre de 34 años que la explotó sexualmente cuando era una adolescente. El homicidio ocurrió en 2018, con solo 17 años, Kizer mató a Volar de un disparo, alegando que actuó en defensa propia después de años de abuso sexual y prostitución forzada. "Nunca quise hacerle daño a nadie, pero él me había dejado sin salida", declaró Kizer durante su juicio. La defensa de Kizer utilizó la "defensa afirmativa", un argumento legal que permite a las víctimas de trata de personas defenderse de los cargos penales si estos delitos fueron cometidos como resultado directo de su explotación. Sin embargo, los fiscales argumentaron que Kizer había premeditado el asesinato con la intención de robar el automóvil de Volar, un BMW, después de dispararle y prenderle fuego a su casa. "Ella estaba atrapada en una situación en la que no veía ninguna otra salida que no fuera la violencia", señaló la abogada defensora de Kizer. A lo largo de los seis años de proceso judicial, organizaciones defensoras de los derechos de las mujeres y la comunidad afroamericana se involucraron activamente en el caso, presionando para que Kizer fuera tratada como una víctima en lugar de como una criminal. "Este caso es un claro ejemplo de cómo el sistema judicial estadounidense falla a las mujeres negras y a las víctimas de abuso sexual", afirmó Sydney McKinney, presidenta del Instituto Nacional de Justicia para Mujeres Negras (NBWJI, por sus siglas en inglés), en un comunicado de prensa. Su historia comenzó cuando Chrystul Kizer tenía 16 años y conoció a Randall Volar en una parada de autobús en Kenosha. Según el testimonio de Kizer, Volar, que tenía el doble de su edad, se ofreció a llevarla a casa y le pidió su número de teléfono. La relación, que comenzó con salidas aparentemente inocentes, pronto se tornó en una pesadilla de abuso sexual y explotación. Volar obligaba a Kizer a tener relaciones sexuales, grababa los encuentros y la forzaba a prostituirse. Durante el juicio, se reveló que la policía de Kenosha ya estaba investigando a Volar por la explotación sexual de otras niñas menores de edad. Sin embargo, la policía no actuó a tiempo para detenerlo, lo que dejó a Kizer a merced de su abusador. El juez David P. Wilk, encargado del caso, sentenció a Kizer a 11 años de prisión, seguidos de cinco años de libertad supervisada. Aunque la defensa logró reducir la acusación original de homicidio intencional en primer grado a homicidio imprudente en segundo grado, la sentencia sigue siendo vista como una injusticia por muchos defensores de los derechos humanos. "Encarcelar a Chrystul Kizer durante cualquier periodo de tiempo es una decisión equivocada que solo perpetúa el daño causado a las víctimas de abuso", afirmó McKinney.