Por Andrés Beltramo Álvarez. Enviado Nueva York, 25 Sep (Notimex).- En el corazón de Nueva York, el Papa Francisco pidió hoy abrir los ojos y no olvidarse de aquellas personas que en la ciudad han caído en un “anonimato ensordecedor”: los migrantes y sus hijos, los sin techo y los ancianos. Durante el sermón de una misa que celebró en el histórico estadio Madison Square Garden, ante varios miles de personas, el Papa constató que vivir en una gran ciudad es bastante complejo, porque el contexto pluricultural impone grandes desafíos no fáciles de resolver. Insistió que las grandes ciudades recuerdan la riqueza que esconde el mundo: la diversidad de culturas, tradiciones e historias. La variedad de lenguas, de vestidos, de alimentos. Pero constató que estas urbes también esconden el rostro de tantos que parecen no tener ciudadanía o ser ciudadanos de segunda categoría. “Bajo el ruido del tránsito, bajo el ritmo del cambio, quedan silenciados tantos rostros por no tener derecho a ciudadanía, no tener derecho a ser parte de la ciudad”, precisó. Incluyó en esta lista a los extranjeros, los hijos de estos (y no solo) que no logran la escolarización, los privados de seguro médico, los sin techo, los ancianos solos, quedando al borde de las calles, en las veredas, en un “anonimato ensordecedor”. “Se convierten en parte de un paisaje urbano que lentamente se va naturalizando ante nuestros ojos y especialmente en nuestro corazón”, lamentó. El Papa llegó al Madison Square Garden, la tarde de este viernes, procedente del Central Park que recorrió una parte a pie y la otra a bordo del papamóvil. Antes de ingresar al estadio abordó un auto eléctrico y fue recibido con fanfarrias en medio de una emoción desbordante de los fieles presentes, que abarrotaron el lugar. Después se fue a cambiar y comenzó su celebración eucarística. En su mensaje, Jorge Mario Bergoglio afirmó que Jesús “camina las calles de la ciudad” y se “mezcla vitalmente con su pueblo”, implicándose e implicando a las personas en una única historia de salvación, y eso llena de esperanza. Es una esperanza, dijo, que libera de esa fuerza que empuja a los seres humanos a aislarse, a desentenderse de la vida de los demás, de la vida de la ciudad, que libra de las “conexiones vacías”, de los análisis abstractos o de las rutinas sensacionalistas. Una esperanza –insistió- que no tiene miedo a involucrarse actuando como fermento en los rincones donde le toque vivir y actuar; una esperanza que invita a ver en medio del esmog la presencia de Dios que sigue caminando en nuestra ciudad. El Papa aseguró que Dios está en medio de la ciudad como un padre misericordioso, cuyo abrazo, es buena noticia a los pobres, alivio de los afligidos, libertad a los oprimidos, consuelo para los tristes. “El andar hacia los otros para compartir la buena nueva que Dios es nuestro Padre, que camina a nuestro lado, nos libera del anonimato, de una vida sin rostros, vacía y nos introduce en la escuela del encuentro”, estableció. “Nos libera de la guerra de la competencia, de la autorreferencialidad, para abrirnos al camino de la paz. Esa paz que nace del reconocimiento del otro, esa paz que surge en el corazón al mirar especialmente al más necesitado como a un hermano”, ponderó. La misa en el Madison Square Garden fue la última actividad del Papa en Nueva York, que la mañana de este sábado partirá con destino a Filadelfia para la etapa final de su gira apostólica por Cuba y Estados Unidos.