Grande Synthe, Francia.- En el norte de Francia varios miles de inmigrantes se han concentrado en la zona comprendida entre Calais y Dunkerque con un gran sueño: cruzar el Canal de la Mancha y llegar a Inglaterra. Los campos de refugiados en esta zona están aumentando desmesuradamente y las condiciones en las que los inmigrantes se ven obligados a vivir son pésimas. Pero aquí hay un campo en el que las condiciones de vida son notablemente mejores, pero donde no falta una fuerte sensación de frustración. Es el de Grande Synthe. En el módulo 253 se ha reunido un grupo de gente. Son todos kurdos iraquíes de entre 20 y 30 años. Tienen los rostros cansados y grasa negra en las manos. “Lo hemos intentado también esta noche -cuenta Suleiman, que tiene 25 años y es de Erbil-. Me he aferrado a un camión, en el puerto de Dunkerque, cerca de aquí. Pero los perros me han olido. Me descubren todas las veces”. Suleiman llegó al campo de Grande Synthe, a unos 40 kilómetros al este de la jungla de Calais, hace dos meses. Aquí todavía viven alrededor de 800 personas, en su mayoría kurdos, provenientes de Irak, de Sira, de Irán. “A veces pasa que te subes a un camión que va a otra parte -continúa Suleiman-. Tal vez van a Bélgica u otros países extranjeros que uno ni siquiera saben dónde están. Un tipo una vez se subió a un camión que iba a Alemania y tardó dos semanas en volver”. “Tardé 45 días en llegar aquí. Salí de Kurdistán, después pasé por Turquía, Bulgaria, Serbia, Hungría, Austria, Alemania y finalmente Francia. Nos pasamos todo el día encerrados aquí en las barracas”, enfatiza. “No hemos venido aquí para esto. Hemos venido para mejorar nuestras vidas, para vivir una vida normal como la que quiere todo el mundo. Pero así es demasiado complicado”, añade. En el campo, en el que trabajan varias organizaciones humanitarias, se pueden encontrar todos los servicios de atención social básicos. Módulos, comedores, duchas de agua caliente, una lavandería y centros de salud. “Grande Synthe es otro mundo en comparación con Calais -explica Lucy Halton, voluntaria de Adult Learning Centre-. Sin embargo, aquí la protagonista es la frustración”. Dice que “afortunadamente, muchos de ellos también se dedican a otras cosas, como a estudiar inglés y francés. Me encanta trabajar con ellos, trabajan duro y aprenden rápidamente. Son los mejores estudiantes que he tenido nunca”. Y añade: “Como ciudadana británica siento vergüenza por cómo actúa mi gobierno y también por muchas de las decisiones de los otros gobiernos europeos. Si pienso en lo que pasa en el Mediterráneo, en los muertos que hay ahí, es realmente horrible”. “O en lo que pasa aquí. Hace un par de días un chico de Calais murió en la autopista. Es una situación terrible. Me siento muy frustrada y enojada por mis amigos del campo y espero que se haga algo pronto. Pero nadie sabe qué va a pasar en el futuro”, refiere. Grande Synthe se considera un campo “modelo” respecto al campo no oficial de Calais. En marzo pasado, Médicos Sin Fronteras (MSF) se había hecho cargo de la gestión, y lo hizo nuevo. “Los módulos son todos de madera -explica Samuel Hanryon, del equipo de comunicación de MSF-. Se eligió una nueva zona, más saludable que el bosque donde, hasta febrero, vivían dos mil 500 persones, entre fango y charcos”. En la actualidad, quien gestiona el campo ya no es MSF sino la organización Afeji, en estrecha colaboración con el gabinete del alcalde de Grande Synthe, Damien Carême. “Tenemos que seguir siendo humanos –asegura Samuel-. Nosotros hemos escogido ser una ciudad hospitalaria. Hay muchos que nos apoyan, como la alcaldesa de París, Anne Hidalgo”. En la capital están a punto de terminar las obras para la puesta a punto de los dos centros ´de tránsito´ que quería la alcaldesa. Uno estará ubicado en Ivry-sur-Seine, a las afueras de la zona sur. El otro se abrirá en Port de la Chapelle, en una vieja estación abandonada, con una capacidad inicial para 400 personas. Aquí mismo, en torno a la estación del Norte, entre los barrios de la Chapelle, Jaures y los jardines d'Eole, son al menos tres mil los inmigrantes de varias nacionalidades que duermen, a veces en la calle, en refugios improvisados.La Avenue de Flandre, un paseo arbolado, alberga las tiendas de al menos 600 sudaneses. “Eran dos mil hace tan sólo unos días -explica Augustin, un voluntario de la organización Adra, mientras distribuye los platos de plástico con pasta-. La policía ha intervenido decenas de veces. Los desalojan. Pero claro, los chicos se van a otra parte. A veces sólo una calle más allá”. “Estoy aquí desde julio y ya me han echado tres veces”, dice Ahmad, un joven profesor de inglés que tuvo que huir de Jartum en febrero. Relata su viaje, a través de Libia y el canal de Sicilia; dos meses transcurridos en el sur de Italia. Finalmente, llegó en tren hasta la frontera con Francia y luego a París. “Tengo que llegar a Liverpool -explica-. Ahí me espera mi hermano. Tengo un inglés fluido, puedo encontrar un trabajo, sin duda”. Alrededor de la estación de la Chapelle duermen los eritreos. Por la mañana es posible verlos, a centenares, mientras siguen las clases de francés al abierto que imparten los voluntarios. “La parte norte del país está salpicada de campamentos grandes y pequeños – explica Augustin en referencia al reciente propósito del presidente François Hollande de despejar la jungla de Calais y todos los otros campos de Francia-. No me parece una solución acertada. Sin alternativas viables, la gente no hará otra cosa que crear nuevos campos”.